Podemos encuentra techo
El empujón del nacionalismo español entre otra parte de la pequeña burguesía, aunque encontró pronto su techo poniendo en jaque la «Operación Rivera», llevó a Podemos a evolucionar a marchas forzadas hacia un nacionalismo españolista girondino. De repente el «alto mando» de la formación veía en la Transición española «defectos» y no la «gran estafa franquista» que denunciaba hasta hace poco. Iglesias, un pasito por delante, dejaba entrever una nueva estrategia «republicana» que aglutinara en torno al cambio en la jefatura del estado los descontentos territoriales y sociales. Errejón, en cambio, apostaba por pasar a un «discurso de orden», aprovechar las oportunidades de un parlamento fracturado y demostrar la utilidad de Podemos y las confluencias, es decir, de un proyecto estatal único para toda la pequeña burguesía en revuelta, atrayendo, si era posible, a los trabajadores a una nueva ilusión democrática. Pero el que supo jugar esta carta fue Sánchez. Su llegada a Moncloa encontró a Podemos con el pie cambiado, llevando a plebiscito la compra del chalet de Iglesias y Montero como única respuesta posible ante la desafección creada entre sus propios valedores por una ostentosa compra inmobiliaria que recogieron los medios de toda Europa. El plebiscito de «Villa Podemos» consiguió más participación de la esperada, pero evidenció la patrimonialización de Podemos por la pareja dirigente que solo podrá hacer frente a los pagos de la hipoteca si mantienen sus cargos, o similares, durante décadas. «Anticapitalistas», la corriente mandelista de la formación, heredera de la antigua LCR, aprovechó la situación para cerrar un acuerdo con el viejo PCE stalinista transmutado en iu-Andalucía que muy posiblemente le permita fortificarse en las primarias que vienen contra los intentos «pablistas» de imponer una candidata alineada con la dirección central. Dicho de otra manera: el affaire Villa Podemos dio aire a las fuerzas centrífugas regionalistas y amenazaba con llevarse por delante el centralismo pablista trabajajosamente mantenido durante lo más duro de la crisis catalana. No cabe duda de que este fue uno de los motores del aparentemente suicida apoyo incondicional de Iglesias a Sánchez. Podemos no ganó cartera alguna -con lo que la estrategia de la «fuerza de orden» se hacía imposible- el PSOE le dio cuerda para un par de reformas legales difícilmente movilizadoras y el control de RTVE. Y las encuestas devuelven una inevitable bajada de expectativas electorales. El «vía crucis» podemita parece que no ha hecho sino comenzar.Podemos y la reinvención de la izquierda europea
Este fin de semana Errejón e Iglesias «descorcharon» confesando, cada uno a su manera, que «el momento populista ha pasado en España». Lo que se dibuja es la aceptación de un destino institucional como muleta izquierda de Sánchez:Es decir, Podemos valida la jugada a medio plazo de Sánchez, renunciando a postularse como esqueleto de la renovación del aparato político de la burguesía española. Es un fracaso brutal, una demostración de la impotencia histórica de la pequeña burguesía española para dar forma al aparato político del estado. Una confesión en los hechos solo comparable a la impotencia del independentismo catalán. Y precisamente por eso tiene trascendencia continental.La esencia populista de Podemos queda tocada en la nueva coyuntura política. El mejor ejemplo es que la formación está transitando del eje ideológico de «los de abajo contra los de arriba» al de «izquierda contra derecha». El líder de Podemos lo asumía ante los suyos en el Consejo Ciudadano Estatal al reclamar a Pedro Sánchez que «mire a su izquierda». Durante el último programa de 'Fort Apache', que presenta Iglesias, profundizaba esta lectura al reconocer el cambio en la política de bloques: «En las próximas elecciones habrá una realidad de gobierno en la que o bien manda PP con Ciudadanos o mandamos nosotros con el PSOE».
Una «izquierda de la izquierda» para Europa

Caricatura sobre la «superación» del memorandum y el protectorado europeo sobre Grecia, principal triunfo enarbolado por Tsipras y su gobierno
Es un equilibro difícil, casi un fonambulismo, pero la apuesta podemita y bloquista parece orientarse a redefinir a esa «izquierda de la izquierda» llevándola a un lugar entre el gobierno y la oposición. Soporte de «gobiernos progresistas» presentados como «mal menor» que pretendan hacer tragable los envites de la guerra comercial y la crisis ya peremne; y al tiempo alternativa «cultural» desde un radicalismo verbal que mantenga la ilusión electoral entre los sectores más activos de los trabajadores. Por eso es previsible que Podemos, como el Bloco, teatralicen una y otra vez el fracaso de iniciativas retóricas de apuntalamiento del sistema de protección social, irremediablemente saboteadas desde los partidos socialistas en el gobierno en nombre de la «responsabilidad» o la falta de mayorías suficientes. Acto seguido Bloco y Podemos asegurarán con gesto contrito no tener más remedio que apoyar parlamentariamente a los socialistas para evitar el mal mayor de la derecha y cifrarán el cambio al triunfo en unas futuras elecciones. La «nueva izquierda» pretende hacer de su propia impotencia virtud, vendiendo ilusiones electorales inconducentes desde la cómoda poltrona de oposición interna de los bloques de gobierno. «Villa Podemos» no fue un desliz sino un ensayo escénico.