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06/08/2019 | Crítica de la ideología

Para la generalización del capital, un sistema en el cual la inversión por adelantado lleva a la larga a un retorno monetario incrementado al propietario, hacía falta un circuito monetario extendido, estable y predecible... Algo que no existió durante siglos. Por mucho que hubiese capital e importantes prestamistas y mercaderes durante el medievo, la situación material -como ya vimos en capítulos anteriores- y hasta la propia manera de concebir la moneda convertían en prácticamente imposible la conquista de la sociedad por la nueva relación social.

En el alto medievo, la circulación de moneda era reducida, tanto que la apertura de minas de plata modestas en el este de Europa causaba altibajos notables en los precios y la composición metálica de la moneda. Porque éste era uno de los principales problemas de la moneda medieval, su «valor» estaba explícitamente determinado por su contenido metálico y la garantía del señor cuyo nombre aseguraba la fiabilidad de ésta. La recuperación del legado aristotélico a finales del medievo no hizo más que empeorar la situación, con los maestros de justicia y política -aún no existía la economía como tal, las cuestiones de moneda e intercambio eran parte de la Justicia medieval- insistiendo en la prerrogativa de los reyes para establecer el justo intercambio aristotélico de equivalentes a través del manoseo teóricamente centralizado de la cantidad de metales preciosos. Todo ésto justificado con bellos diagramas geométricos.

En realidad, el reino no acuñaba la moneda, cobraba un impuesto a los acuñadores individuales desperdigados por todo el territorio sin demasiado control y cada ciudad acuñaba ella sus propias monedas, eso sí, siempre con su valor ajustado a la moneda oficial del reino. El sistema bimetálico de metales preciosos -oro y plata- causaba ya de por sí una gran cantidad de problemas, ya que antes de la conquista de América el oro debía ser importado de Oriente a cambio de mercancías de lujo. Además, la caótica circulación interna causaba que, por ejemplo, en Borgoña el oro fluyese hacia el Norte y la plata hacia el Sur del territorio sin control alguno.

Con grandes períodos de guerras y un sistema apenas funcional, esto causaba infinitas «mutaciones» de la moneda, con el reino intentando retirar de la circulación el máximo de moneda posible y reacuñándola -generalmente con una menor cantidad de metales preciosos- para obtener un beneficio al devolver a la circulación moneda con aún menos metales preciosos que antes (apropiándose el rey de la diferencia para sus arcas privadas). Estos altibajos causaban desastres mercantiles y empeoraban la pobreza generalizada:

El domingo sucesivo al duodécimo día de abril se anunció que el «gros» de dieciséis deniers parisinos; no valía más que cuatro deniers parisinos y el «noble» sesenta soles de tournai y el escudo treinta soles de tournai [...] Al martes siguiente, todos los víveres se habían encarecido, las pintas de aceite pasaron de cinco soles a doce soles parisinos, la libra de candela diez soles y todo el resto subió en proporción. Todos los comerciantes vendían así; porque nadie ponía remedio alguno por el interés público. Se decía que eran los propios mercaderes los que poseían el mejor remedio. Es por ello que el pueblo pobre sufría tanta pobreza, hambre, frío, y de todas otras penas que solo conoce el dios del paraíso. Cuando el matador de perros había cumplido su trabajo, la gente pobre le seguía al campo para tener la carne o las tripas...

Journal d'un bourgeois anonyme, circa 1420

Al final de la Guerra de los Cien Años, el reino de Francia intenta armar la primera compañía mercantil de la historia, para monopolizar el comercio exterior, asegurar la llegada de oro de oriente y promover la manufactura. El plan de una flota mercante mediterránea se queda en proyecto, entre otras cosas al descubrir que los burgueses del interior no tenían idea alguna de navegación y no se fiaban lo suficiente como para invertir. Las grandes compañías mercantiles tendrían que esperar dos siglos más. El problema no era menor, no se podía basar el comercio de un territorio al simple intercambio de equivalentes. No había mecanismo general que garantizase la estabilidad de la moneda y el intercambio.

