La guerra de Ucrania, Apocalipsis de la Globalización
Los presidentes de dos de los mayores fondos estadounidenses, BlackRock y Oaktree han publicado cartas abiertas a sus accionistas con motivo de la guerra de Ucrania en las que declaraban finiquitada la «globalización» y daban grandes lineamientos a los gigantes corporativos del mundo. Estas encíclicas tienen un enorme poder de prescripción entre la burguesía corporativa. El giro global hacia la Economía de Guerra está siendo demasiado rápido y el «Evangelio de la post-globalización» no podía esperar.
El Apocalipsis de la globalización
...según BlackRock
En su mensaje, Larry Fink, presidente de BlackRock, no puede sino reconocer que «las tensiones de dos años de pandemia», a las que culpa de «la polarización y el comportamiento extremista que estamos viendo en la sociedad actual», ya ponían en cuestión la división internacional del trabajo. Y se reafirma en el credo globalizador de los noventa, «sigo creyendo a largo plazo en los beneficios de la globalización y el poder de los mercados de capitales globales», declara, «pero la invasión rusa de Ucrania ha puesto fin a la globalización que hemos vivido durante las últimas tres décadas».
¿Por qué? Porque visto desde los «gobiernos corporativos» estadounidenses, es el momento de acelerar la salida de China y de prever un entorno de inflaciones altas «en casa» en el que los trabajadores tendrán rentas reales menores que gastar en sus productos.
La agresión de Rusia en Ucrania y su posterior desvinculación de la economía global impulsará a las empresas y gobiernos de todo el mundo a reevaluar sus dependencias y volver a analizar sus huellas de fabricación y ensamblaje, algo que el Covid ya había incitado a muchos a comenzar a hacer. [...]
Y aunque la dependencia de la energía rusa está en el centro de atención, las empresas y los gobiernos también observarán de manera más amplia su dependencia de otras naciones. Esto puede llevar a las empresas a realizar más operaciones en su propio suelo o en regiones cercanas, lo que resultará en una retirada más rápida [que la actual] de algunos países [como China].
Otros países, como México, Brasil, Estados Unidos o algunos centros de fabricación en el sudeste asiático, podrían beneficiarse. Este desacoplamiento inevitablemente creará desafíos para las empresas, incluidos costos más altos y presiones sobre los márgenes.
Si bien los balances de las empresas y los consumidores son sólidos hoy en día, lo que les brinda más protección para capear estas dificultades, una reorientación a gran escala de las cadenas de suministro será intrínsecamente inflacionaria.
Incluso antes del estallido de la guerra, los efectos económicos de la pandemia, incluido el cambio en la demanda de los consumidores de servicios a artículos para el hogar, la escasez de mano de obra y los cuellos de botella en la cadena de suministro, llevaron la inflación en los EE. UU. a su nivel más alto en cuarenta años.
En toda la Unión Europea, Canadá y el Reino Unido, la inflación está por encima del 5 %. Los salarios no han seguido el mismo ritmo y los consumidores están sintiendo la carga al enfrentarse a salarios reales más bajos, facturas de energía en aumento y costos más altos en la caja del supermercado. Esto es especialmente cierto para los trabajadores con salarios más bajos que gastan una mayor proporción de sus salarios en artículos esenciales como gas, electricidad y alimentos.
Carta a sus inversores del presidente de Black Rock, Larry Fink, 24 de marzo
Fink también se da cuenta de que a estas alturas el poder del dólar para transferir costes de la crisis desde EEUU a sus aliados empieza a estar tocado y antes de que sea demasiado tarde es hora de proponer una alternativa trazable, es decir, digital, para no perder el poder de excluir o sancionar a rivales.
Un sistema de pago digital global, cuidadosamente diseñado, puede mejorar la liquidación de transacciones internacionales al tiempo que reduce el riesgo de lavado de dinero y corrupción.
y según OakTree
Howard Marks, de Oaktree en su «memorandum» echa la vista atrás un año para recordar cómo «se han puesto de manifiesto las debilidades de nuestra [de EEUU] cadena de suministros globales», llevando a a «muchas empresas a buscar acortar sus líneas de suministro y hacerlas más confiables, principalmente recuperando la producción en territorio nacional» y empujando al alza a la inflación.
Marks insiste en que la clave para entender lo que viene está en los paralelismos entre la dependencia energética de Europa y la dependencia de la cadena de suministros desde Asia en EEUU. Ambos fenómenos contribuyeron al bajo nivel de inflación de las últimas décadas y a contener o reducir emisiones de CO2 en el propio suelo abriendo paso al Pacto Verde.
