La «Izquierda Comunista Argentina» y el Internacionalismo
El argentino es el primer grupo suramericano de la Oposición de Izquierda. Surge de una escisión del Partido Comunista, el «Partido Comunista de la Región Argentina» que había planteado su escisión sobre bases políticas locales. Cuando el PCRA rechaza alinearse con la Oposición de Izquierda Internacional, tres trabajadores, miembros de su dirección, lo abandonan y fundan el «Comité Comunista de Oposición». Estamos en 1929. El pequeño grupo sobrevive a la dictadura uriburista y en 1932 se constituye como «Izquierda Comunista Argentina» (ICA). Abren un localito y publican un «Boletín de Oposición» en línea con los temas y perspectivas de la oposición internacional (comité anglo-ruso, revolución china, rechazo del «socialismo en un solo país», etc.). En 1932 ganan su primer grupo de trabajadores encabezado por Pedro Milessi. En agosto de 1933, un joven socialista que ha estado estudiando en España y hecho contacto con la «Izquierda Comunista Española», Antonio Gallo, funda el periódico «Nueva Etapa». Los dos grupos se fusionan a principios de 1935 bajo la sigla «Liga Comunista Internacionalista». Sus publicaciones, «Nueva Etapa» y «Tribuna Leninista» son sustituidas por la revista «IV Internacional».
¿Revolución Socialista o Liberación Nacional?
Gallo (que firma como «Ontiveros») es el primer teórico de aquella joven izquierda comunista argentina. El debate con el entorno stalinista y socialista se plantea en términos de alternativa: alianza con la burguesía nacional -ya sea bajo la forma de «liberación nacional» o de «frente popular»- o revolución socialista. Rechazan abiertamente la alianza con los sectores burgueses y plantean que de tener algún significado la «liberación nacional» no sería otro que la ruptura con el capital monopolista, algo que solo la revolución de los trabajadores puede plantear.
¿Qué significa la lucha por la liberación nacional? ¿Acaso el proletariado como tal no representa los intereses históricos de la Nación en el sentido que tiende a liberar a todas las clases sociales por su acción y a superarlas por su desaparición? Pero para ello necesita, precisamente, no confundirse con los intereses nacionales (que son los de la burguesía pues ésta es la clase dominante) que en el terreno interior y exterior se contradicen agudamente. De manera que esa consigna es rotundamente falsa (...) afirmándose nuestro criterio de que solo la revolución socialista puede ser la etapa que corresponde a los países coloniales y semicoloniales.
En mayo de 1936, este análisis, tan cercano a Rosa Luxemburgo, se convierte en base de su aporte al programa de la «IV Internacional», donde la consigna «contra el social-patriotismo y la defensa nacional, por el derrotismo revolucionario ante la guerra y sus preparativos» se fundamenta en el
reconocimiento del carácter internacional y por lo tanto permanente de la revolución proletaria; rechazo de la teoría del «socialismo en un solo país» así como de la política del nacional-comunismo que la completa (liberación nacional).
La desarticulación de la Izquierda Comunista Argentina
Es decir, el grupo original de la izquierda comunista argentina entendía que la consigna de «liberación nacional», en el contexto mundial del imperialismo, solo podía derivar en una deriva hacia el «nacional-comunismo», es decir, a la supeditación abierta y franca de los intereses internacionales, universales, de los trabajadores al capital nacional argentino. No es por tanto sorprendente que cuando llegue el momento del famoso «giro francés» de Trotski y se plantee el «entrismo» dentro de los partidos socialistas, Gallo encabece la oposición a tal política. Pero la de por sí magra LCI se consumirá en la división que seguirá a este debate que fraccionará a la organización en una pléyade de grupos entristas, primero en el PS y luego en el PSO formado por su izquierda. En diciembre de 1937 aparecerá el último boletín de la LCI.
El primer grupo en ensayar el entrismo en el PS y el fraccionalismo en su escisión «de izquierdas», el PSO, será el de Carlos Liacho. A pesar de la desaparición de los internacionalistas como fuerza organizada independientemente de los partidos de la burguesía, las posiciones teóricas seguían abogando claramente por la independencia de clase. Incluso para los entristas de Liacho, «la lucha antiimperialista es, en primer término, una lucha contra la burguesía nacional» en la que no cabe ponerse a buscar «sectores progresivos» de la burguesía nacional.