La piedra filosofal de papel

El desarrollo de las matemáticas estaba en plena efervescencia en los dominios italianos del renacimiento. Geometría y aritmética avanzaban bajo el mecenazgo en las ciudades mercantes italianas. No era por pura curiosidad intelectual. Del mismo modo en que los árabes habían hecho avances en las matemáticas saltándose las demostraciones filosóficas en pos del pragmatismo comercial, los libros de álgebra italianos llevaban anexos y secciones -cuando no era el tema del tratado entero- con grandes tablas para el cómputo del interés compuesto y nuevos métodos para calcularlo. Avances en la técnica usada para asegurar la máxima y más estable rentabilidad del capital invertido contribuyen a animar las primeras grandes aventuras financieras. Los propietarios deseosos de invertir en comercio exterior se reúnen en las primeras sociedades privadas mercantiles a finales del XVI. Al principio invierten todos juntos en el flete y las expediciones mercantiles, recibiendo activos cuyo dividendo será pagado al acabar de venderse toda la mercancía de la expedición.

La Compañía de las Indias Orientales llega a obtener regularmente beneficios del 150% sobre el capital invertido originalmente y la política de liquidación de todos los bienes y pago al final de cada expedición se cambia por activos que devuelven dividendos regularmente. La bolsa se crea en Ámsterdam a principios del XVII principalmente para comprar y vender activos de la compañía holandesa, los ingleses correrán sus negocios financieros en los coffee shops londinenses hasta entrado el XIX cuando se funde la Bolsa de Londres.

Como ya vimos, la salida del modelo monetario medieval pasó por algún que otro camino sorprendente. En paralelo a las grandes compañías, durante el siglo XVII estaba apareciendo la primera expresión de la teoría económica a partir de las analogías de los médicos y alquimistas como Michael Maier. Maier fue llamado al margraviato de Hesse-Kassel (actual Alemania) a principios del XVII para ocuparse de la medicina de la corte.... y de la economía, que estaba perdiendo gran cantidad de moneda hacia el extranjero.

Maier se basará en la analogía entre el cuerpo político y la circulación de los humores en el cuerpo natural, según la que la liberación de la circulación monetaria y mercantil dentro del cuerpo social debía conducir a la acumulación de riquezas y a la longevidad del cuerpo político mismo. No sólo William Petty seguirá el espíritu de los tiempos escribiendo los primeros tratados de economía política mientras se dedica a experimentos alquímicos sobre átomos «masculinos y femeninos» y la unión de los opuestos, sino que Isaac Newton, alquimista notorio y gran admirador de Maier, será el encargado de transformar el sistema de acuñamiento de la moneda inglesa centralizando su producción y estandarizándola para mejorar la circulación e intercambio... Sólo faltaba un pasito para juntar el pujante sistema financiero de las compañías mercantiles por acciones con el sistema monetario centralizado, paso que dará un economista y corredor de apuestas escocés de triste memoria, John Law.

John Law tenía una fama doble de genio de las probabilidades y de hacerse echar de cada país en el que residía después de trasquilar a los financieros locales en las apuestas. En su estancia en Holanda investigó el funcionamiento de una de las instituciones más famosas del país, el Banco de Ámsterdam. El banco tenía una fama intachable, aceptaba depósitos en moneda de 300 localidades -y mantenía al día los valores cambiantes de todas ellas- y emitía una clase de bonos de papel que se podían usar para obtener el equivalente al valor inscrito en cualquier otra moneda. Estos bonos eran tan fiables y tan poco variables (comparados con la moneda metálica), que acabaron intercambiándose preferiblemente sobre la moneda metálica, incluso por encima del valor escrito sobre los bonos. Ésto permitió al banco de Ámsterdam captar grandes cantidades de moneda que luego podía usar para cubrir todos los depósitos y emitir deuda, incluso después de grandes desastres económicos. Pero lo realmente nuevo y notorio para Law fue cuando se extendió el rumor de que el banco había extendido grandes cantidades de bonos de papel a la Compañía de las Indias holandesa... Sin que ésta hubiese hecho depósito alguno ni tomado préstamo.

