La OTAN quiere llevar la guerra con Rusia a África... y expulsar a China del continente
La OTAN está preparando su «concepto estratégico 2022». Se presentará oficialmente en la cumbre de Madrid de junio. Los movimientos y presiones de los estados se suceden para perfilar las «novedades». La más inquietante de ellas: un nuevo «frente ruso» en el Sahel con fuertes ecos y posibilidades de desestabilización en el Magreb y todo África Occidental. Gran Bretaña, Alemania y España lideran la presión que promete abrir una nueva batalla imperialista por el control de África.
¿De dónde sale esto?
Las primeras noticias eran confusas. La prensa peninsular española y sus ecos locales en sus regiones africanas, recogieron mensajes del gobierno según los cuales España presionaba a la OTAN para que se planteara un «despliegue en el flanco Sur», nombre que los militares europeos dan al Magreb.
Las posteriores declaraciones de los ministros de defensa de España y Gran Bretaña, pero también las de Scholz en su actual gira por Níger, Senegal y Sudáfrica, lo dejaron claro: el objetivo primario no es el flanco Sur sino el «Flanco Sur profundo», es decir, el Sahel y todo África Occidental. ¿Los enemigos principales? Rusia... y China.
¿A qué responde?
La reorientación de la OTAN hacia África responde a la reorganización del mapa imperialista africano. Por un lado China, tras desplazar a EEUU y Europa, está ya asentada como principal socio comercial y financiero de buena parte del continente. Una posición que, pese a lo que esperaban sus rivales, se ha reforzado con la pandemia.
Mientras, la estrategia europea para desplazar a Pekín ha fracasado al punto de que Francia tiene que recurrir a Pekín para poder participar en proyectos de calado en sus antiguas colonias. Un plato que no es de gusto en ninguna capital europea en un momento en el que el capital financiero británico y francés salen de países que hasta hace poco parecían reductos inexpugnables.
Pero si China es un competidor a desplazar, Rusia aparece ahora como el enemigo directo. La guerra de Ucrania empezó en el preciso momento en el que Francia y sus tropas eran desalojadas de Mali por el gobierno local, sostenido tras un golpe de estado en 2020, por Rusia. Fue un duro golpe para el imperialismo francés que tras haber sido desplazado de la República Centroafricana y Sudán por las estrategias de Moscú, ve ya insostenible mantener sus posiciones en las últimas excolonias en las que seguía siendo la potencia hegemónica.
La salida francesa no ha sido ni amable por ninguna de las partes. El gobierno maliense acusó a las tropas francesas de crímenes de guerra, espionaje y subversión antes de denunciar sus acuerdos de defensa con Francia y la UE entera. La UE respondió con un paquete de sanciones que está hundiendo aún más la frágil economía maliense. Pero no paró la cosa ahí, a pesar de la denuncia de los tratados militares y de la abierta animadversión del gobierno local, Alemania declaró que estaba preparada para aumentar su contingente militar en el país.
El gobierno de Bamako decidió entonces salir del grupo de países del Sahel creado por Francia y la UE mientras daban luz verde a sus tribunales para llamar a declarar al ministro de Exteriores francés en el caso sobre las violaciones de derechos humanos por las tropas de intervención.
La escalada se saldó con un intento de golpe de estado, que tras fracasar estrepitosamente hace menos de 10 días y dar pie a que el gobierno desarticulara lo que quedaba de la red de influencia francesa en la clase dirigente local, dejó a los servicios secretos franceses en evidencia en todo el continente.
Ahora, con Mali perdido y Burkina y Níger convertidos en los «pivotes» de la estrategia de «recomposición» militar francesa, Alemania está ya reforzando su misión en Níger, donde las tropas francesas ya empiezan a sentir el rechazo local tras disparar a jóvenes manifestantes contrarios al gobierno. Eso sí, por el presidente Bazoum no tienen que preocuparse, lleva semanas animando a los europeos a «no dejarse atormentar» por las bajas que vienen y «tomar más riesgos». Para Bazoum está bien todo lo que concurra a apuntalarle en el poder.
¿Cuál es el peligro?
1 Abrir un horizonte de guerra en el Magreb. Si se considera al Sahel como una frontera «caliente» con Rusia y a Mali como país enemigo, los ecos en el Magreb serán inevitables.