En la lucha contra el imperialismo, el partido debe sostener la consigna siguiente en la República Argentina: de acuerdo a las condiciones objetivas, económicas y políticas, no hay lucha contra el imperialismo desligada de la lucha contra la burguesía nacional en su conjunto. La liberación nacional la realizará únicamente el proletariado tomando el poder político, y el peligro de una intervención imperialista terminará cuando sea derribado el capitalismo por la revolución proletaria internacional.
Entre el 37 y el 38, el PSO procederá a expulsar a las fracciones trotskistas que habían llegado a tener cierto peso político y organizativo, produciendo una nueva oleada de desánimo e incluso de desmoralización. Liacho abandonará la militancia por ejemplo. Es en esta época cuando se acercaron a lo que ya no era sino una corriente de opinión, figuras que después serán famosas en la política argentina como Hornero Cristalli (conocido como «J. Posadas») y Liborio Justo («Quebracho») a cuya tendencia se unirá después Hugo Miguel Bressano («Nahuel Moreno»). Son todos ellos los «padres fundadores» del «trotskismo argentino» en tanto que ideología diferenciada. Y lo serán precisamente en la medida en que pongan en cuestión el internacionalismo heredado de la década anterior que seguía por entonces representando Gallo.
Recomposición y puesta en cuestión del internacionalismo
Justo, aventurero, hijo de un ex-presidente y dado a la descalificación fácil, será el líder y el acelerador del proceso. Con grupos de estudiantes afines, restos anarquistas y expulsados del PSO, creará el GOR («Grupo Obrero Revolucionario») que a pesar de tener solo 17 miembros será la primera organización «trotskista» en hacer grandes tiradas (entre 5000 y 10.000 ejemplares). La reconstitución de una organización política de clase parecía que iba a dirimirse entre dos polos. Por un lado el propìo Justo y su GOR, por otro Gallo, que había reiniciado la publicación de «Nueva Etapa» y reconstituido la LCI, liderará el reagrupamiento en la «Liga Obrera Socialista» (LOS). Partiendo de todo tipo de confusiones, las posiciones de Justo evolucionarán en el GOR hacia el nacionalismo mientras los contrarios a la aceptación de la teoría de la «liberación nacional» se harán hegemónicos en la LOS.
Toda posición que trate de justificar la liberación nacional tiene que demostrar primero la opresión de la propia burguesía y después la factibilidad y el carácter progresivo del programa de ésta. Para resolver la primera parte Justo creará un modelo luego repetido mil veces: la oligarquía ganadera, en alianza con el imperialismo inglés, oprimirían a la burguesía industrial y al hacerlo «deformarían» el capitalismo patrio evitando la aparición de un mercado interior dinámico.
La Argentina es un país semicolonial sometido al imperialismo. Esta situación se deriva, en primer término, de su condición de país agropecuario que la coloca frente a los grandes países industriales, en una situación de dependencia análoga a la que se encuentra el campo respecto a la ciudad. La Argentina ha sido, durante largos años, una especie de apéndice económico de Europa y particular- mente de Inglaterra, que absorbía buena parte de su producción. Esta situación deformó por completo el desarrollo armónico de las fuerzas productivas del país, paralizando su evolución industrial la consiguiente creación de un mercado interno, al mismo tiempo que permitiendo a la oligarquía ganadera argentina con intereses pa- ralelos al imperialismo inglés eternizarse en el poder hasta llegar a constituir el principal freno al progreso de la República
La segunda parte sin embargo se esquiva. No hay manera de retratar una burguesía nacional revolucionaria. La burguesía revolucionaria es sustituida por el «pueblo argentino», cuya vanguardia, el proletariado argentino, tendría que realizar el programa nacional de una burguesía inexistente sin poner en cuestión las relaciones de producción capitalistas.
