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La pandemia y la clase trabajadora qué aprendimos hasta ahora

06/02/2021 | Comunicados
La pandemia y la clase trabajadora qué aprendimos hasta ahora

Estamos ante una matanza

Habrían hecho falta más de 6.600 años de atentados terroristas o 1.400 años de violencia de género para producir una matanza similar.

Un año después las estimaciones mundiales hablan de más de 2.200.000 muertos, cinco veces la población total de un país europeo pequeño como Malta. Muy probablemente se queden cortas. En España las cifras oficiales contaban 61.386 fallecidos ayer, pero solo durante 2020 el exceso de mortalidad fue de más de 80.000 personas.

Una enormidad que es difícil incluso poner en escala. Con las cifras históricas españolas en la mano harían falta más de 6.600 años de atentados terroristas o 1.400 años de violencia de género para producir una matanza similar. O 20 de suicidios.

El alcance de la matanza en cada lugar es producto de decisiones políticas

No es una cuestión de responsabilidad individual, cuantas más interacciones sociales se permitan (trabajo, transporte público, centros de enseñanza, ocio...) más contagios se producirán

El número de contagios no depende de la responsabilidad individual. Por muy bien que todos nos protejamos, los contagios se producen en proporción al grado de interacción social que se permita. Cuantas más interacciones se faciliten, más contagios. Centros de trabajo, transporte público, centros de enseñanza, espacios de ocio...

La evolución del número de muertes en España es un buen ejemplo: en abril, dos semanas de confinamiento total bastaron para reducir abruptamente las muertes en mayo y principios de junio. En principio restricciones relativamente severas en marzo y abril rebajaron a niveles casi nulos los casos nuevos en julio. Sin embargo, las prisas por recuperar el sector del ocio y el turismo y la falta de condiciones decentes de trabajo en el campo, alimentaron una segunda ola de la matanza que crece continuamente hasta noviembre, se redujo en diciembre por las restricciones extraordinarias que se introdujeron para salvar la campaña de ventas de Navidad y galopa de nuevo desde enero.

La matanza puede reducirse y contenerse drásticamente

Prácticamente todos los gobiernos y los capitales nacionales han jugado durante este proceso a un equilibrio imposible e inmoral: vidas por capital. Dicho de otra manera: han optado por sacrificar miles de vidas con tal de no dejar morir las inversiones de las empresas.

Si China ha mantenido bajo control la pandemia a partir de abril es porque decidió hacerlo. No fue por humanitarismo ni consideración hacia su fuerza de trabajo. La burguesía china simplemente fue un poco menos miope que la de EEUU, Brasil, Argentina o Europa a la hora de calcular como minimizar daños a medio plazo en sus cadenas productivas.

Paradójicamente puede que incluso desde sus propios intereses haya sido contraproducente. Eso es lo que les dice la OMS y lo que muestra la gestión china. China ha podido volver a una cierta normalidad productiva mediante confinamientos totales en ciudades y regiones enteras. Su objetivo fue reducir el impacto al máximo para poder después, con incidencias de menos de una cifra, localizar y aislar todos los casos activos que vayan apareciendo mediante PCRs masivos de verdad y cuarentenas sobre grupos amplios a la mínima que aparecen media docena de casos.

Desde luego China no lo hace por razones humanitarias ni por un repentino amor de la burguesía de estado china a su fuerza de trabajo. Dan señales más que sobradas todos los días de lo contrario. Lo hace porque le quedó claro en abril que reaperturas apresuradas y restricciones a medias producían repuntes que interrumpían sus cadenas de producción de un modo que amenazaba con dañar al capital aún más a medio plazo. Solo fue menos miope que Trump, Biden, Bolsonaro, Fernández, Sánchez o Costa.

La vacunación no es una solución a corto plazo

Tras comprobar el desastre, la nueva estrategia de los Biden, Merkel, Fernández, Sánchez o AMLO no consiste más que _aguantar caiga quien caig_a -y caen cientos o miles al día en cada país- hasta que la vacunación masiva (75% de la población) sea una realidad y pare los contagios sin tener que imponer más cierres a empresas.

Según Bloomberg al ritmo actual, la vacunación alcanzaría la escala suficiente como para derrotar al Covid en siete años y medio. Confiar todo a la vacunación se llevaría por delante a varios millones de personas.

El problema es que, según Bloomberg, al ritmo actual eso tomaría siete años y medio y se llevaría por delante a millones de personas. Por supuesto los países de capitales más concentrados lo conseguirán antes: en Israel será una realidad durante los próximos meses, en EEUU a principios de 2022, en la UE... al ritmo actual como pronto en 2022, en Argentina y Brasil en 2023.

