La «vía eslovena»
El activismo independentista está en una de sus escaladas. Trata de mantener a las bases nacionalistas movilizadas hasta el juicio a los políticos presos. Pero sobre todo recuperar espacio en la agenda mediática internacional. De ahí la visita de Torra al presidente de Eslovenia, uno de los pocos países europeos donde la declaración unilateral de independencia fake encontró apoyos partidarios relevantes. E inmediatamente después: la presentación del fantasmal «Consell per la República» en Bruselas que ha abierto la caja de Pandora.
En su discurso, recogido por un tuit de la cuenta oficial de la Generalitat, Torra venía a confirmar el discurso de los CDR y las CUP: las vías de salida insinuadas por Pedro Sánchez no van a ningún lado y en Madrid no parece haber nadie en situación de negociar la libertad de los presos. La única perspectiva al alcance es «el camino esloveno»: proclamar la independencia, hacerla efectiva y negociar a posteriori sus términos.
La oposición unionista es lentita pero tampoco iba a dejar pasar la oportunidad de lo que no podía ser interpretado más que como un llamado a la insurrección y la guerra. Hoy los medios indepes les llaman hipócritas y manipuladores. Nada ha cambiado en realidad desde las perspectivas que publicamos en julio:
La oferta del gobierno para contener a la pequeña burguesía catalana, solo puede financiarse con una mayor desigualdad territorial que pagarían sobre todo los trabajadores de las regiones más pobres vía salud y educación. No es que les cause mucho problema, pero a estas alturas fracturaría aun más a ambos bandos: parecería una traición al núcleo duro de las bases independentistas por un lado mientras por otro alimentaría el fraccionamiento de la derecha atando las manos del PP y lo que es más importante, agravaría previsiblemente las fracturas en el poder judicial.
Como adelantamos en mayo y se hizo explícito en la Conferencia política de ERC en julio, el juego independentista pasa por esperar un agravamiento del conflicto inter-imperialista en Europa y con EEUU que le permita encontrar un avalista internacional para una nueva declaración de independencia. Es verdad que los tiempos les favorecen: Alemania vuelve a la carga con fuerza renovada, EEUU se prepara para una nueva fase de guerra comercial con la UE y el Brexit promete un tira y afloja final dramático. Es muy probable que la crisis económica que se apunta ya en los datos estalle durante el juicio a los políticos independentistas. El escenario se está preparando para una nueva batalla frontal con una nueva correlación de fuerzas en la que el gobierno de España, capturado por un Sánchez capaz de sacrificarlo todo por un día más en la Moncloa, va a llegar inevitablemente más débil, si no frágil, sobre un estado en fractura.
caption id="attachment_516" align="alignright" width="300"]Pero no nos engañemos, al final la clave de toda la situación y de toda posible re-edición de la declaración de independencia es la misma que en 2017. Entonces la hora de la verdad se jugó durante el fracasado «paro nacional» del día 3 de octubre. El compromiso de injerencia de un imperialismo externo solo se puede llegar a materializar si el independentismo es capaz de sostener por sí mismo la independencia el tiempo suficiente enfrentándose con éxito a la inevitable represión y reafirmación del estado. Eso en un primer momento significa la ruptura de los «mossos d'esquadra» con la legalidad imperante, de ahí que todas las batallas internas alrededor de Torra se centren en el control de Interior. Pero a la hora de la verdad significa capacidad de encuadramiento para una guerra, siquiera sea corta y poco cruenta como la de Eslovenia.
Los nacionalismos contra los trabajadores
Esa es al final, la confesión y el proyecto bajo la «vía eslovena». Ningún nacionalismo puede ofrecer hoy nada que no sea un camino más o menos rápido hacia la guerra imperialista que paso a paso extiende su amenaza sobre cada rincón del planeta. No hay independencia estatal en ningún lado, y menos aun en Europa, que pueda afirmarse sin poner en marcha la espiral de las rivalidades imperialistas de vecinos cercanos y lejanos. En todos lados, los cantos a la fraternidad nacional no son más que enganches para llevar a los trabajadores a la degollina de otros trabajadores. No hay «unidad nacional» que no nos convierta en carne de cañón.