Las revelaciones sobre Xinjiang, la trampa de Biden al capital europeo, la guerra que viene en Asia y las mentiras del defensismo
La portada del día en los mayores periódicos del mundo es la filtración de los archivos policiales de Xinjiang. La terrible descripción con datos, declaraciones, registros y fotos, de un verdadero ejercicio de control, represión y tortura masivos, un verdadero gulag para millones de uigures diseñado desde el estado para desarraigar el islamismo y el nacionalismo étnico a sangre y fuego. Literalmente. La revelación de esta gigantesca documentación llega a través de un antropólogo alemán y se publica en primer lugar en Spiegel en el momento más oportuno... para EEUU.
¿Por qué Xinjiang vuelve a las portadas ahora?
En realidad lo que cuentan estos documentos no debería sorprender a nadie. Desde hace años la información sobre lo que venía sucediendo en XinJiang es exhaustiva. En nuestro canal de noticias en Telegram, la primera entrada sobre el tema es un artículo de The Guardian en 2017. Desde entonces hemos recogido más de 40 enlaces sobre el tema. Convertido en uno de los arietes de la presión política de AUKUS contra China, incluso la TV pública estadounidense realizó un reportaje con cámara oculta para mostrar la realidad, la cotidianidad y el alcance de la represión totalitaria en aquella región.
Pero las nuevas revelaciones se producen precisamente el día en que, para disgusto de Washington, la alta comisionada de la ONU para Derechos Humanos, Michelle Bachelet, llega a China. Según llegó el estado chino le hizo saber que esperaba que el organismo corrigiera la «información errónea» que circula sobre la provincia. Según ellos, los campos son centros de formación profesional que sirven a la «prevención del extremismo».
Todo esto llega a días de una cumbre del QUAD y tras un viaje de Biden a Corea y Japón que ha supuesto un verdadero acelerón en la presión imperialista de EEUU sobre la región. Las imposiciones de Washington han incluido el traslado forzoso de industria de chips y semiconductores desde Taiwan y Corea a suelo estadounidense -que obviamente disgusta a unos y a otros-, el aumento de la presión militar en Corea, la ruptura de la APEC desde dentro y la creación de un marco comercial específico para convencer y arrastrar al capital japonés a la confrontación con Pekín.
Y si hubiera dudas... EEUU está doblando apuestas sobre Taiwán, prometiendo una guerra «a la ucraniana» si China invade la isla. Una situación que Washington podría forzar animando a Taipei a declarase independiente, una «línea roja» para Pekín.
En el centro, una vez más, Alemania y la UE
Pero el momento es oportuno sobre todo porque llega cuando la burguesía alemana empieza a darse cuenta de que seguir a EEUU ha sido darse un tiro en el pie... si no en el vientre.
Hoy mismo se publica un artículo de Wolfgang Münchau, dueño de una de las principales agencias privadas de inteligencia comercial y estratégica de Alemania. Münchau, que habla en realidad por el capital industrial exportador alemán, descubre de repente el significado de la estrategia ucraniana diseñada por EEUU y adoptada por la UE: romper el tejido comercial y económico del continente separando a Alemania de Rusia... y China.
El confinamiento nos ha enseñado mucho sobre nuestra vulnerabilidad a las crisis de la cadena de suministro. Nos ha recordado a los europeos que solo hay dos rutas para enviar mercancías en masa a Asia y de vuelta: o por contenedor, o por ferrocarril a través de Rusia. No teníamos ningún plan para una pandemia, ningún plan para una guerra y ningún plan para cuando ambas cosas sucedieran al mismo tiempo. Los contenedores están atascados en Shanghái. Las vías férreas están cerradas a causa de la guerra.
Las sanciones económicas funcionan cuando el objetivo es pequeño: Sudáfrica en la década de los ochenta, Irán, Corea del Norte… Rusia es mucho más grande. El indicador de tamaño relevante no es el PIB. En lo que respecta al PIB, el tamaño de Rusia es el mismo que el de los países del Benelux o de España. La métrica del PIB desconoce los efectos de red.
Esos efectos de red son lo suficientemente grandes como para hacer insostenible el instrumento de las sanciones económicas. Existen fuentes alternativas para todas y cada una de esas materias primas rusas, pero si se recorta la oferta mundial en un 10%, 20% o 40% de forma permanente, dependiendo de la materia prima, no se puede generar físicamente la misma producción que generamos ahora a los mismos precios. La economía reacciona con precios más altos y con la caída de la demanda y la oferta.
A menos que lleguemos a un acuerdo con Putin, como parte del cual se eliminen las sanciones, veo el peligro de que el mundo pase a funcionar como dos bloques comerciales: Occidente y los demás. Las cadenas de suministro se reorganizarían para mantenerse dentro de los bloques. La energía, el trigo, los metales y las tierras raras de Rusia se seguirían consumiendo, pero no aquí. Nosotros nos comeríamos todos los Big Mac.