Mauritania es a día de hoy poco más que un protectorado marroquí; Níger el país que más soldados europeos acumula; y Mali un aliado circunstancial pero necesario de Argelia para evitar la consolidación del cuasi estado islamista tuareg contra el que Francia inició su intervención en la región pero en el que acabó apoyándose e imponiendo a a Bamako.
No olvidemos tampoco el cambio de posición de Alemania y España sobre el Sáhara y las tensiones entre Francia y Argelia. Y a todo lo anterior sumemos la constante presión marroquí sobre Argelia y su rearme de la mano de Israel y Emiratos en todos los ámbitos.
Marruecos amenaza ahora el proyecto estratégico del régimen de Argel: el gasoducto a Nigeria. El proyecto siempre fue dependiente de la buena voluntad de las potencias europeas en control en Níger. Argel, consciente, bajó la tensión con París tan pronto comenzó la guerra en Ucrania... Sólo para descubrir que Marruecos está intentando adelantarse. Rabat tiene ya un trazado alternativo y está intentando canjear su apoyo a la nueva presencia OTAN en la región por el apoyo financiero que necesitaría para construirlo.
Resumiendo: la clase dirigente argelina está viendo cernenadas sus perspectivas imperialistas mientras sus «intereses vitales» se ponen impúnemente en cuestión por su rival más belicoso. Está en una situación cada vez más parecida a la de su viejo aliado, Rusia, en el Este de Europa y el Cáucaso. Si no es ya peor desde el punto de vista imperialista. El desarrollo de tensiones imperialistas cada vez más violentas entre los dos grandes estados del Magreb parece inevitable.
2 Un rosario de guerras con Rusia y China por aliado interpuesto. La combinación de refuerzo militar y acceso a minas y fuentes extractivas ha sido una forma de escasa inversión y alta rentabilidad para Rusia.
Pero China lleva tiempo ensayando modelos imperialistas que suponen colocaciones masivas de capital: «zonas especiales» con lógica extractiva -y nulo impacto positivo sobre el capital local-, fábricas ad hoc para la explotación de los bajos salarios locales y créditos inmensos refinanciados una y otra vez para construir grandes infraestructuras.
Todas esas inversiones no van a abandonarse. Al revés, el aumento de la presión de sus rivales imperialistas sólo sirve para recordar a Pekín que necesita «protegerlas». De ahí que Pekín negocie con Malabo abrir su segunda base militar en el extranjero. La primera la abrió en Yibuti.
Pero aunque China se prepare para poder contrarrestar mínimamente a sus rivales, no está en condiciones de librar una guerra en África. Necesita «profundizar la relación» con sus aliados económicos, especialmente con las potencias regionales. No es casualidad si China se está dedicando ahora a rearmar a sus principales aliados en el continente.
Tampoco es casualidad que Scholz haya elegido como sus tres destinos africanos Níger -base de los ejércitos europeos en el Sahel-, Senegal, que ha invitado a China a entrar como referencia militar alternativa en la pelea imperialista saheliana y Sudáfrica, un importante socio financiero y comercial de Pekín, pionero de la cooperación militar y aliado «contra el hegemonismo».
Una vez más, la entrada de la OTAN en África sólo puede acelerar el proceso de decantación de los estados y los gobiernos en bloques económico-militares que EEUU impulsa en Asia y Europa. Su resultado en África no va a ser distinto al que estamos viendo en Ucrania o al que el continente ha vivido cada vez que las potencias europeas y EEUU reequilibraban sus fuerzas y trataban de expresarlo en el tablero africano. La perspectiva es un rosario de guerras por aliado interpuesto.
¿Hacia dónde vamos?
El análisis y crítica del imperialismo nació del estupor que en su momento creó en el movimiento obrero europeo la división imperialista de África en 1885. Desde entonces, un capitalismo convertido en lastre para la especie humana ha hecho del continente en un gigantesco matadero en no pocas ocasiones. Algunas de las potencias en liza ahora lo estaban ya en 1885. Otras son relativamente nuevas organizando matanzas en continente, como China.
Viene ahora una nueva embestida que amenaza con hacer saltar por los aires los ya tensos equilibrios entre los capitales nacionales locales y arrasar países enteros. No cabe quedarse de brazos cruzados.