La Izquierda Comunista no fue comunista de izquierda
Englobar a la Izquierda Comunista histórica con la llamada «comunización» en un cajón de sastre llamado «comunismo de izquierda» es un sinsentido que se convierte en verdadera estafa política cuando nos detenemos a estudiar qué es la famosa «comunización».
¿Qué fue la «Izquierda Comunista»?
Llamamos Izquierda Comunista al movimiento internacionalista que comenzará luchando contra la degeneración de la IIIª Internacional, buscando corregir los errores heredados del pasado reflejados en su programa, enfrentando desde 1928 el triunfo del Termidor en Rusia y el papel contrarrevolucionario de la Internacional y los partidos stalinistas. Vista en la perspectiva del tiempo, la Izquierda Comunista, incluida la Izquierda Comunista Española fue la respuesta de la clase ante la necesidad de clarificar la derrota «desde dentro» de la Revolución rusa y la consiguiente destrucción de la IIIª Internacional como organización política mundial de la clase trabajadora. Al responder a una necesidad universal, fue un fenómeno global aunque -como expresión natural de una dolorosa y profunda derrota- se viera fragmentada en agrupaciones «nacionales».
Se puede decir que el tiempo histórico de la Izquierda Comunista concluye en la década entre 1943 y 1953 cuando las principales corrientes que han mantenido una práxis internacionalista en el seno de la IVª Internacional denuncian la traición al internacionalismo de ésta y configuran una nueva plataforma que parte de la denuncia de la Rusia stalinista como capitalismo de estado imperialista, haciendo además:
- la crítica del carácter supuestamente socialista de la propiedad estatal;
- la denuncia del carácter reaccionario de la «liberación nacional» que se evidenciará en la guerra
- la afirmación de la necesidad de circunscribir el frente único a las fronteras de clase so pena de vender como «obreras» imposibles y destructivas alianzas con sectores de la burguesía;
- y la denuncia de la absorción de los sindicatos como órganos del capitalismo de estado.
Las izquierdas comunistas que quedaron al margen del reagrupamiento internacional -italianos y sus derivados franceses- llegarán, aunque no todos, no completamente y no siempre sobre posiciones coherentes, a un cuadro similar en el mismo periodo.
¿Qué es el «comunismo de izquierda»?
El llamado «comunismo de izquierda» («left communism») es un concepto que engloba a la Izquierda Comunista -sobre todo a las corrientes italiana y germano-holandesa-, a los grupos y tendencias que le dan continuidad (desde el «consejismo» al «bordiguismo») y a los pensadores de la «comunización».
La amalgama tiene poco o ningún sentido. Asociar una etapa histórica ya cerrada del movimiento comunista a los grupos que parten o dan continuidad hoy a sus posiciones es aceptable aunque no deja de perder matices importantísimos. Pero equiparar eso a un puñado de pensadores y grupos intelectuales sin ninguna relación orgánica o política con lo anterior es sencillamente un sinsentido. Sinsentido que se convierte en verdadera estafa política cuando nos detenemos a estudiar qué es la famosa «comunización».
¿Qué es la «comunización»?
La «comunización» no nace de una tradición organizativa ni militante, es en realidad un conjunto más o menos convergente de autores y pequeños grupos literarios no relacionados directamente con la lucha de clases que aparecen a partir de los años sesenta. Por eso tampoco tiene un programa o un cuerpo de posiciones homogéneo. Es una corriente intelectual al modo en que lo fueron el «existencialismo» o el «postmodernismo» del que en cierta forma hace parte. Resumiendo y sintetizando elementos comunes y destacados de los distintos autores, los fundamentos de la comunización serían:
- El capital es un haz de relaciones que configura a la sociedad como un sujeto total, como un ser colectivo único, un homúnculo. El sujeto de la historia contemporánea no son las clases ni la lucha de clases, sino el capital que configura y da forma a sus partes.
- La historia de la sociedad bajo el capital, su desarrollo, es el movimiento que va de la «dominación formal» (la sociedad de clases enfrentadas) a la «dominación real», una fase en el que el capital escapa ya al control de las mismas clases dominantes y se convierte en el tejido social mismo. Bajo la «dominación real» del capital, éste ni siquiera se centra en la producción, sino en su propia reproducción material y simbólica.
- Las ideas mismas de fuerzas productivas y de progreso, de modo de producción y de decadencia, expresan que el proletariado y sus expresiones políticas nunca abandonaron el programa del capital: el «desarrollo», que no sería otra cosa que desarrollo del propio capital, puesto que el capital es todo el tejido social.
- Que la revolución proletaria abriera un periodo de transición, el socialismo, capaz de culminar en una sociedad de abundancia hiperproductiva y en metabolismo común con la Naturaleza, el comunismo, nunca fue otra cosa que una utopía, pues la idea de progreso reproducía la misma lógica, el capital mismo.
- La idea de una clase universal portadora en su ser social del comunismo, sería por tanto absurda: la parte -el proletariado- no puede elevarse al todo -la sociedad- abandonando lo que la constituye y define en su ser y comprensión del mundo como clase: el capital. El comunismo nunca fue posible.
