Las huelgas en centros de enseñanza dan sus frutos y muestran el camino
Al contrario de lo que propagan los medios, que han seguido insistiendo que la escuela es un lugar seguro y que los niños no transmiten el Covid, los datos indican una realidad muy diferente. En España, los centros educativos son ya el tercer foco de contagio, por delante del ámbito sanitario. En Alemania, que se encuentra en una fase epidémica anterior a la española, el 11% de las cadenas de contagio trazables empiezan en centros educativos. Corroborando todo esto, los estudios epidemiológicos y estadísticos que comparan los efectos de las políticas estatales sobre la tasa de reproducción (R, el número promedio de personas infectadas por un paciente), demuestran que cerrar las escuelas reduce el pico de incidencia de un 40-60% y que negarse a cerrarlas aumentaría un 24% la transmisión del Covid.
El impacto de los centros educativos sobre la situación pandémica y el peligro que corren alumnos y trabajadores está claro. No es sorprendente pues que estallen huelgas en todo el mundo para mejorar las condiciones sanitarias o cerrar directamente los centros educativos. Y de hecho, se han extendido por todos los continentes afectados por el Covid. Desde la India rural más remota a Canadá pasando por Argelia.
En India el sistema Anganwadi de guarderías emplea a centenares de miles de trabajadores por estado. Víctimas de la desidia del gobierno -hace meses que las trabajadoras no cobran salario alguno- y muriendo por la pandemia, el personal ha hecho huelgas multitudinarias todo el otoño exigiendo los salarios atrasados y mejores condiciones contra la pandemia, junto a otros trabajadores contratados por la administración. En África hay huelgas docentes en dos institutos argelinos por falta de medidas de prevención y desinfección.
Mientras, en la Argentina se reinicia la huelga en la provincia de Entre Ríos para evitar la vuelta a las clases presenciales. En Canadá los trabajadores de una escuela de Toronto hacen huelga por la erupción de casos en el centro, mientras los sindicatos siguen haciendo la vista gorda:
Mis colegas y yo seguimos muy de cerca los acontecimientos y nos preguntamos qué pasará a continuación. A la vez, nuestro sindicato se mantiene muy tranquilo. Es como si los consejos escolares y nuestro sindicato nos mantuvieran en la ignorancia.
La rápida escalada de casos de Covid en Quebec y todo Canadá ha causado también un movimiento de huelga del personal de apoyo escolar, que clama contra la falta de personal y la sobrecarga de trabajo causados por el Covid.
Y esto es solo una pequeña muestra de las huelgas que están desarrollándose en centros educativos de todo el mundo para mejorar las condiciones de trabajadores y alumnos. Sin embargo, estas huelgas nacen aisladas y se estrellan contra el primer escollo al que se enfrentan la mayoría de las huelgas.
El primer escollo, la organización entre centros
Todas estas huelgas representan en principio a muchos trabajadores del sector educativo alrededor del mundo e incluso dentro de un solo país, pero en realidad, debido a su naturaleza atomizada y descoordinada, tienden a ser incapaces de hacer valer sus necesidades. La lucha de clases es, después de todo, una correlación de fuerzas. Mientras las huelgas se aíslen serán, todo lo más, la lucha de un grupo de trabajadores.
Este paso de una huelga circunscrita en un centro o región a una mayor extensión territorial parece ser uno de los pasos más limitantes, más difíciles de conseguir con éxito para una huelga. Sin embargo, desde finales de septiembre se han podido ver varios intentos de organizar un mayor número de trabajadores afectados. En Carolina del Sur, EEUU, los profesores que luchaban contra las pésimas medidas anti-Covid decidieron organizar una asamblea virtual entre los miembros de distintos centros. Sin embargo, la asamblea finalmente sirvió para escuchar el seminario de un grupo activista y para llamar a los políticos regionales en vez de para organizar una lucha o una huelga en los centros afectados:
Unos trescientos maestros tomaron un día libre para asuntos propios el miércoles para protestar por el estancamiento de sus salarios y la falta de fondos para la educación. La protesta fue organizada por un grupo activista que también instó a los maestros a ponerse en contacto con las autoridades electas. Dado que la intención era que el movimiento se extendiera a todo el estado, el nivel de participación fue muy deficiente. De hecho, no cerró ningún distrito ni causó interrupciones importantes.
A falta de una base real en los centros educativos -se manifestaban los profesores a título individual y los centros- y de una masa de trabajadores educativos de su lado, el intento fracasó.