Aprovechemos la declinación evidente y posible caída definitiva del imperialismo inglés, que tiene engrillado al país y paraliza su pro- greso, para alcanzar nuestra liberación económica. En ninguna forma es posible permanecer impasible ante la perspectiva de que esas compañías de servicios públicos, empresas industriales, sociedades agrícolas y Bancos ingleses cambien de dueños y vayan a parar, como herencia de guerra, a manos de los EE.UU., según todas las posibilidades parecen indicarlo. Lo mismo puede decirse de territorios que legítimamente pertenecen a la Argentina, como las Islas Malvinas. El pueblo argentino debe exigir y tomar medidas para que le sea restituído todo lo que le pertenece (...) El pueblo tiene ante sí un doble camino en que se abre esta doble perspectiva: luchar por la liberación nacional o someterse e ir a morir al servicio del imperialismo que lo oprime y explota. Su vanguardia el proletariado revolucionario, debe hacerle elegir su ruta.
Gallo, que es consciente de las implicaciones de la defensa de la «liberación nacional» en Argentina, responde reafirmando la caracterización de la sociedad argentina como capitalista, una «conquista teórica definitiva» heredada de los tiempos de la II Internacional.
Hace treinta años, el dirigente reformista Juan B. Justo afirmó lo que constituye una conquista teórica irrenunciable del proletariado argentino en su conjunto ratificada por centristas del tipo Del Valle Iberlucea, enriquecida y completada por los distintos movimientos marxistas habidos en el país y defendida sobre todo, por los dirigentes de la IV Internacional en Argentina: el carácter capitalista de la evolución del país y el carácter socialista de la revolución. Este principio es la piedra fundamental de la lucha de clases del proletariado argentino, su mejor conquista en el terreno teórico (...) El que niegue esto es un vulgar traidor al proletariado.
Porque al final, bajo el programa de la liberación nacional, toda alianza con la burguesía «progresista» supone supeditar el movimiento obrero al programa de la pequeña burguesía representado por el radicalismo, pretendiendo empujarlo hacia una revolución «anti-imperialista» que ni siquiera estaba en su agenda real.
La burguesía argentina, a diferencia de la de los demás estados indoamericanos se basa en una economía de cierto grado propio, tiene una gran experiencia, cuenta con un Estado bien organizado y un aparato de represión formidable. Ya ha hecho su revolución y está dispuesta a gozar de sus beneficios. No tiene el menor propósito de lanzarse a ninguna revolución «antiimperialista». (...) El radicalismo y la oligarquía son cómplices por igual del capitalismo financiero internacional que domina económicamente a la Argentina (...) No hay más revoluciones democráticas, sino revoluciones socialistas. La IV Internacional no admite ninguna consigna de «liberación nacional» que tienda a subordinar al proletariado a las clases dominantes y, por el contrario, asegura que el primer paso de la liberación nacional proletaria es la lucha contra las mismas
Para Gallo la liberación nacional es una consecuencia de la Revolución Mundial, no un paso previo, una fase inicial de la famosa «revolución permanente». Lo ve claro en la medida además que, de no ser así, se convertiría inmediatamente en la práctica en una variante del Frente Popular.
Hace poco el señor Marianetti [líder del PSO] reeditó esta consigna stalinista y últimamente la han hecho suya un señor Quebracho [Liberio Justo] y los fascistas de la Alianza de la Juventud Nacionalista. Pero en las filas de la IV Internacional no se logrará introducir la menor confusión al respecto. En un articulo reciente de La Nueva Internacional (enero de 1940), el camarada J. Lagos califica de «Variante del Frente Popular» a la consigna de «liberación nacional», posición que es exactamente idéntica a la de los fascistas (...) La «liberación nacional» no tiene nada que ver con nuestro movimiento. ¡Por la lucha de clases! ¡Por la revolución socialista!