No hay que olvidar las causas: la vacunación, como el desarrollo mismo de las vacunas, han estado ligados al principio general según el que vivificar los capitales tenía prioridad sobre salvar vidas. Lo hemos visto durante todo el proceso: durante el desarrollo primando tecnologías nuevas de éxito más difícil pero posibles patentes más jugosas, torciendo los procesos de compra de los estados para convertirlos en herramientas para precipitar la acumulación de capitales e intentar crear nuevos competidores aprovechando la desgracia general y finalmente permitiendo que las vacunas desarrolladas sean fabricadas en exclusiva por las farmacéuticas que las patentaron en vez de liberar el uso de las patentes.

El resultado combinado de la decisión de no hacer confinamientos reales, de la incapacidad de la burguesía para articular respuestas universales y de la supeditación de la vacuna a los intereses imperialistas de cada capital es la aparición de nuevas variantes mucho más mortales.

El resultado combinado de la decisión de no hacer confinamientos reales, de la incapacidad de la burguesía para articular respuestas universales y de la supeditación de la vacuna a los intereses imperialistas de cada capital, es la aparición de nuevas variantes mucho más mortales. Según un estudio publicado por Nature, entre los contagiados por la variante británica -que en principio sería menos letal que la brasileña y la sudafricana- la probabilidad de morir es aproximadamente un 35% mayor.

A nivel global los trabajadores han enfrentado la matanza por sus propios medios, pero no ha bastado

Desde marzo pasado hemos seguido un ascenso de las huelgas del Covid en todo el mundo. En sectores como la enseñanza o la sanidad pero también en las grandes fábricas, las reivindicaciones han estado centradas en imponer cierres y condiciones de trabajo que impidieran la propagación. En otros, la reivindicaciones de seguridad vital mínima se han ido expandiendo para cubrir la imposición de medidas de recuperación (de las ganancias) a costa de los trabajadores.

Hasta el momento estas luchas representan la mayor oleada mundial de huelgas en 30 años. Y aun así, a pesar de obtener victorias parciales, no han conseguido torcer globalmente la estrategia de la burguesía y sus gobiernos en todo el mundo.

Las luchas del Covid no han bastado para torcer globalmente la estrategia de la burguesía, pero han mostrado una clase trabajadora que está muy lejos de ser derrotada… aunque también lejos de poder imponer su salida histórica.

Sin embargo, sí han mostrado a una clase trabajadora que lucha prácticamente sincronizada por lo mismo en todo el mundo: afirmar los intereses universales, la vida, contra la lógica abiertamente anti-humana y anti-histórica del capital. Una clase trabajadora capaz de superar la atomización exacerbada por la pandemia y el riesgo de contagio, el apagón informativo más brutal visto fuera de tiempos de guerra y en no pocos casos de superar el tapón sindical. Es decir, una clase trabajadora que está muy lejos de ser derrotada... aunque también lejos de poder imponer su salida histórica.

¿Qué tenemos por delante? ¿Qué hacer?

La perspectiva inmediata es la continuidad de la matanza pandémica entre promesas de una vacunación general que no va a ser realidad antes de un año en prácticamente ningún lugar. Y al mismo tiempo la puesta en marcha de una serie de mecanismos más o menos sofisticados para organizar la mayor transferencia de rentas del trabajo al capital desde la guerra mundial. Entre ellos el Pacto Verde, los cambios en los sistemas de contratación, la reforma de las pensiones y hasta la vivienda. Y es que no mienten cuando aseguran que el capital está en su peor crisis desde 1929. El ataque que se prepara contra nuestras condiciones de vida es también proporcional al grado de contradicciones al que ha llegado el capital.

La urgencia del porvenir inmediato hace aún más importante trabajar en cada momento todo lo que incida sobre las condiciones previas a las luchas: desde la capacidad para organizar discusiones en el centro de trabajo y los barrios a la articulación de redes de solidaridad. Condiciones que la pandemia y todo lo que la rodea han cambiado a lo largo de este año.

Es decir: desde el punto de vista de la clase hay mucho por batallar todavía durante y después de la pandemia. Nos jugamos demasiado como clase, como especie, y en términos demasiado graves como para que, desde el punto de vista militante, puedan bastar los aportes a base de consignas inmediatas o la simple perspectiva histórica.

La urgencia del porvenir inmediato hace aún más importante trabajar en cada momento todo lo que incida sobre las condiciones previas a las luchas: desde la capacidad para organizar discusiones en el centro de trabajo y los barrios a la articulación de redes de solidaridad. Condiciones que la pandemia y todo lo que la rodea han cambiado a lo largo de este año.