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La exhumación del «procés» y la crisis política que viene

14/10/2019 | España

Con la sentencia del juicio del «procés» se cierra un ciclo abierto en 2012 de agitación y revueltas de la pequeña burguesía española, no sólo de la catalana. Toca hacer balance de cómo queda cada uno en la foto de la sentencia, de las perspectivas desde el punto de vista de la renovación del aparato político y de cómo la crisis económica y las tensiones imperialistas en Europa pueden afectar a lo que viene.

¿Exhumación o resucitación?

Finalmente el Supremo sentencia con penas entre 13 y 9 años los que eran dirigentes de la Generalitat, Omnium y ANC hace dos años. La sala no aprecia «rebelión» sino «sedición». En lo que parece un guiño histórico al juicio de Macià en 1934, lo fundamenta apuntando a la acendrada cobardía política de la pequeña burguesía independentista

Eran conocedores de que lo que se ofrecía a la ciudadanía catalana como el ejercicio legítimo del derecho a decidir, no era sino el señuelo para una movilización que nunca desembocaría en la creación de un Estado soberano

A fin de cuestas es lo que se ha de probar ahora, el «elefante en la habitación» del que solo habla la prensa británica. Los twits de los condenados prometen «persistencia». Las primeras reacciones no sacaron más que a unos pocos de miles de estudiantes a la calle. Pero, mientras las concentraciones van brotando por Barcelona, todavía es pronto para poder responder a la pregunta del día: ¿La exhumación del procés por la publicación de la sentencia hará que resucite el independentismo como protagonista de la crisis en España?

https://youtu.be/2dShp2oQHJ0

La crisis del aparato político español

La revuelta de la pequeña burguesía española fue parte de una serie de movimientos de respuesta de esa clase social a las consecuencias de la crisis en todo el mundo cuya ultimísima expresión se extingue ahora en Ecuador. Las condiciones que la impulsaron no solo siguen ahí sino que están recrucediéndose. Estas revueltas impulsaron en no pocos países, entre ellos España, una renovación del aparato político de los estados que en pocos casos se puede considerar exitosa. Desde luego, no en España.

A día de hoy, en vísperas de elecciones, la hoja de ruta de la burguesía española está todavía en sus estadios iniciales: las expresiones centrífugas del descontento de la pequeña burguesía -el independentismo, pero también una parte de las «convergencias»- siguen condicionando la formación de gobiernos. A la izquierda, «Podemos» se ha demostrado incapaz de unificarlas en una estructura estatal, es más, la propia sentencia aporta a su disgregación aumentando la incomodidad de su posición entre la reinvención del nacionalismo español y el aliento de los regionales. A la derecha el problema simétrico: las dos nuevas fuerzas alimentadas originalmente del descontento españolista -Ciudadanos y Vox- lastran que la renovación del aparato político consolide un nuevo «turno» estable.

Porque en realidad, y con independencia de la magnitud de la reacción a la sentencia del Supremo en Cataluña, nada apunta a que el descontento de base vaya a desaparecer. El fondo económico no solo persiste sino que apunta grave empeoramiento. Y desde luego no puede decirse que el estado haya encontrado una fórmula para recuperar la confianza de la segunda clase social más numerosa. Tampoco que las virtudes ejemplarizantes del juicio vayan a «templar ánimos» indefinidamente. Nada más lejos. Algunos se dan cuenta ya de que a medio plazo la crisis política del estado se reaviviará porque «la gente quiere algo más que un continuo declive».

Pero precisamente por eso, de momento, el inane guión político de los telediarios y la prensa no va a variar. Que Moncloa filtre la sentencia en la fiesta nacional y haga coincidir el cierre de campaña con la exhumación de los restos de Franco es la última función de una obra que ya aburre de por repetida e inconsecuente: su intento de relegitimación sobre una polarización ideológica que ya no puede apoyarse ni en el miedo a Vox ni en el de la explosión de España en cuatro o cinco estados inviables. Sánchez, niño mimado del momento -y con motivos- de la burguesía española, juega ya con la posibilidad de forzar una «gran coalición» con el PP.

El Brexit y la crisis catalana

Alemania, EEUU y Gran Bretaña han sido sombras permanentes en la crisis española. No solo en Cataluña. La agudización de las tensiones imperialistas con el Brexit no ha sido en absoluto ajena a la descomposición del Campo de Gibraltar.

Desde las conclusiones de la Conferencia política de ERC a los planes (o fantasías) de recrear hoy la Revuelta de Pascua irlandesa por los CDR recientemente detenidos, el «realismo» independentista pivota alrededor del deseo explítico de que alguna burguesía rival de la española pase de las palabras a los hechos. Obviamente -oído lo oído- Gran Bretaña viene siendo la candidata favorita de muchos y esta semana, precisamente ésta semana, estamos en el punto álgido del Brexit. Con Johnson y Merkel a cara de perro, el tono general está elevándose hasta el punto de permitir que un primer ministro europeo confiese por primera vez el horizonte final deseado, la reunificación de Irlanda. No es de descartar que -si no inmediatamente, a medio plazo- haga posibles las ansiadas alianzas internacionales que los independentistas se afanan en conseguir y Bruselas en dinamitar.

Un nuevo cierre en falso

En realidad, todo apunta a que la sentencia del juicio que se ha hecho pública hoy no es más que un nuevo cierre en falso. Aun si el independentismo «pincha» de nuevo en su llamado a la movilización, aunque su exhumación no lo resucite inmediatamente, sería pensamiento mágico pensar lo contrario. Las bases que lo impulsaron hasta convertirse en un peligro existencial para el estado, no solo siguen ahí, sino que no pueden sino agravarse... lo que está lejos de significar que pueda solventarse en un sentido u otro de los hoy planteados. Ni la pequeña burguesía independentista catalana ni la burguesía española pueden hacer otra cosa que pudrir más y más el desarrollo de los acontecimientos. Ni una clase ni la otra tienen un programa que no pase por empeorar y atacar directamente nuestras condiciones de vida, las de los trabajadores, para salvar la supervivencia de un capital cada vez más asfixiado y sobre todo, asfixiante para la sociedad entera.


Apéndice: Breves para recordar

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La hoja de ruta del capital español

  1. Renovar el aparato político para volver a tener «gobernabilidad», es decir, mayorías absolutas con las que poder...
  2. ...Reformar la estructura territorial para evitar que los movimientos centrífugos de una pequeña burguesía agobiada por la crisis y los impuestos condenen al estado a la impotencia política; y así...
  3. ...Encarar una nueva oleada de medidas precarizadoras que den oxígeno a un capital nacional que no hace sino devaluarse con cada golpe de la guerra comercial y reducir sus expectativas de crecimiento; un movimiento en el que sería central para ellos...
  4. ...Desarbolar el sistema de pensiones para que pase de ser un gasto estatal creciente a un campo de acumulación para el sector financiero.

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[info]

Los «aciertos» de Sánchez para la burguesía española

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