Las consignas bolcheviques en la Revolución rusa
Hace solo unas semanas publicamos la actualización de nuestro cuaderno de formación dedicado a la Revolución rusa. En el texto, que sigue fundamentalmente el trabajo de Trotski, hay más de cuarenta referencias a las consignas bolcheviques. El registro histórico de febrero a octubre nos revela la elaboración de consignas como una parte central del trabajo de los revolucionarios.
Las consignas son la forma propositiva en la que se concentra y articula la relación entre la organización de los revolucionarios y el conjunto de la clase. A través de ellas los revolucionarios impulsan al movimiento, no solo dando respuesta a las necesidades concretas, inmediatas, de la lucha en desarrollo, sino que ayudan a que las grandes masas de trabajadores desarrollen una consciencia de su propia fortaleza como clase.
La sucesión de consignas no es otra cosa que el programa comunista desplegándose. Pero este programa no es único y ahistórico. Las consignas de los bolcheviques antes y durante la Revolución rusa son el programa comunista... para una revolución permanente, es decir, para una revolución democrático-burguesa, dirigida por el proletariado local con las miras puestas a su transformación en revolución socialista. Transformación que solo era posible en el marco de una revolución socialista mundial... de la que el primer aldabonazo había de ser la toma del poder político por los trabajadores rusos. Dicho de otro modo, la Revolución rusa solo pudo tomar una perspectiva socialista, para tomar un contenido económico socialista dependía de la Revolución mundial.
¿Quiere esto decir que no hay lugar para consignas anticapitalistas? O lo que es lo mismo, ¿puede haber revolución socialista sin cambio de las relaciones productivas? ¿Van los trabajadores a tomar el poder político pero seguir siendo esclavos asalariados del capital nacional tal cual eran hasta entonces?
Cosa importante derivada del carácter permanente de la revolución en Rusia: mientras el aislamiento de la revolución en Rusia fuera un hecho, siendo la pequeña burguesía campesina la clase mayoritaria en número y la más extensa territorialmente, la revolución de los trabajadores no podía ir más allá de una revolución política. La comida no podía dejar de ser mercancía sin entablarse una guerra civil entre el proletariado y el campesinado. Por eso, a diferencia de lo que luego va a pasar en la Revolución española, la relación capital trabajo sigue intacta. Es más, la propia estructura de poder político obrero solo puede fortalecerla. Ese es, de hecho, el argumento que Lenin hace para defender la necesidad del capitalismo de estado de la NEP: es «socialista» en tanto que permite mantener el poder político de los soviets en espera de la extensión internacional de la Revolución.
Las consignas no son «puntuales», tienen una orientación, engarzan unas con otras. Todo desarrollo del programa es un programa «de transición» entre momentos de la lucha que acelera y sostiene el desarrollo de la consciencia de la clase. Y eso a su vez significa que las consignas, aunque pegadas al terreno de la realidad y al momento concreto, existen y tienen valor como parte de un conjunto que antecede, acompaña y prosigue a la Revolución.
Lo vemos en cómo las consignas del periodo anterior a la guerra alimentan la revolución de febrero y como en esta el «¡Abajo la guerra!» abre un nuevo horizonte. Lo vemos, sobre todo, en cómo al tornarse masivas, al ser adoptadas como propias por una cantidad cada vez mayor de trabajadores, van generando auto-organización y convirtiendo a la organización de revolucionarios en una herramienta de la clase para organizarse en torno a una dirección, la dada por la trayectoria de las consignas.
En los días de la revolución de Febrero se puso de manifiesto toda la labor realizada anteriormente por los bolcheviques durante muchos años, y hallaron un sitio en la lucha los obreros avanzados educados por el partido; pero no hubo aún una dirección inmediata por parte de este último. En los acontecimientos de abril, las consignas del partido pusieron de manifiesto su fuerza dinámica, pero el movimiento se desarrolló espontáneamente. En junio se exteriorizó la inmensa influencia del partido, pero las masas entraban en acción todavía dentro del marco de una manifestación organizada oficialmente por los adversarios. Hasta julio, el partido bolchevique, impulsado por la fuerza de presión de las masas, no se lanza a la calle contra todos los demás partidos y define el carácter fundamental del movimiento, no sólo con sus consignas, sino también con su dirección organizada. La importancia de una vanguardia compacta aparece por primera vez con toda su fuerza durante las jornadas de julio, cuando el partido evita, a un precio muy elevado, la derrota del proletariado y garantiza el porvenir de la revolución y el propio
León Trotski. «Historia de la Revolución rusa»
La relación entre consignas y construcción del partido se hace evidente en el momento en el que a través de ellas, un sector ya masivo de la clase se hace partido usando a la organización de los revolucionarios como base precisamente por representarlas.