No estoy seguro de que Occidente esté preparado para afrontar las consecuencias de sus acciones: inflación persistente, reducción de la producción industrial, menor crecimiento, mayor desempleo. En mi opinión, las sanciones económicas parecen el último alarde de este concepto disfuncional conocido como Occidente. La guerra de Ucrania sirve de catalizador para una desglobalización masiva.
Occidente y los demás. Wolfgang Münchau
El Spiegel en su boletín de la mañana unía las revelaciones sobre Xinjiang que publicaba el mismo medio, a la presión para endurecer aún más las sanciones. Descubría una tendencia en el gobierno alemán partidaria de iniciar la ruptura con China. Tendencia liderada, cómo no, por Baerbock y los Verdes, el partido más pro-EEUU -más incluso que el FDP- del arco político alemán.
Alemania se ha beneficiado del ascenso de China como casi ningún otro país occidental. Pero el precio de esto puede haber sido alto. El legado de la cancillería de Merkel de hacer rica a Alemania a expensas de los estrechos lazos económicos con las dos dictaduras más grandes del mundo no se ha discutido adecuadamente.
No solo desde un punto de vista moral, sino también porque no está claro cuán sostenible era la estrategia: el gobierno del semáforo y en particular la ministra de Asuntos Exteriores de los Verdes, Annalena Baerbock, han anunciado un nuevo rumbo . Pero por difícil que sea cambiar de rumbo con la energía rusa, es un juego de niños en comparación con lo que supondría independizar el modelo económico alemán de China. Esta discusión apenas comienza.
¿Qué significaría para la UE una ruptura con China?
El gabinete de estudios de la Caixa ha publicado hoy el resumen de un estudio con fecha del pasado 10 de mayo sobre la dependencia de las exportaciones europeas respecto a China.
El resultado, como se ve en la tabla de arriba, es que en maquinaria, electrónica y automoción, donde las cadenas están muy integradas y es extremadamente difícil cambiar de proveedores, la dependencia es más que significativa. Estos sectores son el core de las exportaciones alemanas y francesas, pero también el motor de la industria auxiliar española, italiana, checa, eslovaca, húngara o polaca.
Pero la dependencia europea de la industria china de tecnologías medias no acaba ni mucho menos ahí. Las industrias textiles europeas son de las más integradas con China. Y como destacan los autores:
Es destacable que las exportaciones españolas de electrónica o las exportaciones francesas de equipos de transporte incorporen una mayor proporción de bienes y servicios chinos que los sectores exportadores nipones correspondientes.
Es decir, si seguir a EEUU en Ucrania está significando para la UE pegarse un tiro en el pie, romper con China significaría un verdadero suicidio para el capital europeo.
El triunfo de la estrategia Biden y la ruina del capital europeo
Ahora parece claro incluso para la prensa europea que la guerra en Ucrania ha reforzado a EEUU sobre sus aliados en Asia y Europa y fortalecido a los demócratas frente al trumpismo en el interior. Pero sobre todo que está «desglobalizando» a marchas forzadas las cadenas de producción globales, dejando a los principales capitales de la UE en condiciones de competencia cada vez más precarias y forzándoles a integrarse en un nuevo «bloque americano» en el que sólo podrán jugar un papel subalterno y «comerse todos los big macs» que decida Washington.
Ya pueden presentar Italia, Francia o quien quiera, «planes de paz». EEUU no tiene intención ninguna de secundarlos. Como afirmó Blinken, en lo que quede de gobierno Biden no quieren ni oír hablar de retomar relaciones con Rusia.
Y con EEUU aumentando la producción armamentista para abastecerle, el Congreso de EEUU aprobando por unanimidad 40.000 millones de dólares más en ayudas y los trabajadores desprovistos por ley hasta del derecho a protestar por no cobrar sus salarios, Zelenski no tiene el más mínimo incentivo para negociar una paz con Rusia. Puede permitirse tensar lo que quiera con Francia, rechazar la propuesta de proceso de paz italiana, jugar a ser una nueva y siniestra Greta Thunberg del militarismo en Davos y mandar a la muerte hasta el último soldado en edad de recluta para recuperar las pérdidas acumuladas por los oligarcas ucranianos.
Las mentiras del defensismo son ya evidentes
A estas alturas son evidentes ya las mentiras del defensismo. Nos vienen machacando con que alimentar la guerra es la única respuesta posible «contra la guerra de Putin» y con que azuzar la matanza de soldados rusos y ucranianos, las hambrunas en África y el deterioro de las condiciones de vida básicas de los trabajadores en todo el mundo es el «precio a pagar por nuestros valores».
Las máscaras están cayendo conforme suben las apuestas, demostrando que el sacrificio de millones de vidas, desde los campos de combate en el Donbass a los castigados campos africanos, no tiene otro sentido que la batalla imperialista entre dos grandes bloques de capitales, uno con centro en Washington y otro en Pekín.
Por eso la guerra no queda lejos de nadie. El verdadero enemigo está siempre dentro del propio país. Y si queremos poner un punto final a esta barbarie es contra él contra quien tenemos que volvernos.