Eran finales del siglo XVII y principios del XVIII, se estaban formando burbujas especulativas enormes sobre las grandes compañías mercantiles basadas en la superchería más absoluta. El Banco de Inglaterra -una vieja propuesta de Petty- acababa de fundarse (1694) financiándose a base de acciones públicamente intercambiables (contrariamente a las compañías mercantiles, cuyos activos fueron durante mucho tiempo sólo accessibles a un círculo privado). Adaptando abiertamente el trabajo de Petty, Law deduce que el valor del dinero puede ser arbitrario y en 1705 sugiere grandes planes monetarios para llenar Escocia de dinero y propulsar la economía basándose en un banco central.

Law consigue el favor de Louis XV en Francia y se prepara para montar un gran «sistema» monetario-financiero de papel moneda basado en la especulación más brutal. Crea un banco centralizado y vende acciones para financiar sus arcas, promete limpiar y volver a trazar las grandes avenidas de las ciudades así como construir una gran red de canales. ¡La prosperidad por fin! Mientras, sigue emitiendo papel moneda muy por encima de la verdadera cantidad de moneda y metales preciosos que contienen las arcas del banco. El precio de los activos no hace nada más que subir y se montan mercaditos para su compra-venta. Voltaire, que se encuentra bajo el mecenazgo de los financieros rivales de Law, se pregunta por la locura que arrebata a los parisinos:

¿Acaso es una quimera? ¿Ha encontrado la mitad del país la piedra filosofal en la imprenta de billetes? ¿Es Law un Dios, un timador o un charlatán que se ha envenenado con su propia medicina? ¿Es la gente feliz en su riqueza imaginaria?

Voltaire, 1720

El banco de Law estaba basado -en teoría- sobre una compañía mercantil del Mississipi que en realidad no existía como tal. La burbuja de la compañía británica del Mar Meridional estalla en 1720 y causa un gran pánico, llevando a los propietarios a cambiar los billetes por moneda del banco de Law lo que, ligado a la inflación causada por el mismo sistema acaba derrumbando todo el esquema financiero piramidal.

La inversión especulativa de capital a gran escala, por mucho que estuviese ligada a un sistema monetario, solo podía derrumbarse al no apoyarse sobre un verdadero circuito productivo. Law había basado sus planes en el mercantilismo de las grandes compañías y la especulación, pero había dejado completamente al margen la manufactura e intercambio internos. Una frágil piedra filosofal de papel, como diría Voltaire.

El giro del capital hacia la circulación interna

La clave estaba en unir el circuito de capitales con el circuito del mercado de bienes de consumo. En el capitalismo plenamente desarrollado, los capitales se impulsan unos a otros a través de la competencia en el mercado de bienes y su reflejo en la competencia por colocar los capitales en las empresas más rentables a través del mercado de capitales... Pero para éso la industria ha de estar bien interconectada y reflejarse en el mercado de inversiones, lo que no era el caso a principios del siglo XVIII. Después del estallido de las grandes burbujas en los años veinte del siglo XVIII, el proto-mercado de capitales británico pasa a estar mucho más controlado y reducido a los activos del banco central, del gobierno y de la compañía de las Indias Orientales. Todo se dirime en los coffee shops de Londres entre la aristocracia mercantilista y los grandes financieros. Los beneficios del comercio triangular atlántico de esclavos, el pillaje, la desposesión del campo y la acumulación primitiva en general, se invierten como capital en mantener a flote la moneda británica y jugarretas financieras como la compraventa de divisas a gran escala durante gran parte del XVIII.

