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La salud mental y los trabajadores

30/09/2021 | Moral

Francia reembolsará las consultas de salud mental; en España se prepara una ley que promete establecer y dotar un sistema de atención que a día de hoy ofrece poco más que listas de espera y fármacos en mitad de una epidemia que produce más de 200 intentos de suicidio diarios y en un contexto en el que 2 millones de personas toman ansiolíticos a diario. Pero ninguna ley va a parar la trituradora en la que se han convertido las condiciones de vida y de trabajo. Solo la organización y la lucha colectiva puede hacerlo.

¿Un problema de salud mental o de relaciones laborales?

En estas semanas un juicio contra Lidl por su papel en el suicidio de una trabajadora está conmoviendo a los medios franceses. No es el primer juicio similar que afronta la compañía. La cadena de supermerados ya había sido condenada el año pasado, tras ahorcarse Yannick Sansonetti, un técnico de mantenimiento, al constatar los jueces una «falta inexcusable» en la «seguridad» que debería garantizar la empresa.

Ahora, el suicidio de Catherine Lucas, ha llevado a su familia a acusar a la cadena de «homicidio involuntario» y «acoso moral» tomando como base una carta dejada por la trabajadora en la que culpaba a sus condiciones laborales de su estado mental. Los medios recogen las declaraciones de sus compañeros e insisten que Catherine Lucas era una entusiasta de la empresa a la que se dedicaba con devoción.

Catherine Lucas tenía a Lidl en su piel. «Incluso hizo pendientes Lidl»dice uno de sus colegas del que se hizo amigo, Jean-Marc Boivin. Fue una de las primeras empleadas en representar al grupo en la Feria Agrícola de 2015. Dos años después, inauguró el nuevo supermercado Lamballe en las Côtes-d'Armor, convirtiéndose en jefa de equipo de una veintena de empleados. Un desafío, pero también un orgullo para una mujer que en ese momento tenía 45 años. Se incorporó a la empresa en 1994 como cajera y ascendió de rango hasta convertirse en directora de tienda.

Catherine Lucas era lo que hoy llamaríamos una empleada con espíritu «corporativo». «Durante las vacaciones, hacía sus compras en Lidl», exclama Jocelyn Thémista, otra de sus compañeras. Madre gallina tanto para sus dos hijos como para su equipo, era una persona complaciente. «Cuando su gerente le dijo que empujara a un empleado para que hiciera dos horas más, Catherine le pidió que hiciera una y ella tomó la segunda para ella», dice Jean-Marc Boivin, él mismo gerente de la tienda, como ella. Se aseguró de que las madres solteras no trabajaran los miércoles a las 6 a.m.

Liberation

No es ni mucho menos un caso aislado, ni siquiera en Francia. Solo en el servicio de salud y sólo entre los médicos residentes este año hubo más de un suicidio cada 18 días vinculado a las condiciones de trabajo. Tampoco viene de ahora: los suicidios de médicos son una tendencia al alza desde mucho antes de la pandemia.

Soledad, salud mental y correlación de fuerzas

Evolución de las búsquedas «Ansiedad», en azul, y «Depresión» en rojo en Google en España desde 2007. La preocupación por la propia salud mental estalla con la crisis de 2009 y repunta con fuerza desde finales de 2019

El puñado de casos que aparecen en los medios son anecdóticos cuando hablamos una epidemia global que deja alrededor de 4.000 muertos cada año en España -casi un millar más que hace una década-, 9.000 en Francia y mínimo 128.000 en Europa. Pero si los consideráramos significativos, la correlación con la soledad y el aislamiento en el puesto de trabajo sería evidente. Explicaría por algo más que por el sesgo clasista de los medios el protagonismo en los casos de cuadros bajos y trabajadores «ascendidos» como Catherin Lucas.

Pero esa soledad, esa incapacidad para entrever siquiera una salida colectiva no es patrimonio de los suicidas. Estos de hecho son solo la punta del iceberg. Cada vez que los medios escuchan a un trabajador, sea en EEUU o en Francia escuchamos ecos de una misma desesperación:

«Me doy tres años y luego lo dejo. Pienso convertirme en decoradora de interiores». Sylvanie Panhameux es enfermera desde hace unos diez años, casi demasiado tiempo. «Fue una vocación, a los 12 años sabía lo que quería hacer. [Pero] El hospital me hartó hasta asquearme. Ni siquiera quiero ejercer en el sector privado. Daré un giro radical en cuanto tenga las espaldas cubiertas financieramente».

Una enfermera en declaraciones a Ouest France

Pero ¿cuántos trabajadores de enfermería, precarizados al extremo, pueden aspirar sensatamente a que el trabajo «le cubra las espaldas financieramente»? Si los medios prodigan consejos para paliar «síndrome del burnout» y «cuidar la salud mental» es pura y simplemente porque la mayor parte de trabajadores no tienen opción real a cambiar de trabajo y aun cuando lo hacen a encontrar mejores condiciones que las que sufren.

La cuestión de fondo es que aun si llegan a un nuevo empleo por lo general no van a estar menos explotados ni menos solos. Y desde luego no van a mejorar su situación laboral y su salud mental si perseveran en entender las relaciones laborales desde lo individual, como «algo entre ellos y la empresa». No hay salidas individuales para los trabajadores. Individualizados, aislados, somos más débiles que el sistema que nos tritura y solo podemos ir a peor. También en salud mental.

Por mucho que digan los psicólogos de la televisión estatal, el problema no somos nosotros, cientos de miles de nosotros. El problema es que el sistema se ha tornado una trituradora de vidas y uno a uno contra ella no tenemos nada que hacer. El problema es la correlación de fuerzas.

La vergüenza inducida y las trampas son parte del esfuerzo del estado para evitar la única salida a los problemas generalizados de salud mental, solución que es colectiva

La salud mental no es un problema individual sino social

El control de la información sobre depresiones y suicidios es cuestión de estado. Hemos pasado de la opacidad y la voluntad de ocultar cualquier reflejo en los medios, a hacerlo bajo un mensaje balsámico -para ellos- que coloca la responsabilidad en los individuos y presenta las causas sociales como si fueran «hechos de la Naturaleza». Una más en la campaña que nos quiere convencer de que por «vulnerables» solo podemos ponernos en sus manos. Una losa más sobre familias trabajadoras a las que les cae el mundo encima.

Lo malo es que «las manos» del estado y del sistema no solo están ocupadas en que las causas no cambien. Para rematar, no pocas veces lo que hace la mano asistencial no sabe lo que hace la mano represiva. Y una y otra se intercambian víctimas como el gato que juega con el ovillo. La trituradora funciona a dos tiempos mientras problemas y personas de fraccionan e individualizan para invisibilizar la situación de barrios y centros de trabajo.

Porque la salida es colectiva y por eso les incomoda. La naturaleza de la salud mental es social, no individual. No hay solución en «abandonar» ni la vida, ni la esperanza, ni el trabajo, ni el paro. Pero solos, aislados, no somos otra cosa que combustible para la gran máquina de triturar vidas, víctimas y propagadores del horror. La única salida está en organizarnos, unirnos, apoyarnos en la batalla por imponer la satisfacción de las necesidades humanas. Desde abajo. Desde ya.

No lo olvidemos nunca: frente a un sistema insano y anti-humano, solo nosotros, la clase trabajadora, representamos el futuro.