En realidad Gallo atribuye una claridad de ideas a la IVª Internacional que estaba muy lejos de ser real. La posición de la IIIª Internacional de Lenin y Trotski había tenido, como señaló Rosa Luxemburgo, consecuencias nefastas para la propia Revolución Rusa en Polonia, Finlandia, los países bálticos e incluso Ucrania. Sin embargo, el apoyo a la «liberación nacional» había quedado como parte del «corpus» leninista y Trotski y la IVª Internacional, enfrascados en defender «el bolchevismo» como una doctrina cerrada frente a la burda manipulación stalinista, no tenían ninguna intención en aquel momento de hacer balance y revisarla. Así que en general, el debate con el dogma se salvará afirmando que la revolución burguesa ya tuvo lugar y que las famosas «deformaciones» no son más que la expresión local del capitalismo decadente. Jorge Lagos, que en ese momento transita del GOR a la LOS precisamente por la defensa del carácter socialista de la revolución en Argentina, escribe en 1940:
Así como valoramos en su verdadera importancia el rol combativo de la clase media urbana y rural, nos negamos terminantemente a condicionar el carácter, la intensidad, la forma del movimiento social de la clase obrera a las veleidades, inconsecuencia y debilidad de la pequeña burguesía, tal como lo pretenden los panegiristas del antiimperialismo. Hay que tener la audacia del ignorante y el desparpajo del charlatán para referirse del modo general que lo hace el autor del folleto [Justo] a la paralización de la evolución industrial del país, como si el país no tuviera industrias e igualmente a la creación del mercado interno, como si éste no existiera. Las características de nuestros países no denuncian deformación alguna de la economía capitalista -por el contrario, la suya es la forma natural de existencia del capitalismo en las semicolonias en la época del «capitalismo moribundo».
En las tesis de la LOS, tituladas «¿Revolución Socialista o liberación nacional?» aprobadas en su conferencia nacional a finales de ese año se avanza aun más.
El movimiento de la independencia fue en la Argentina una revolución burguesa, a diferencia de otros países del continente donde no tuvo características tan nítidas, como en Perú, por ejemplo. En la República Argentina hay proletariado y capitalismo, beneficio y plusvalía, y por lo tanto lucha de clases y la estrategia del proletariado debe ser la de la revolución socialista (...)
Los formalistas pedantes y los oportunistas... reemplazan la dinámica de clases por nociones puramente nacionales. En consecuencia, si la Argentina es un país semicolonial por mucho que hace más de un siglo goce de una independencia política, se convierten en abanderados de la «liberación nacional». La teoría y la estrategia marxistas rechazan terminantemente, en todos los casos, la estúpida idea de que el proletariado deba convertirse en abanderado de ideas y de movimientos burgueses de liberación nacional. (...)
[La LOS] Como partido defiende siempre y en primer término la revolución socialista y la contrapone dialécticamente a la independencia nacional. Es una miserable concesión reaccionaria abandonar la lucha de clases y la revolución socialista para lanzarse a agitar una consigna que, aparte de sernos ajena, es principal motivo de agitación demagógica de fascistas y stalinistas y que, por lo tanto es resistida por todos
¿Que es la liberación nacional? ¿El pago de las expropiaciones, o sea el más pingüe negocio de sus agentes radicales y conservadores? En nuestro país la liberación nacional no es ni puede ser otra cosa que la coordinación monopolista de los transportes o la compra de los ferrocarriles propuesta por Pinedo. El «antiimperialismo» que implica la liberación nacional de fascistas, stalinistas y quebrachistas es una superchería reaccionaria. El mundo debe regirse conforme al capital financiero internacional o conforme al régimen socialista internacional... El único antifascismo de buena ley es el socialismo. Que los advenedizos y aventureros como Quebracho funden la quinta internacional. (...)
Las características de país semicolonial avanzado, la relativa evolución industrial, el alto porcentaje de obreros, las características de la explotación agraria, las tradiciones teóricas, políticas y organizativas del proletariado y, sobre todo, las condiciones de la actual época imperialista de madurez para una economía socialista mundial, determinan la estrategia de la vanguardia proletaia, sección argentina de la IV internacional en formación. Es decir, la estrategia de la lucha de clases y de la revolución socialista. La revolución no puede detenerse en las medidas democráticas ni en los límites nacionales. Se extenderá a los demás países americanos y buscará la solidaridad de los trabajadores estadounidenses. El problema así planteado elimina toda consideración oportunista y demagógica de «liberación nacional».
¿Guerra imperialista o «defensa nacional revolucionaria»?
Lo dramático de todo este debate, polarizado entre el GOR y la LOS, es que se discutía algo mucho más profundo que la táctica y la estrategia revolucionaria en Argentina: se discutía el internacionalismo mismo en su significado más básico.
