La «Economía Colaborativa» es capitalismo de libro
Uber ha comprado 24.000 coches sin conductor a Volvo. Los medios lo pintan como el culmen de la innovación... y llevan razón porque Uber es innovación capitalista de libro. Sobre todo de un libro en concreto: «El Capital».
Uber siempre tuvo claro que el valor surge del trabajo. Como toda la «Economía Colaborativa», comenzó haciendo una apuesta por la precarización: en vez de formar flotas de taxis y contratar conductores asalariados, proveía una aplicación que permitía a cualquier usuario registrado en su plataforma «hacer carreras» llevando a otros usuarios. El sistema trasladaba los costes de capital al conductor -que aportaba su propio coche y corría con los costes de mantenimiento- colocando bajo presión a la pequeña burguesía del taxi a la que no solo disputaban clientes sino conductores.
Pero en el capitalismo de estado sectores como el transporte están harto regulados. Las administraciones locales tienen a cargo mantener también el «equilibrio social» y proteger a sus pequeñas burguesías (relativamente). Así que a Uber se le exigieron pronto licencias en casi todos lados y flotas propias en no pocas grandes ciudades. Para ese momento tenía ya, sin embargo, lo más valioso en el capitalismo de mercados saturados de hoy: 57 millones de clientes y capitales masivos dispuestos a colocarse en la nueva aventura que venía. Y lo que venía era, sencillamente, construir un monopolio global que pudiera satisfacer a sus inversores.
¿Cómo lo hizo? Siguiendo paso por paso lo que Marx nos describe en «El Capital»: explotando más el trabajo. Si su primer movimiento como dueño de flotas, se había basado en incrementar el plusvalor absoluto, aumentando las jornadas «colaborativamente» y trasladando gastos a los conductores, el segundo se orientaría a aumentar el plusvalor relativo, es decir introducir tecnologías que redujeran las horas de trabajo necesarias para dar un servicio. Así que Uber fue la primera compañía en invertir 300 millones en el desarrollo de taxis sin conductor. Dicho de otro modo: sustituyó trabajo vivo por trabajo muerto, entrando de lleno en el maravilloso mundo de «la tendencia decreciente de la tasa de ganancia».
Uber, más allá de los farfulleos marketinianos de la «sharing economy», debería ser «case study» en la Escuela de Marxismo, es capitalismo de libro. Y ese libro es en primer lugar «El Capital».
Pero hay una pregunta más: ¿por qué ahora? ¿qué es lo realmente «novedoso» de Uber? Que ofrece a los capitales sobre-acumulados y masivos, que buscan desesperadamente un lugar en el que colocarse, la posibilidad de crear un monopolio global del taxi. Es ese monopolio lo que reduce la anarquía y la atomización, las ineficiencias y el derroche del sistema actual en manos de la pequeña burguesía, con coches sin clientes moviendose continuamente por ciudades abarrotadas. La centralización en un servidor -aunque no muy seguro- y en un sindicato de capitales (que es lo que es Uber) permiten la planificación automatizada y la inversión robótica. Y eso es, exactamente, lo que Lenin predijo hace un siglo en «El imperialismo fase superior del capitalismo».