El cambio no llegará de Londres sino de las provincias manufactureras. El parlamento británico tiene como misión ayudar a la formación de corporaciones locales para financiar las obras de infraestructura circulatoria. Se empiezan a formar corporaciones locales financiadas a base de acciones para construir las grandes redes de canales y más tarde de tren. En un principio no son los financieros de Londres los que inviertan su capital en estas obras, sino los empleadores de trabajo asalariado: los propietarios de minas, manufacturas y comerciantes locales invierten los resultados de sus negocios en estas pequeñas y medianas empresas financieras. Al principio el capital tiene problemas para fluir, como bien indican los primeros inversores en el ferrocarril norteamericano, donde la moneda aún es inestable:

En una era en la cual los ajustes institucionales para facilitar el flujo de capitales hacia nuevas empresas estaba aún en un fase embrionaria, el papel del movilizador individual de capitales y su posición social eran cruciales. De ahí la tendencia de la inversión en Boston a «agruparse» en sectores y empresas particulares. Las C.B.&Q. y Atchinson eran las empresas de Boston porque la inversión tendía a ser un proceso de acumulación social [individual] en un entorno al que le faltaba un mercado monetario impersonal y nacional.

Johnson y Supple, Boston Capitalists

Sin embargo, en Inglaterra y EEUU siguen desarrollándose las redes de canales y más tarde de ferrocarriles, empujando la revolución industrial y ayudando a homogeneizar regionalmente las tasas de ganancia a través de los efectos de la aceleración del flujo comercial y la inversión cruzada entre capitalistas, como ya veían los contemporáneos:

Las acciones del ferrocarril se parecían mucho a los activos del gobierno; los ferrocarriles no aparecían, a primera vista, dependientes de los esfuerzos de ciertos individuos, sino en la condición de toda su región tributaria, y su dividendo parecido a los impuestos pagados al gobierno. El inversor en activos ferroviarios parecía no estar poniendo su fe en Vanderbilt o Gould, sino en los industriales, granjeros, productores y consumidores del territorio tributario al que servían los ferrocarriles.

Frederick Cleveland y Fred Wilbur Powell, Railroad Finance

Bien entrado el siglo XIX, antes en EEUU que en el Reino Unido -por sencillas razones de escala- los grandes financieros y empresas del mercado central de capitales acabarán por comprar cantidades de activos de los capitales periféricos y conformar el mercado de capitales nacional, lo que juntado a las sucesivas transformaciones financieras de la moneda y su fusión con el mercado de capitales dará lugar al dinero moderno y a la máquina -de vida corta- del ‎capitalismo ascendente‎. Las inversiones masivas en forma de capital son ya capaces de mover a la sociedad entera y fluir regularmente.

La revolución moral inglesa

Pero no todo es tan sencillo como una historia de flujos e industria. El Reino Unido de finales del XVIII no era el lugar más propicio para la empresa industrial. Desde la aristocracia terrateniente y mercantil hasta los campesinos cuya moral comunitaria no había sido destrozada aún bajo la pobreza más miserable, suponían un obstáculo para la burguesía industrial y las luminarias liberales. A finales de siglo siguen en pie las «Poor Laws» isabelinas que obligaban al trabajo forzado, pero también daban apoyo alimentario y básico a las grandes masas de pobres echados del campo por la codicia mercantilista de la acumulación primitiva. Periodicamente se producen revueltas contra el precio del pan y la situación en Francia causa gran preocupación entre las élites británicas. Siguiendo los pasos de Adam Smith y cerrando la teodicea smithiana por abajo, Thomas Malthus construye un nuevo orden moral que rompe con todo lo anterior. Allí donde Smith apunta que el laissez faire librecambista lleva al mejor de los resultados gracias a la acumulación, Malthus ordena poner en funcionamiento lo que él mismo llama la «máquina» social cortando las ayudas y forzando a los pobres a trabajar para sobrevivir. La vida es actividad, y esta actividad sólo puede ser garantizada por la amenaza del mal de la escasez. Toda la obra estadística de Malthus sobre la necesidad de controlar la población, cuyas famosas ratios nunca demuestra, sirven de justificación para el argumento moral que ocupa los dos últimos capítulos del tratado.