En caso de participación argentina en la guerra que comenzaba, el GOR defendía la «defensa nacional revolucionaria». Es más, defendía que tal debía ser el caso ante «cualquier guerra de un país semicolonial con un país imperialista». Dejando de lado el artificio de la distinción -el carácter semicolonial de un capitalismo nacional no resta para que sea tan imperialista como los demás en la actual fase del capitalismo- estamos hablando de los fundamentos mismos del internacionalismo. En la práctica el resultado de las posiciones que defendían la pertinencia de la liberación nacional llevaban de cabeza a participar en el encuadramiento de los trabajadores para la matanza imperialista.
Este resultado se materializaría en dos momentos históricos críticos: el estallido en 1947-48 de la IVª Internacional ante el apoyo de varias de sus secciones a las «resistencias nacionales» y la «guerra antifascista»; y durante la guerra de las Malvinas en 1982, cuando prácticamente todo el trotskismo argentino, heredero de aquel debate, apoye la guerra contra Gran Bretaña por el control de las islas, uniéndose unos alegremente al reclutamiento (PST), proponiendo otros (PO) la «extensión de la guerra a todo el territorio» mediante las confiscaciones y nacionalizaciones de las empresas británicas.
El canto del cisne: el PORS
Los 40 comienzan con el asesinato de Trotski en agosto de 1940. Las tropas alemanas han entrado en París y el «Comité Ejecutivo de la Internacional» (CEI) se traslada a EEUU, país en aquel momento todavía neutral, donde la dirección de la IVª es tomada por el sector centrista, el más oportunista y filostalinista del SWP (Cannon). El nuevo CEI, mediotíntico en relación al stalinismo, tendrá mano de hierro con los críticos que comienzan a cuestionar la «defensa incondicional de la URSS» y su caracterización como «estado obrero degenerado». Tal es el caso de Schachtmann y Burnham en el SWP y de Pedro Milessi -sindicalista integrado en la ICA desde 1933- en Argentina. No será el único de los dirigentes históricos en abandonar la militancia ni el más importante. Antonio Gallo, el principal nexo y dirigente histórico de la «Izquierda Comunista Argentina» durante los diez años anteriores, abandona desmoralizado la militancia en agosto del 41 al verse desautorizado por la propia Internacional.
En ese momento «Quebracho» ha convertido el debate sobre la liberación nacional en un debate continental en el que solo el grupo uruguayo -que también ponía en duda la «defensa incondicional»- y una parte del POR boliviano toman posiciones internacionalistas. El CEI, sin entrar en la cuestión principal, ve con preocupación la extensión de la consigna de «neutralidad» defendida por la LOR y redacta en mayo del 41 unas tesis que pretenden corregirla. En la consigna, apunta el CEI:
Está completamente ausente el espíritu de lucha contra los dos campos imperialistas. En su aparente actitud de indiferencia a la victoria de ninguno de ambos campos, no puede ser detectada la actitud proletaria de que ambos campos son en realidad uno y el mismo y deben ser destruídos.
Hasta aquí la posición internacionalista se expresa con claridad... pero el CEI centrista no podía dejar pasar la oportunidad de echar a perder los principios.
Ni que decir tiene, por supuesto, que las fuerzas de la IV Internacional no pueden ser nunca neutrales en una lucha entre un pueblo colonial o semicolonial contra un poder imperialista. Entendemos perfectamente que los camaradas que utilizan el eslogan de neutralidad no quieren dar a entender que serían neutrales en tal caso.
No es de extrañar que la LOS en general y Antonio Gallo en particular se sintieran desautorizados. Sin entrar siquiera a discutir la caracterización de Argentina, que no se sabe si dan por hecha o simplemente prefieren ignorar, refuerzan la perspectiva de la «defensa nacional revolucionaria» de Liborio Justo y sus seguidores. Corrigen sí, la consigna de «neutralidad», coincidente con la burguesía nacional que veía el negocio de proveer de carne e intendencia al ejército británico, pero orientan a los partidos sudamericanos a centrarse en atacar a EEUU.
