Ley Europea del Clima preguntas y respuestas
Esta madrugada, la UE llegó a un acuerdo provisional sobre la Ley europea del Clima. Por si había dudas, los objetivos son explícitos: Brindar previsibilidad a los inversores y asegurar que las transformaciones generadas por el Pacto Verde en industrias y mercados de capitales sean irreversibles. Además, en lo concreto, la Ley europea del clima supone un acelerón en la velocidad del cambio. A nadie se le escapa la razón de las prisas: EEUU y China en conflicto para prácticamente todo lo demás, están a punto de convertir la cumbre de Biden en la escenificación de un reparto a dos de los mercados de capitales que esperan reverdecer.
En este artículo
¿Qué es la Ley Europea del Clima?
La Ley Europea del Clima es el marco de una serie de planes quinquenales a través de los que los países miembros de la UE reducirán emisiones de CO2, transformando su aparato productivo y sus sistemas de transporte. Para eso están volviendo del revés el mercado de capitales, alterando sistemáticamente los costes de producción industrial y energética a través del mercado de derechos de emisión y echando atrás la prohibición de subvenciones directas a empresas.
Todo esto va de movilizar masas gigantescas de capital y aumentar su rentabilidad cambiando el marco legislativo. Por eso la reglamentación de taxonomías de inversión (el listado de que inversiones se consideran verdes, cuáles de transición y cuales no) que se esperaba saliera de la misma reunión -aunque ha sido retrasado- fuera tan esperado o más que la propia ley.
¿Cómo afecta a los países miembros?
La Ley Europea del Clima marca obligatoriamente los mínimos de todos y cada uno de los países y hace obligatorios sus mecanismos de control. Cada estado debe incorporarla en su integridad. Eso significa por ejemplo que la Ley española de cambio climático, recién aprobada por el Congreso por trámite de urgencia, tendrá que ser reformada a toda velocidad para incorporar los nuevos objetivos europeos a 2030.
¿Cómo afecta a los trabajadores?
Todo el Pacto Verde va de aumentar la rentabilidad del capital. A diferencia de otros grandes cambios anteriores en la producción y uso de la energía, esta vez la productividad física se reduce, no se amplía. Con las mismas horas de trabajo se podrá producir menos, no más. Eso significa que al capital no le basta con ganar porcentaje en el reparto de las rentas con los salarios. Necesita transferir rentas desde el trabajo en términos absolutos. Es decir, del mismo salario quedará menos -si es que queda algo-una vez pagados los consumos básicos: comida, energía, agua, alojamiento y transporte.
Ese movimiento que ya ha empezado a verse en la factura energética y que se intuye ya en el precio de los coches eléctricos y los transportes colectivos, será tanto más drástico cuanto más se aceleren los objetivos de descarbonización... que es lo que ha pasado hoy con la Ley Europea del Clima.
¿Cómo afecta a la competencia con los demás países?
Para empujar el cambio de tecnologías en fábricas y transportes, la UE obliga a pagar derechos de emisión de CO2 a las empresas europeas, que lógicamente lo incorporan en el precio. En principio eso haría más competitivos todo tipo de productos importados, especialmente aquellos muy intensivos en energía (acero, aluminio, etc.). Así que la UE ha creado una barrera arancelaria para nivelar el terreno, los ajustes de emisiones en la frontera, básicamente un arancel que castiga a productos industriales sensibles de países que la UE considera que están haciendo poco. Y en particular... China.
Pero no es China la única víctima. Francia y otros países ganaderos han echado para atrás la ratificación del acuerdo de asociación con Mercosur amparándose en las políticas amazónicas de Bolsonaro. Los argumentos contra la importación de carnes de Argentina o Uruguay basados en cálculos de emisiones más o menos torticeros han sustituido al fútbol como deporte favorito de los burócratas de Bruselas. Y la aplicación de las normas y costes de emisiones a los barcos mercantes que atraquen con mercancías en la UE, amenazan con aumentar los costes de los bienes importados.
Cuanto más ambiciosos sean los objetivos europeos y la velocidad a la que pretendan alcanzarlos mayores van a ser las restricciones a la competencia. La Ley Europea del Clima es un paso importante en este sentido: acelerará el cierre de mercados y agravará la violencia de la competencia imperialista.
¿Qué tienen que ver las nuevas prisas con EEUU y China?
La llegada de Biden a la presidencia de EEUU ha supuesto un giro de 180º en la política del capital estadounidense sobre Pacto Verde y tiene consecuencias directas sobre el equilibrio imperialista global.
El Green Deal de Biden en principio es una buena noticia para los capitales europeos, que lo han saludado y animado. Significa sobre todo, que los mercados de capitales de EEUU se van a poner en marcha con una dirección similar y que por tanto los destinos de inversión europeos van a disponer, en principio, de más pretendientes. También para las grandes eléctricas y empresas de ingeniería significa la oportunidad de presentarse a contratos y concursos públicos de montos gigantescos en EEUU. E incluso para las empresas de automoción como Volkswagen supone aumentar la escala de los mercados potenciales de sus nuevos vehículos eléctricos.
Pero... EEUU no es el único que ha pegado un giro sustancial en los últimos meses. China confirmó con leyes durante las últimas Dos Sesiones el anuncio que Xi Jingping había hecho hace unos meses de sumarse al Pacto Verde. Los capitales de EEUU ven, evidentemente, muchos más destinos rentables a futuro en la industria china que en la europea. Y Biden se ha aplicado rápidamente a involucrar a su rival en una estrategia conjunta que les abra oportunidades de inversión.
El imperialismo es así: va de conseguir mercados y aplicaciones para el capital y no puede dejar de ser contradictorio. Por eso al mismo tiempo que los delegados de Biden provocaban al poder chino en Taiwan, su enviado especial para el cambio climático, John Kerry, hacía pasillos en Pekín buscando incorporar a China a su propia cumbre del clima con la vista puesta en un acuerdo de inversiones.
Pero las contradicciones no solo están en el lado estadounidense. China ve la oportunidad que eso significa para atraer los nuevos capitales que necesita... para competir con EEUU y Europa y parece haberse subido abordo con cierto entusiasmo.
La UE que se había subido al carro de las sanciones contra China impulsado por EEUU y renunciado en el entusiasmo del reencuentro con la Casa Blanca a su propio acuerdo de inversiones con Pekín -laboriosamente urdido por Merkel durante dos años- se vio de repente, traicionada y dependiente del amigo americano.
Para poder competir con China a la hora de atraer capitales, solo le quedaba un recurso: acelerar el Pacto Verde para ir por delante de China al menos durante unos años. La Ley Europea del Clima aprobada hoy en boceto, significa que a pesar de los países bálticos y del Este, atados unos a la red eléctrica rusa, otros al carbón, y a pesar de las dificultades del capital en Italia, Grecia o España, la estrategia está ya marcada. El Pacto Verde solo puede acelerarse y no tendrá marcha atrás.