En Francia, en el marco de una serie de huelgas aisladas de institutos, los profesores de la ciudad académica de Bondy hicieron huelga por la falta de personal y la insuficiencia de las medidas de seguridad contra la pandemia. Y los huelguistas dieron un paso adelante más, llamaron a la coordinación entre centros en huelga:
Todas estas disfunciones demuestran claramente el maltrato institucional hacia todos los estudiantes y el personal. Hasta la fecha, este desprecio se expresa en particular por la falta de respuesta a nuestras peticiones de una audiencia con la región y el rectorado. Esta situación es compartida y denunciada por muchas escuelas. Expresamos nuestro pleno apoyo y pedimos coordinación, para que tanto el rectorado como la región sepan que esta situación no puede continuar.
No hubo coordinación al final. Pero siguieron estallando huelgas por institutos de toda Francia desde finales de septiembre a principios de noviembre, eso sí, centro por centro. En Liévin (al norte del país), la huelga denunciaba la falta de medidas de seguridad. En Toulouse no disponían ni de medios ni de suficiente gel hidroalcohólico, cuya correcta distribución el gobierno nunca se molestó en asegurar. En Briançon faltaban material y personal de limpieza, así que no se habían podido limpiar las aulas adecuadamente desde el inicio de las clases... Centro a centro las huelgas se prodigaban por razones similares sin encontrarse nunca ni elaborar una plataforma común que pudiera ser abrazada por los trabajadores de cualquier centro del país. Lo que, por otro lado, hubiera resultado fácil porque en Francia ya no se trataba solo de un problema de sobrecarga de clases por falta de personal: la falta de medidas higiénicas ponía en peligro a personal y alumnos incluso allí donde había un numero correcto de alumnos por clase.
Las huelgas funcionan, hay que seguir empujando
Empujados por las bases, los sindicatos franceses llamaron a la huelga en todo el país la semana pasada. De lunes a viernes, centenares de centros educativos hicieron huelga. Por ejemplo, sólo en Marsella hicieron huelga 57 guarderías y 158 escuelas. Después de una semana de huelga para conseguir mejoras en la situación sanitaria e higiénica en las escuelas, el gobierno francés cedió el viernes y permitió la educación a distancia en los centros de bachillerato (lycées) para descongestionar las clases.
Después de esta victoria, la huelga continuará en los institutos y escuelas a partir de hoy para asegurar que la educación a distancia y la reducción del número de alumnos por clase se extienda a la educación primaria y secundaria. Desde el Sur a Normandía la huelga seguirá empujando para conseguir mejores condiciones sanitarias para todos los trabajadores de la educación y los alumnos.
Lo importante es que la huelga paga, y no se trata solo de la gran huelga en Francia. Hasta algunas huelgas pequeñas en España han conseguido mejorar las condiciones en centros particulares. Por ejemplo, algunos centros como el Terra Roja de Santa Coloma de Gramenet (Barcelona) habían preparado para este año académico planes docentes en semipresencialidad teniendo en cuenta la pandemia. Sin embargo, el gobierno español impuso la presencialidad obligatoria y vetó el plan docente del instituto. Después de manifestaciones y amenaza de huelga, el gobierno dio marcha atrás, dotó el centro de medios contra el Covid y permitió la semipresencialidad. Es una victoria, aunque en un solo centro. Para afectar positivamente a la totalidad de la educación -y a la lucha contra el Covid- estas medidas deberían extenderse a todos, algo sólo posible mediante la generalización de la huelga.
En la correlación de fuerzas de la que hablábamos más arriba, no son sólo los trabajadores del sector educativo los que pueden luchar por las necesidades de todos. Todos nuestros hijos pasan por el sistema educativo. El resto de la clase también pesa y puede unirse a los trabajadores educativos, extendiendo la huelga a otros sectores.
Por ejemplo, estamos viendo como las residencias de ancianos se están volviendo a llenar de casos Covid mientras el gobierno y los medios se ocupan de cosas más prioritarias para la clase dirigente. La residencia Vitalis, de Cádiz, va a huelga indefinida tras sufrir más de un centenar de infectados y 13 muertos. Todos los trabajadores contamos. Debemos organizarnos en común en asambleas y en nuestros sitios de trabajo para hacer frente a un gobierno y una clase dirigente que valora más sus beneficios que nuestras vidas.