Los partidos revolucionarios de los países sudamericanos, secciones sudamericanas de la IV Internacional deben utilizar eslóganes que movilicen a los obreros y campesinos de esos países contra todos los imperialismos (...) Atacando no mediante la neutralidad, sino mediante una activa lucha antiimperialista, al imperialismo en general, debe ser dirigido hacia el principal peligro imperialista del momento. En este caso el imperialismo yanqui está alineando a todo Latinoamérica detrás de sus propios fines. Debemos atacar sobre todo al imperialismo yanqui. El proletariado debe distinguirse claramente de su propia burguesía que juega la neutralidad sólo para ganar un lugar para negociar una parte mayor del botín de la explotación imperialista, o para venderse a sí misma por un precio más elevado a uno de los poderes. Hoy es el imperialismo americano quien está siendo ayudado por la burguesía latinoamericana. La ayuda bajo el disfraz de la defensa de la democracia contra el fascismo, debe ser expuesta y atacada por nuestras fuerzas. Debe ser claro que sólo mediante la alianza de las masas latinoamericanas con el proletariado americano podrán ser derrotados tanto el imperialismo americano como las burguesías nativas en sus comunes maquinaciones para guardar a los pueblos latinoamericanos bajo su sujeción.
Como sustitutos al slogan de neutralidad proponemos: ¡abajo la guerra imperialista! ¡abajo el imperialismo yanqui! ¡Contra todos los explotadores imperialistas! Por la unidad socialista de América Latina!”
Las consignas de la CEI quedan muy lejos del derrotismo revolucionario de Gallo y la LOS. Esquivando la discusión sobre la caracterización del significado de la fase histórica para Argentina, proclamando al mismo tiempo la «lucha contra todos los imperialismos» y abriendo la puerta a la «defensa nacional revolucionaria», el CEI da una demostración de libro de qué significa «centrismo». Mientras, los informes del delegado del CEI en Argentina en 1941 muestran el oportunismo galopante que corre tras la censura de la LOS y de Gallo cuando escribe que «el total rechazo de la neutralidad por la LOS, no sólo como eslogan sino como tema de conversación, impresiona a este observador, pues contiene un gran sectarismo y ultraizquierdismo».
Para culminar la confusión, poco después otro dirigente del CEI, Loris, publicará una carta a título personal, criticando las posiciones nacionalistas de Liborio Justo. Frente a la posición de Justo que plantea «que pasen a poder de nuestro pueblo todas las grandes compañías de servicios públicos; empresas industriales, sociedades agrícolas y bancos extranjeros que actualmente nos esquilman y dominan»; Loris responde «¿Y la burguesía nacional? ¿Qué se quiere decir con la fórmula que pasen a poder de nuestro pueblo? Esto es parte del arsenal fuera de época y superado de todos los demagogos pequeños burgueses». Loris sí entra en la caracterización de Argentina del GOR: «El panfleto habla asimismo de la economía argentina como deformada por la opresión imperialista. ¿Será cuestión de restaurar la economía argentina, de hacerla normal? ¿En el cuadro del capitalismo imperialista, es posible esperar para ella que siga un curso armonioso de desarrollo?». Son objeciones obvias. Pero una vez más, recae en el centrismo cuando trata de equilibrar las críticas respondiendo a la tesis central de la LOS. Para la LOS «La guerra entre uno de nuestros países y uno de los sectores imperialistas será una guerra imperialista», para Loris «puede ser» en cambio una «guerra defensiva antiimperialista». Una de cal y una de arena.
La carta levantará la furia de Quebracho y dificultará los intentos del CEI de forzar bajo su dirección una fusión entre la LOS y el GOR (reconvertido en «Liga Obrera Revolucionaria», LOR). La fusión tendrá finalmente lugar en diciembre del 41. El programa ecléctico y centrista impulsado por el CEI para hacer hueco a los «quebrachistas», es desplazado en lo fundamental por las tesis de la LORS. Nace el «Partido Obrero de la Revolución Socialista» (PORS) con una resolución en la que se destaca que «preciso es reconocer que la guerra de la República Argentina, cualquiera que sea el sector burgués que detente el poder y uno de los sectores imperialistas, sería una guerra imperialista».
La debacle final
Quebracho, que se ha autoexcluido de la fusión, no deja de acosar y descalificar a la dirección del PORS, acusando al delegado de la CEI, que trabajaba como periodista de «Time» de «agente del imperialismo yankee». La escalada ahuyenta a buena parte de sus propias filas y culmina en julio del 42 con la denuncia del SWP y de la IVª como «agentes de Wall Street». En el camino intenta arrastrar a miembros del PORS con algún éxito. Un joven Hugo Miguel Bressano, abandona el partido y escribe para la LOR un folleto al que titula «Tres meses de vida en el confusionismo», en el que explicaba su ruptura por sostener las posiciones de Liborio Justo en tomo a la liberación nacional. Justo le premia con un pseudónimo, «Nahuel Moreno», que conservará toda su vida.