¿Cómo se explica que con un aparato tan débil y una insignificante tirada de prensa pudieran penetrar en el pueblo las ideas y las consignas del bolchevismo? La solución de este enigma es muy sencilla: que las consignas que responden a las necesidades agudas de una clase y de una época se crean por sí solas miles de canales. La ardiente atmósfera de la revolución es un agente conductor de ideas extraordinariamente elevado. Los periódicos bolchevistas se leían en voz alta, pasaban de mano en mano; los artículos principales se aprendían de memoria, se transmitían de boca en boca, se copiaban y, allí donde era posible, se reimprimían.
León Trotski. «Historia de la Revolución rusa»
Como en todas las expresiones del desarrollo de la consciencia de clase la nueva situación impulsa a su vez un nuevo avance.
La desproporción entre los recursos técnicos de los bolcheviques y su peso específico político halla su expresión en el número relativamente reducido de los miembros del partido, en comparación con el grandioso aumento de su influencia. Los acontecimientos arrastran en su torbellino a las masas de un modo tan rápido e imperioso, que los obreros y soldados no tienen tiempo de organizarse en el partido, ni de comprender la necesidad de contar con un partido organizado. Se penetran de las consignas bolchevistas tan naturalmente como respiran el aire. No ven todavía con claridad que el partido es un complejo laboratorio en que esas consignas se elaboran mediante la experiencia colectiva.
León Trotski. «Historia de la Revolución rusa»
Y por cierto que esta relación entre partido, consignas, clase y consciencia no se detiene con la destrucción del estado capitalista y la toma del poder político por los trabajadores...
Porque la eliminación del salariato en cuanto objetivo directo una vez arrancado el poder al capital, está lejos de ser un acto único, cual la abolición de las leyes del mismo o el desmantelamiento de su armatoste estatal. Se descompone o subdivide en una serie de medidas, de cuyos efectos inmediatos y mediatos resultará la dicha eliminación, estructura social básica de la sociedad comunista
Consciencia revolucionaria y clase para sí (1976)
Las consignas son la expresión de las necesidades de la lucha de clases en un momento concreto y ante una correlación concreta de fuerzas. Ni «estrategias» ni conservadurismos: realismo revolucionario.
La prensa del partido no exageraba los éxitos, no deformaba la correlación de fuerzas, no intentaba imponerse a gritos. La escuela de Lenin era una escuela de realismo revolucionario. Los datos de la prensa bolchevique del año 1917 se revelan, a la luz de los documentos de la época y de la crítica histórica, como incomparablemente más verídicos que los de los demás periódicos. La veracidad se desprendía de la fuerza revolucionaria de los bolcheviques, pero, al mismo tiempo, consolidaba esa fuerza. La renuncia a esta tradición ha constituido posteriormente uno de los peores rasgos que han caracterizado a los epígonos.
No somos unos charlatanes -decía Lenin, inmediatamente después de su llegada-. Hemos de basarnos únicamente en la consciencia de las masas. No importa que nos veamos obligados a quedarnos en minoría... El quedarse en minoría no debe causar ningún temor... Ejercemos la crítica para librar a las masas del engaño... Estas acabarán por convencerse de que nuestra orientación es acertada. Todos los oprimidos se acercarán a nosotros... No tienen otra salida.
León Trotski. «Historia de la Revolución rusa»
Nada más nocivo que la práctica izquierdista de proponer consignas buscando no que eleven por su adopción el nivel de la lucha y de la consciencia que la sostiene, sino que generen frustración para que su fracaso «abra los ojos» de los trabajadores. Es la capacidad para desarrollar la lucha, no la impotencia, la que impulsa el desarrollo de la consciencia.
Del mismo modo, refugiarse en consignas anticapitalistas generales sin especificar los medios y las tareas necesarias para que puedan ser abordables por la propia clase, es recluirse en la seguridad de no errar jamás... a costa de estar ausente donde se es necesario. Las tendencias que obran así están...
...rehuyendo especificar, previo estudio de las condiciones existentes, las tareas revolucionarias concretas de la clase, por ende las suyas propias. Enarbolan en cambio panaceas: revolución social, o abolición de trabajo asalariado, cuando no del trabajo escueto. Adoptan, por lo tanto, escapatorias y actitudes más o menos marginales, abandonando la realidad viviente y cotidianamente vivida.
Consciencia revolucionaria y clase para sí (1976)