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20/12/2019 | Actualidad

En un marco de constante desarrollo de la lucha por mercados, los juegos sindicales y las «luchas democráticas» dirigidas por la pequeña burguesía son un una trampa sin otro destino que el trágala y la instrumentalización. Para romper el cepo necesitamos consignas concretas que permitan avanzar las luchas, pero también formar grupos políticos que aceleren el desarrollo de un programa y un partido de clase. Esta semana se ha visto con claridad.

La consolidación del «trumpismo» como estrategia del conjunto de la burguesía en EEUU. Mientras el aparato político de EEUU se sumerge en un «impeachment» ritual, el paso al Senado del nuevo tratado de libre comercio muestra el consenso de la burguesía estadounidense sobre los resultados de la guerra comercial abierta por Trump. Lo que es aun más significativo: la única oposición -Sanders- lo es por más proteccionista, no por menos. La esencia del «trumpismo» ya es plenamente aceptada por todos: que la definición de prioridades militares y políticas de EEUU, venga dictada en primer lugar por la balanza comercial y que esta se renegocie país a país.

La primera ministra escocesa ha solicitado ya formalmente un nuevo referendum de independencia. Por otro lado, el Tribunal de Justicia de la UE ha dado un serio varapalo al juicio de los organizadores del referendum de independencia catalán, abriendo la espita por primera vez de un posicionamiento anti-UE de la derecha española. El cuadro general en Europa es el de un renacer de la tendencia a la territorialización de la revuelta de la pequeña burguesía, territorialización cada vez más imbricada en el desatarse de las rivalidades imperialistas dentro de la propia UE.

Pero la lógica de la fractalización de las divisorias imperialistas y de la clase dominante va más allá del territorio. Territorialización deriva cada vez más en etnificación allá donde las clases y subclases están etnificadas. Es cada vez más burdo en Cataluña y en Bosnia, como antes lo había sido en Siria, pero ahora adquiere dimensiones continentales en India, donde la nueva ley de ciudadanía pone en peligro las libertades mínimas de los musulmanes de todas las clases. Como era de esperar, la pequeña burguesía musulmana lidera las protestas que irremediablemente fortalecerán el ‎nacionalismo‎ secular indio mientras no aparezca una respuesta única de la clase trabajadora, herida doblemente por esta jugada: herida en tanto que pérdida de libertades básicas, herida en tanto que dividida mientras el terreno de respuesta siga siendo la reivindicación de las libertades en un plano étnico-religioso. Y aun queda el alineamiento imperialista, para el que no faltan candidatos. En pocos casos como éste se ve con tanta claridad la necesidad de incorporar la reivindicación de libertades básicas para los trabajadores sin solución de continuidad con las reivindicaciones anticapitalistas.

En Francia, la jugada sindical está intentando bajar todavía más el listón desde lo previsto. La medida está siendo la «tregua de Navidad» pedida por el Eliseo y a la que ya se apuntaron UNSA y dirigentes de CFDT. Sin embargo «la cólera no cesa» y la presión de los trabajadores está haciendo recular el intento. La cuestión es que no es tan fácil romper el cepo sindical aunque una mayoría de trabajadores tenga claro que su papel es poner el lazo a un nuevo trágala del capital nacional. Una situación similar fue característica en las luchas de finales de los ochenta en toda Europa. Y sin embargo sin una perspectiva y unas reivindicaciones concretas que permitan ir más allá, es casi imposible ir más allá de la asamblea puntual que toma la lucha en sus manos. ¿Qué significa ésto? Que la prioridad hoy es formar grupos militantes en el seno de las luchas, grupos que vayan más allá de la concreta de una empresa o una reivindicación determinada. Grupos útiles a la extensión de las luchas pero sobre todo a la extensión y profundización de la ‎consciencia de clase‎. Sin ese «partido en devenir» jugando un papel activo, las luchas encontrarán inevitablemente un techo demasiado bajo como para alcanzar incluso sus objetivos inmediatos. No hay lucha de clases que vaya a ningún lado sin reconocerse como lucha política.