Pero lo que sale por la puerta en el congreso de proclamación de la primera sección argentina reconocida por el CEI, entra de nuevo por la ventana. El debate: la actitud ante las elecciones del año 43. El secretario general, las regionales y la base apuestan coherentemente por el abstencionismo, se enfrentan al la redacción del periódico, financiada por el CEI, que pretende apoyar al Partido Socialista. El Secretario General, Narvajas, acusa a las secciones partidarias de la participación electoral de inflar su representatividad. Estas votan su expulsión. Carente de sus líderes históricos y de una decantación clara de posiciones, el PORS se descompone en grupitos locales aislados por la trifulca. El golpe de estado de 1943 y la represión que le siguió, acabarán de dispersar lo que quedaba de él. El «cuartismo» argentino vuelve al estadio de pequeños grupos, algunos a la práctica del entrismo y finalmente, en 1945, con la aparición del peronismo como movimiento masivo, a una reafirmación de la «centralidad de la liberación nacional» y un reagrupamiento en torno a los dos líderes que mantienen a las posiciones de «Quebracho»: Posadas, que integra a su grupo en el movimiento peronista, y Moreno, que sin «ponerse a las órdenes del General» como rezaba el periódico del grupo de Posadas, se consagra en el desarrollo de sus sindicatos peronistas.
Moreno y Posadas serán las nuevas figuras de lo que ya, separado de las tradiciones internacionalistas de la Izquierda Comunista Argentina, podemos llamar con propiedad el «trotskismo argentino». En tal calidad participarán en 1948 en el IIº Congreso de la IVª Internacional en el que la Izquierda Comunista Española denuncia la traición al internacionalismo de algunas de las secciones principales y de la dirección misma de la IVª. Ambos tomarán partido por la dirección que quiere tapar cuanto antes el debate. Ninguno, es obvio, se conmueve porque buena parte de la IVª haya apoyado el reclutamiento en la carnicería en nombre del «antifascismo». Moreno incluso llega a definir la situación en los países ocupados simultáneamente por los aliados y Rusia como de «doble poder», como si los ejércitos rusos -que estaban reprimiendo huelgas y movilizaciones obreras a sangre y fuego en todo el Este europeo- fueran equivalentes a soviets y representaran la voluntad consciente de la clase obrera. Posadas, que establece una identidad política con Michel Raptis (M. Pablo) escribe «aquí encontré gente como nosotros».
Conclusiones
la cuestión de la guerra solo se plantea indirectamente a través primero del «Frente Popular» y después del debate sobre la actualidad o no de la «liberación nacional». El debilitamiento teórico nacerá en el caso argentino del desarme organizativo producto del «giro francés» de Trotski y la aplicación de la táctica «entrista». Es la primera «muerte» del internacionalismo argentino que, de paso, queda completamente aislado de las referencias de sus orígenes, fundamentalmente la «Izquierda Comunista Española». El fracaso del entrismo llevará a una «resurreccion» en la que la decantación sobre la cuestión nacional -que en las condiciones argentinas equivalía a decir sobre el internacionalismo- será determinante. Los internacionalistas se verán bajo la presión permanente del matonismo verbal de Liberio Justo -expresión de una pequeña burguesía cada vez más airada- y perderá a la parte central de sus cuadros fundadores, desautorizados por el centrismo impenitente de la dirección norteamericana de la IVª. Todo en el contexto terrible de la derrota global de los trabajadores que la guerra mundial supuso. Como resultado, el PORS, la organización auspiciada por la dirección de la IVª, que pretendía materializar un nuevo desarrollo organizativo independiente de los internacionalistas, nace muerta: al poco de su constitución, desfallece y se atomiza. Es la segunda muerte de la «Izquierda Comunista Argentina». Esta vez, la definitiva. A partir de ahí y a través del torbellino de los años del peronismo, lo que aparece no contiene ya sus tradiciones y da por liquidadas, sin mayores discusiones, las posiciones internacionalistas y el derrotismo revolucionario. Empieza entonces, como reconocen los propios