Las fronteras de China se calientan
Diez mil soldados chinos han entrado en el valle de Galwan, en un territorio en disputa que India considera propio en la frontera con Cachemira. Aunque los incidentes fronterizos son continuos, el volumen de tropas involucradas, el marco global y la creciente agresividad nacionalista del discurso de ambos estados lo hacen más peligroso que nunca. Al mismo tiempo la situación en Hong Kong tras promulgarse la ley de Seguridad por «las dos sesiones» se tensa de nuevo. Concentraciones y represión en el parlamento local ante el debate de una ley que penará las ofensas al himno chino y toda una escalada verbal con EEUU que amenaza con «algo muy potente». Y el estrecho de Taiwan y el Mar de China meridional tampoco son un lago de aguas tranquilas...
La frontera del Himalaya
El temor a una escalada en las escaramuzas fronterizas crece por horas. No es que sean en sí una novedad, según Modi ha habido más de un millar de estos roces armados entre 2016 y 2018. Y por eso, cuando en abril comenzó a subir la tensión la prensa de ambos países enfatizó que ambas partes estaban en realidad deseando bajar el nivel de conflicto. Pero después de días movilizando unidades, ahora hay miles de soldados de ambos estados en la zona... y el discurso político, lejos de amainar, se ha ido caldeando.
¿De dónde viene todo ésto?
Las primeras escaramuzas se produjeron el 8 y 9 de mayo, pero en realidad se venían esperando desde que India anunció la construcción de un puente en el Himalaya en parte del territorio reivindicado por China. El puente era parte de la respuesta india al «bloqueo» de sus empresas en la «ruta de la seda» china.
Todo esto tenía lugar en un marco de redefinición de las vías comerciales indias hacia China que, al mismo tiempo, tensaba las relaciones con Nepal. Es decir, «imperialismo as usual» con declaraciones cruzadas, gestos militares y vías diplomáticas.
Pero si vamos un poco más atrás, resulta evidente que esta vez, India estaba haciendo una apuesta más potente de lo que parecía a primera vista. El año pasado, la «crisis de la cebolla» había mostrado el brutal nivel de las contradicciones del capital indio, su fracaso industrial y el desastre del campo. China había ganado de mano la batalla por los mercados exteriores. Pero la burguesía india veía una oportunidad en el agravamiento de guerra comercial y el conflicto imperialista entre EEUU y China: captar parte de la producción deslocalizada por empresas europeas y de EEUU. Y en esto llegó el Covid. Y como en todo el mundo, aceleró la evolución hacia el retroceso económico y el conflicto imperialista. Respuesta de Modi: intensificar su propia campaña de independencia económica frente a China .
¿Qué pinta EEUU en esto?
Las relaciones con EEUU no han sido fáciles en la era Trump a pesar de los shows montados por ambos dirigentes, tanto en EEUU como en India, para mostrar su «cercanía». Modi ha maniobrado con habilidad para que la renegociación de su tratado comercial no fuera demasiado lesiva al capital indio, consiguiendo que EEUU le apoyara en su política de anexión definitiva de Cachemira, en la cada vez más brutal política contra la minoría musulmana y en el correspondiente pulso con Pakistán... y China. Fantaseando incluso con una alternativa indo-estadounidense a la «nueva ruta de la seda» china.
Pero si el interés indio se mueve por el hambre de mercados, el estadounidense ve en India ante todo un contrapeso a China en su entorno imperialista directo. Aunque ahora Trump ofrezca a EEUU como mediador entre India y China, no engaña a nadie. Especialmente después de haber azuzado el conflicto en el Himalaya abiertamente durante estas semanas llamando a India a «resistir». Y por si hubiera dudas, ayer el Congreso de EEUU sancionaba a China por la represión de los musulmanes uigures... que al parecer, conmueve mucho más a los congresistas demócratas y republicanos que la de los indostaníes.
Hong Kong
Hoy se votó la «Ley de seguridad de Hong Kong» en la ceremonia de las «dos sesiones» del poder chino. En un principio Trump paró los pies al Senado, pensando probablemente en el peligro de una escalada demasiado rápida del cerco económico y militar a China. Pero en esta semana, la tensión, no solo verbal, ha ido en ascenso. La discusión en el Parlmento de Hong Kong de una ley que penará las ofensas al himno chino sirvió para que la oposición en la ciudad hiciera un nuevo conato de movilización y chocara con el ya habitual muro anti-disturbios.
Los miedos en la burguesía hongkonesa eran evidentes, mientras unos calculaban ya el coste de perder el estatuto comercial privilegiado de la ciudad para capitales anglosajones, otros utilizaban la cínica retorica liberal sobre «los mercados» apuntando que: «HK debe elegir el menor de entre dos males: represalias de EEUU o la pérdida del capital extranjero que no va a invertirse en una ciudad permanentemente inestable».
Ayer, el Secretario de Estado, Mike Pompeo, comunicaba al Congreso que HK ya no es una región autónoma de China, abriendo por tanto el paso a la pérdida de su estatuto como nodo de capitales norteamericanos y su inclusión como objetivo en la guerra comercial. La burocracia china, que no suele llevar muy bien las ingerencias en su propio suelo, prometía mientras tanto que «respondería a cada golpe» y rechazaba la propuesta de EEUU de una reunión en la ONU por el obvio motivo de no ser un conflicto internacional sino una legislación interna. Aunque realmente esa es la cuestión, Hong Kong ha sido una punta de lanza de los imperialismos anglosajones en China desde las guerras del opio... y los movimientos opositores y su violencia durante el último año hubieran sido inimaginables sin la instrumentalización británica y estadounidense.
¿Hacia una guerra entre EEUU y China?
La tensión fronteriza en el Himalaya y la cuestión de Hong Kong se dan en medio de una verdadera ofensiva económica y política que ha superado ya la guerra comercial. El despliegue naval norteamericano en el estrecho de Taiwán y las constantes maniobras chinas en el Mar de China meridional dibujan alrededor de China una corona de conflictos en el peor momento posible. Señalan, por si hiciera falta enfatizarlo aún más, que EEUU está dispuesto a utilizar la amenaza militar para «incentivar» el movimiento de capitales, modificar el mapa comercial global y acelerar la renacionalización de cadenas productivas.
Pero las demás potencias regionales, empezando por China e India, no son menos imperialistas que EEUU ni sus dirigentes están menos dispuestos que el gobierno estadounidense a utilizar todos los medios a su alcance para asegurar la acumulación, «defender» sus mercados y mantener su valor para el capital global. Hoy el peligro no es que esté definido un camino determinista e imparable hacia la guerra, es que, en el juego de fuerzas global de Asia y el Pacífico, cualquier paso en falso puede escalar en un conflicto militar abierto y éste en una guerra regional. Y esto es tanto más probable cuanto más golpee la crisis y menores y por tanto más excluyentes entre sí sean los márgenes de cada capital nacional para asegurar, cuando menos, sus posiciones relativas en el mercado mundial.