Malthus empezó su teodicea con un análisis crítico de la naturaleza humana. Como en la teoría Aristotélica del movimiento, el estado natural de la humanidad era el reposo. Los hombres eran «inertes, lentos y reacios a trabajar» era el movimiento lo que necesitaba una explicación. Algún empujón era necesario para «despertar a la materia inerte y caótica en espíritu, para sublimar el polvo de la tierra en alma; para causar una chispa etérea a partir del montón de arcilla». Este empujón eran los males físicos y morales causados por la ley de poblaciones. Para evitar el dolor, los hombres entraban en actividad.

Evitar el mal, y perseguir el bien, parece ser el gran deber y ocupación del hombre; y este mundo parece estar peculiarmente calculado para ofrecer oportunidades para los mayores esfuerzos de este tipo; y es por este ejercicio, por esta estimulación, que se forma la mente.

Los hombres eran por naturaleza pasivos; las incomodidades de la vida causaban el movimiento. El Mal era la fuerza motriz del reino humano. Era por lo tanto la fuerza tras la civilización. Malthus se enfrentó a este problema potencialmente vergonzante transformándolo en una teoría de incentivos. En el nivel más bajo el hambre o el frío obligaban a los hombres a buscar comida y formar una sociedad de cultivadores, en los niveles más altos «algunos de los ejercicios más nobles de la mente humana han sido puestos en movimiento por la obligación de satisfacer las necesidades humanas».

DL LeMahieu, «Malthus and the Theology of Scarcity»

Para horror de una parte de sus contemporáneos -y regocijo de otros-, Malthus no sólo tolera sino que celebra el mal y la escasez como fuerzas creativas. La escasez, como garantía de hambre y suplicio para los trabajadores, debe ser mantenida artificialmente para asegurar el funcionamiento de la gran máquina de acumulación hidráulica: el capitalismo.

Malthus conseguirá que se rechacen las ampliaciones a las ayudas a los pobres y se convertirá en toda una figura de su época, influyendo políticos en las islas y formando funcionarios de las Indias que aplicarán sus principios sobre el control de la población a las colonias británicas. La moral de Malthus y Bentham servirá de sustento a todas las discusiones sobre las leyes de pobres y la formación del nuevo proletariado independiente y «libre de vender su fuerza de trabajo»:

El Poor Law Report de 1834, que resumía los resultados de la Comisión Real, estaba repleto de lenguaje Malthusiano:

Hemos visto que uno de los objetivos a los que intenta llegar la presente administración de las Poor Laws es repeler pro tanto esa ley de la naturaleza por la cual la imprevisión o mal comportamiento individual de cada hombre deben recaer sobre él y su familia. El efecto de este intento ha sido repeler pro tanto la ley por a cual cada hombre y su familia disfrutan los beneficios de su propia prudencia y virtud.

Uno de los principales objetivos del nuevo régimen, el informe afirmaba era «la disminución de los matrimonios imprevisores y estropeados; deteniendo así el aumento de la población». Aboliendo las ayudas a los hombres capaces de trabajar y sus familias, la New Poor Law, afirma Dean, reveló su objetivo Malthusiano de «convertir al... trabajador independiente en el único responsible del bienestar de su mujer e hijos».

James P. Huzel, «The Popularization of Malthus in Early Nineteenth Century England»

La moral capitalista no es ni eterna ni realmente arbitraria. El sistema moral del capitalismo celebra la escasez como cadena con la que mantener bien atados a los trabajadores a la clase dominante, mientras canta las alabanzas a lo que se consideraba como el mal hasta entonces. Sus efectos son la atomización progresiva de la sociedad y las relaciones sociales, la ceguera individualista ante el funcionamiento de la sociedad de clases y la imposibilidad para el proletariado -y de hecho para la Humanidad- de satisfacer sus necesidades vitales. La «máquina social» de la burguesía, bien ordenada por su moral, sólo puede funcionar aplastando a los trabajadores bajo sus engranajes. Es hora de enfrentarnos como trabajadores oponiendo a este mundo retorcido y encadenado, nuestras necesidades universales, genéricas, y nuestra propia moral.