Pero ambos están marcados por un suministro inadecuado de un bien esencial demandado por países o empresas que se permitieron volverse dependientes de otros. Y considerando cuán críticos son los dispositivos electrónicos para la seguridad nacional de EEUU, ¿qué es lo que hoy en día en términos de vigilancia, comunicaciones, análisis y transporte no depende de los dispositivos electrónicos? – esta vulnerabilidad podría, en algún momento, volver a morder a los EEUU de la misma manera que la dependencia de los recursos energéticos rusos tiene a la Unión Europea. [...]
La invasión de Ucrania ha demostrado que la importación europea de petróleo y gas de Rusia la ha dejado vulnerable en un entorno hostil, ante una nación sin principios al mismo tiempo que la reducción de la generación de energía nuclear ha aumentado la necesidad de la región de importar petróleo y gas. De manera similar, la práctica de la adquisición en el extranjero hace que los países y las empresas dependan de sus relaciones positivas con las naciones extranjeras y de la eficacia de nuestro sistema de transporte.
Memorandum de Howard Marks, presidente de Oaktree, 23 de marzo
Como resultado prevé un «movimiento de péndulo» en el sentido contrario a la globalización, es decir hacia la formación de bloques económico-militares, a costa del PIB mundial, los países semicoloniales que desarrollaron industrias off shore y un serio repunte inflacionario en EEUU y Europa. Así que recomienda a sus socios centrarse en encontrar «oportunidades de inversión en el giro hacia un suministro confiable».
Las diferencias: Europa y el Pacto Verde
Pero quizás, lo más interesante son las diferencias que separan la mirada que proyectan los dos fondos porque reflejan las dudas y dilemas de la burguesía norteameriana al menos en dos temas importantes.
1 Fink se felicita por la forma en que las grandes multinacionales han amplificado el efecto de las sanciones a Rusia, cerrándole el paso al mercado de capitales global. «Esta guerra económica muestra lo que podemos lograr», proclama. Marks, por contra, reconoce que aunque «estamos decididos a influir en Rusia a través de sanciones, sencillamente no es el camino potencialmente más efectivo, porque requeriría un sacrificio sustancial de Europa».
Ninguno de los dos pone en duda el daño que las sanciones harán al capital ruso. El debate en realidad es qué hacer con la UE: llevarla al precipicio de una prohibición de importaciones de gas, como insiste Biden, o darle aire y por tanto tratarla como proveedor o cliente al que conviene cuidar.
2 Pero la cuestión de fondo, como destaca el New York Times es si será posible desarrollar el Pacto Verde o no. Fink ve la aceleración. Marks dice que la cuestión, una vez en marcha un «desacoplamiento» general es la accesibilidad. Dicho de otra manera: Fink mira a Bruselas mientras Marks mira a los países europeos y descubre que en esta dinámica el Pacto Verde entra en contradicción con la supervivencia de más de un capital nacional «carbonero» -como Polonia- al mismo tiempo que incentiva una mayor producción de hidrocarburos en países «verdes» como Noruega.
Lo que no se dice en voz alta
Ambos fondos hacen referencia al «interés creciente por parte de nuestros clientes» en las criptodivisas. Que los grandes inversores con grandes carteras a largo plazo que acuden a un BlackRock o un Oaktree estén interesados en criptos solo puede querer decir una cosa: temen a medio plazo una crisis financiera, una crisis soberana o una combinación de ambas (como hace una década); y al estilo de las empresas rusas ahora cercadas por las sanciones, quieren ir preparando puertas de salida ante eventuales corralitos de divisas.
Es obvio por el tono con el que Fink maneja el asunto que este interés de sus clientes no le hace ninguna gracia y que quiere llevarles hacia la discusión de un sistema internacional de pagos que EEUU pueda todavía controlar. Pero el miedo a una crisis financiera está ahí. Y no puede sino producirnos un escalofrío.
Los trabajadores tras la «globalización»
Lo que reconocen los grandes capitales y para lo que preparan a los CEOs con esta carta, va más allá de las advertencias obvias de inflación y la necesidad de encontrar nuevos destinos para viejas inversiones off shore. Lo que están diciendo es que está en marcha una nueva división internacional del trabajo que a su vez conforma grandes bloques económico-militares para una próxima escalada bélica global.
Y esto, a los trabajadores no puede sino producirnos sentido de urgencia. Porque ahora mismo estamos en plena crisis capitalista sin que el capitalismo esté en crisis, ésto es, puesto en cuestión por una lucha de clases universal y en ascenso. Por el contrario, estamos con una nueva guerra en Europa; y los principales capitales nacionales de todo el mundo están lanzándose al militarismo y reorganizándose con la lógica de economía de guerra.
Esto va a ir más rápido de lo que los analistas pensaban. Y sólo los trabajadores podemos plantarle cara. Hay que empezar a organizarse.