La paz en Irlanda del Norte y la salchicha de la ira
Empieza la cumbre del G7 en Cornualles con una advertencia de Biden a la UE y Gran Bretaña: «No pongan en peligro la paz en Irlanda del Norte». ¿Exagera? No tanto: la Comisión dice que le queda «poquita paciencia» con el gobierno británico y amenaza abiertamente con una guerra comercial. Mientras, los servicios británicos azuzan a los grupos ultras unionistas y usan el aparato mediático del mismísimo partido demócrata de EEUU para sembrar la discordia entre Dublin y Bruselas. Bienvenidos a las «guerras de las salchichas», un nombre supuestamente divertido para una disputa imperialista que puede llevarse vidas por delante este verano.
La guerra de la salchicha
La situación sigue atascada en torno a los controles aduaneros. El protocolo firmado entre la UE y Gran Bretaña como parte del Brexit dejaba al Ulster como parte del mercado único europeo para evitar poner controles fronterizos y mantener la letra de los acuerdos de paz en Irlanda del Norte de 1998. En la práctica eso suponía poner la aduana en los puertos y gravar con aranceles el comercio entre Irlanda del Norte y el resto de Gran Bretaña.
Así las cosas, cualquier comercio entre la isla de Gran Bretaña y el Ulster pasaba a ser una exportación. Y cualquier interrupción a cuenta de las reglas comerciales bruselenses, una provocación en la que la discusión comercial se torna fácilmente augurio o amenaza para la paz en Irlanda.
Ahí es donde entran las salchichas. La UE no permite importar carnes refrigeradas. Hasta ahora el comercio de salchichas desde Inglaterra, Gales y Escocia a Irlanda gozaba de un periodo de gracia durante el que el gobierno británico esperaba poder negociar una excepción. Pero no ha tenido éxito frente a Bruselas.
Respuesta de Londres: prolongar unilateralmente la ausencia de controles... es decir, romper el acuerdo. Respuesta de la Comisión: amenazar con represalias al punto de suspender la entrada de todos los productos británicos libres de aranceles en el mercado único.
Pero estamos hablando de la isla de Irlanda. No hay disputas puramente comerciales. Este roce llega tras un lento ascenso de la tensión imperialista entre Gran Bretaña, Irlanda y la UE como un todo y añade incentivos a la ruptura de la paz en Irlanda del Norte.
Guerra psicológica británica, presión estadounidense
Por si la tensión fuera poca, la edición europea del diario «Politico», parte del aparato mediático del partido demócrata de EEUU, publicó un informe explosivo: la UE estaba pensando, decía el artículo, en cerrar el comercio con Gran Bretaña colocando las aduanas en los puertos continentales. Irlanda quedaría en la práctica fuera del mercado único hasta que se alcanzara un nuevo acuerdo con Gran Bretaña.
Era un bulo y no era muy difícil saber su origen, pero causó un verdadero ataque de nervios entre la burguesía irlandesa que corrió a pedir explicaciones a Bruselas. Los portavoces de la UE lo negaron rápida y violentamente asegurando que nunca dejarían al antiguo colonizador separar a Irlanda del resto de Europa. El rencor y la tensión con Gran Bretaña subían por horas. Nos queda muy poquita paciencia (very thin patience) con Gran Bretaña, declaró el Vicepresidente Šefčovič.
La jugada tampoco parece que haya gustado a Biden. Intoxicar a Político, la herramienta de intoxicación por excelencia de los demócratas en Europa, es una humorada con el sello Johnson que el de Pennsilvania solo podía tomar como afrenta en el día de su llegada a Cornualles.
Su respuesta: poner el tema en primera línea del G7 y movilizar a todo su aparato comercial y diplomático para presionar a Johnson... y a Bruselas. El mensaje es claro: a EEUU le dan igual las riñas comerciales por unas salchichas o el espíritu de un tratado bilateral, pero no quiere una nueva guerra sucia abierta en Irlanda y está dispuesto a presionar con dureza a las partes para que lleguen a un acuerdo, poniendo en cuestión el acuerdo comercial con Gran Bretaña o los mil temas abiertos -desde aranceles al Nord Stream 2 pasando por el Pacto Verde- con las potencias continentales.
Malas perspectivas para la paz en Irlanda
La guerra de la salchicha es solo la última anécdota en una escalada de tensión imperialista que no tiene nada de divertida. Londres ha aprendido a usar las amenazas a la paz en Irlanda del Norte tanto como Dublín y da rienda suelta a los paramilitares en su amenaza de vuelta a la violencia callejera y los atentados para acto seguido culpar a Bruselas de los conatos de violencia en el Ulster. En Bruselas, París o Berlín el tono no es más dulce tampoco. Francia lleva ya tiempo con un tono belicoso exigiendo a Johnson que no juegue con la paz de Irlanda del Norte.
La clave: el comercio entre Gran Bretaña y la UE se ha reducido tanto en el último año (un 25% durante la pandemia) que en las cancillerías europeas entienden que es el momento para marcar terreno a Londres. Cualquier represalia comercial, cualquier incremento de la tensión tendría ahora menos impacto económico que en ningún momento anterior... o posiblemente futuro.
Y la burguesía irlandesa, rememorando cómo quemar aduanas ya funcionó en su día y obnubilada con sus fantasías históricas sobre la utilidad del terrorismo para reunificar bajo un único estado la isla, no ayuda a dar seguridades a una paz en Irlanda del Norte que cada vez tiene un futuro más oscuro.