- Lo que sin embargo siempre fue posible fue la «comunización», la negación pura y simple de las relaciones sociales dominantes y su fin abrupto mediante la revuelta generalizada del conjunto social. El homúnculo desligaría sus partes y se desmoronaría. ¿Pero qué partes impulsarían el proceso si las clases no son sujetos históricos? Todas: las revueltas raciales, de género, obreras, las protestas medioambientales, las algaradas y saqueos del lumpen... todas ellas son expresiones particulares, «parciales», de las contradicciones del capital. Por sí mismas ninguno de sus protagonistas configura un sujeto histórico... ni falta que hace. No se trata de que ninguna parte, identidad o clase, «mueva» la sociedad hacia ningún lado -solo es posible que mueva al capital y por tanto que lo reproduzca. Bastaría sin embargo con que se «agitaran», se revolvieran hasta desmoronar el tejido social que las une. «Separarse» de la producción al estilo Tiqqun o casa okupa, formando pequeñas comunidades improductivas y conscientemente parasitarias, jugaría en sí mismo un papel de vanguardia. Los saqueos y explosiones del lumpen mostrarían mejor que ninguna huelga de masas la forma de negar el capital: tomar la producción y disfrutarla/consumirla negándose a producir después nunca más.
- La «comunización» daría paso inmediato no al fin del trabajo asalariado, sino al fin del trabajo social; no al fin de la mercantilización de la producción, sino al fin de la producción social; no a una sociedad autoconsciente sino a la desaparición de la sociedad; no a un metabolismo común con la Naturaleza sino a una «regeneración» de la Naturaleza por el fin de la sociedad humana.
La Izquierda Comunista no era «comunista de izquierda»
Los «comunizadores» gustan de «interpretar» citas y apuntes de Marx con «sentidos nuevos». Por ejemplo, la distinción entre dominación formal y real del capital en Marx hacía referencia a las formas en las que el capitalismo se expandió absorbiendo industrias o regiones que tenían otros modos de producción: primero integrándolas en el mercado mediante el intercambio (dominación formal), abriendo puertos, mercados y cambiando producción industrial por materias primas, artesanías, etc; luego introduciendo las relaciones capitalistas hasta dar forma a la producción y el conjunto de relaciones sociales en ese territorio (dominación real), transformando el marco jurídico, creando industrias, colocando capitales en distintas actividades y dando pie a la formación de un proletariado local.
Pero como hemos visto, la «comunización» no es más que un pastiche sofisticado del anarquismo individualista. Con el viejo Malatesta afirma que la revolución ha sido posible siempre, con Bakunin que no hay sujeto revolucionario como tal, con Kropotkin que la idea marxista de un desarrollo productivo liberador es imposible, con Stirner que no hay otro principio ni objetivo revolucionario que el individuo y su capacidad deseante; y con Thoreau que no hay reconciliación posible entre Humanidad y Naturaleza, sino negación de la sociedad y afirmación del individuo, aislado, en la Naturaleza.
Niega de partida la existencia de una clase capaz de revolucionar las relaciones sociales y hacer realidad una sociedad desmercantilizada y abundante. Es decir, niega el fundamento mismo de todo el análisis marxista, la clase universal. Y no siendo ya revolucionaria la lucha de clases, no habiendo sujeto histórico en la clase, se desvanece toda consideración sobre una fronteras de linde entre posiciones de clase y posiciones burguesas. Todo lo que agita el cuerpo social es revolucionario y necesariamente burgués al mismo tiempo, salvo quizás, aquello que no tiene otra aspiración que la apropiación individual y directa: las algaradas y saqueos del lumpen.
No existe continuidad ni comunidad alguna entre la Izquierda Comunista histórica y la «comunización». Los principios, objetivos y legado de una son opuestos a los de la otra. Por otro lado, no podía ser de otro modo. Las posiciones de la Izquierda Comunista fueron el resultado de una serie de experiencias de clase en el seno de organizaciones militantes que, en continuidad con una larga serie de expresiones políticas de la clase intentaron dar respuestas a la necesidades y escollos de la lucha de clases. Sus posiciones pretendían ser y expresarse como formas elaboradas de consciencia de clase útiles para las luchas de los trabajadores como clase. Por contra, la «comunización» es el producto de las «reflexiones» y ocurrencias de una serie de académicos y para-académicos que parten de la negación misma de la lucha de clases, que niegan al proletariado como clase revolucionaria.
No, no existe continuidad ni comunidad alguna entre la Izquierda Comunista histórica y la «comunización». El «comunismo de izquierda», es un concepto estafa para vestir con legitimidad histórica un pastiche anarquista y reaccionario. Ni la Izquierda Comunista nunca fue comunista de izquierda; ni sus continuadores podremos aceptar que sea colocada o seamos colocados nosotros, bajo una categoría común con la más decrépita y reaccionaria de las expresiones sesentayochistas.