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23/10/2019 | Chile

Piñera «pide perdón» en cadena nacional y entrega concesiones por valor de 1.200 millones de dólares: un aumento de 20% en la pensión básica solidaria, la creación de un «ingreso mínimo garantizado» de $350 mil y anular el alza de 9,2% en las tarifas eléctricas, entre otras.

El «susto» en la clase dominante ha sido grande. El audio de la primera dama pidiendo calma a una amiga, lo refleja muy bien. En un momento dice:

Estamos absolutamente sobrepasados, es como una invasión extranjera, alienígena, no sé cómo se dice, y no tenemos las herramientas para combatirlas. Por favor, mantengamos nosotros la calma, llamemos a la gente de buena voluntad, aprovechen de racionar las comidas y vamos a tener que disminuir nuestros privilegios y compartir con los demás

No fue solo la esposa del presidente Piñera, la mayor fortuna del país sube el sueldo más bajo de todas sus empresas a 500.000 pesos y los economistas y empresarios que hasta ayer hacían cruces en la cofradía del puño cerrado, hoy alaban la genial idea del presidente de aflojar un poquito la explotación y cambian «la agenda» con gran alharaca. Desagradecidos y desleales con sus propios servidores -bendita moral burguesa- la fiscalía promete mano dura... con los militares y carabineros que habían sacado a la calle para reprimir sin contemplaciones.

¿Qué ha pasado?

Los estudiantes sirvieron de detonante para una movilización de clase. Y el intento por reconducirlo hacia la lógica del estado a través de una convocatoria sindical de huelga... tuvo el inevitable y paradójico efecto de colocar la cuestión de clase con contundente claridad en el centro. Era significativo que ayer, en las declaraciones recogidas por la televisión española alrededor de la plaza Italia una estudiante insistiera en que la movilización «no es solamente una clase social de Chile» y una vecina de Providencia remarcara como lo más importante de todo que «es bien transversal el movimiento social que está ocurriendo en Chile». No hay como un telediario español para encontrar el sentimiento más profundo de la pequeña burguesía dolida por verse desplazada por esos «alienígenas» a los que aspirara a dirigir y representar.

Lo que alertó a la burguesía chilena de que estaba frente a un movimiento potencialmente peligroso para ella no fueron los estudiantes -toreados desde hace años- ni los pequeños grupos haciendo el vándalo -fácilmente reprimibles- sino la masividad de las movilizaciones y la emergencia de un programa reivindicativo de clase en ellas. La situación hubiera sido terrible para ellos si hubiera cristalizado en auto-organización. Y eso no había pasado... todavía. De ahí la conveniencia de ceder y escenificarlo. Del mismo modo que Macron hace un año, Piñera -y tras él la burguesía toda- prefirió ceder ahora ante un fantasma que correr el riesgo de que la situación evolucionara hacia una lucha abierta contra todos esos «alienígenas» organizados como clase.

¿Qué lecciones debemos sacar?

La lucha paga. Lo que la semana pasada era un imposible absoluto hoy es «agenda» perentoria. El capitalismo de hoy solo produce verdadero desarrollo a su pesar y cuando se siente amenazado por la aparición de los trabajadores en escena fuera del corsé de partidos de izquierda y sindicatos.

Años de seguir los cauces de sindicatos y partidos... y no se había arrancado ni una sola concesión a las necesidades de la gran mayoría. La ocultación de los trabajadores, su disolución en el pueblo, su enclaustramiento bajo el nacionalismo, las alharacas de la xenofobia o el feminismo, solo sirvieron para dividirnos. Y sin embargo, ha bastado una lucha masiva con conatos de un programa de reivindicaciones de clase, para arrancar las primeras conquistas sociales serias en 30 treinta años.

¿Qué ha faltado? ¿Por dónde se avanza?

La próxima vez, empero, no será tan fácil. A nivel mundial la burguesía empieza a ser consciente de que el «hechizo» de los años del neoliberalismo ya no funciona. La invisibilización de los trabajadores como clase ya no cuela. Y el vector a través del cual nos lo impusieron -los sindicatos supeditando las reivindicaciones de los trabajadores a los beneficios del capital- empieza a resquebrajarse. A Piñera no le ha valido de nada llorarnos hipócritamente por la contabilidad del metro y los beneficios de Enel ante las subidas de los hidrocarburos.

Pero igual que Francia hace unos meses y Kurdistán, Túnez e Irán hace un año, tenemos que sacar una lección importante más. Para que un movimiento pueda defender hoy los intereses de los trabajadores que formamos la gran mayoría de la sociedad son necesarias dos cosas que el ciudadanismo aplasta: hablar desde un «nosotros» propio y una organización asamblearia real con capacidad de discusión, decisión y extensión. Hacen falta asambleas de verdad, que elijan comités revocables en cualquier momento para que esos comités puedan coordinarse y dar cuerpo a la movilización a nuevas escalas. Esta es la lección que sacaron con éxito los trabajadores iraníes, pero que también esbozó la experiencia de lucha de los trabajadores de las maquilas de Matamoros (México). En ambos casos pagó, llevando la lucha un paso más adelante.

En Chile no hemos llegado hasta ahí. Es precisamente lo que las concesiones trataron de evitar. Ahora es momento de celebrar la victoria, pero también de sacar las lecciones... y no olvidarlas.