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La debacle del «Bloque Occidental»

10/06/2018 | Actualidad

Nadie esperaba una vuelta atrás en la guerra comercial. El ministro de exteriores francés ya había anunciado un G6+1 y Macron se había concentrado en preparar un frente común de «los seis». Pero con lo que se encontraron fue con un «seis contra uno».

No solo Trump se marchó cinco horas antes de que acabara la cumbre, sino que cargó contra Trudeau y dio instrucciones de no firmar la declaración de mínimos con la que Macron esperaba «salvar la cara» de los aliados.

Los «aliados» han quedado plantados y en shock mientras Trump volaba hacia Singapur. Trudeau, el anfitrión, el primero. Canadá es, en términos económicos, una región de EEUU. Sobrevivir a una guerra comercial con el mercado del que se es parte pone al capital canadiense en peligro existencial. Por eso Trudeau ha jugado desde la debilidad extrema que le reprocha Trump, evitando alineamientos extremos y tratando de ganar a grupos de presión dentro de EEUU... sin posibilidad alguna. Macron ha liderado la respuesta de los seis, presentando el bloqueo americano como si fuera un berrinche personal de Trump. Pero la realidad es que no estamos ante un problema de carácter, sino ante algo mucho más profundo, una frustración económica profunda de la burguesía americana a la que el carácter de Trump da, como mucho, una expresión menos «diplomática» de lo habitual.

Merkel, mucho más consciente de las líneas de fondo, tan pronto acabó la cumbre convocó de urgencia al núcleo de su gabinete. El mensaje fue contundente, casi brutal, pero compartido por toda la alianza de gobierno: «El orden mundial ha colapsado». O Alemania lidera de modo efectivo a Europa o caerá». Pero ¿tiene capacidad Alemania para «liderar», esto es, para construir un bloque antiamericano a partir de Europa? Los medios alemanes animan incluso a la injerencia electoral en EEUU, pero Alemania no hace más que dar muestras de impotencia en su pretendido liderazgo del continente. El eje franco-alemán se ha convertido en un tira y afloja que desestabiliza más que alinea países alrededor suyo.

La realidad es que la burguesía alemana está paralizada, prensada entre el miedo a una guerra comercial que no acaba de querer aceptar y la necesidad de reformar -aceptando costes- la reforma de la UE antes de que una nueva crisis se lleve por delante en andamiaje existente y resquebraje los aparatos políticos actuales. Los datos económicos hacen sonar una angustiosa cuenta atrás en los oídos de la burguesía alemana. Contra el pronóstico oficial que auguraba crecimiento, los pedidos de la industria caen un 2,5% en abril. Es el tercer mes consecutivo de reducción de pedidos. Y la serie histórica dice que cuando eso se produce, viene, inmediatamente, una recesión. Por eso, cuando el ministro de finanzas alemán propone un «seguro de desempleo europeo» en realidad no está proponiendo un fondo común sino un fondo de créditodel que podrían tomar prestado países como España en caso de que la próxima crisis amenazara con quebrar el sistema. Es llamativo porque no se trata de un mecanismo de redistribución (y por tanto de corrección de las asimetrías desestabilizadoras del euro) sino de un préstamo de último recurso para evitar una fractura social demasiado brusca. Es evidente que el temor de Alemania y de las instituciones internacionales está en los efectos sociales y políticos de la crisis que creen próxima, sobre los países mediterráneos.

Asia en el centro

Mientras el G7 estallaba, China organizaba la cumbre de la Organización para Cooperación de Shanghai (OCS). Además del cofundador, Rusia, y de las disciplinadas repúblicas centroasiáticas, la OCS integraba definitivamente a Pakistán y a India y recibía a Irán como posible candidato. Desde los tiempos de la guerra fría, India había mantenido una relación tan cercana con Rusia como su rival Pakistán con China. El acercamiento político y la colaboración económica directas entre China e India, que siguen a la negativa india a integrarse en la alianza militar regional organizaada por EEUU para contrarrestar a China, es el gran triunfo de esta cumbre... que no deja de mandar un guiño a Alemania que es en realidad, como toda la «Ruta de la Seda», una invitación a conformar un inmenso espacio económico euro-asiático en común.

El éxito definitivo de la estrategia china sería un avance frente a la belicosidad creciente de EEUU. China no duda en presentarse ya -abiertamente para lo que es el lenguaje diplomático chino- como el titiritero tras Corea del Norte y el más interesado en un éxito de la cumbre de Singapur. Espera de ella una pausa en la guerra comercial y una reducción de la presión militar americana frente a sus costas en una sola jugada. Alemania y Francia, pero también el resto de «los seis», se dan cuenta tras la «debacle histórica de Lamalbaie» de que buena parte de su futuro se juega en Singapur. Como escribe «Die Spiegel»: «Cuanto más exitosa sea la histórica reunión con Kim, más difícil será Trump en la disputa comercial con Europa»... lo que le lleva, paradójicamente, a tender puentes hacia Rusia, aunque sea con el gesto torcido.

Para los trabajadores no es un espectáculo

En este rompecabezas global y contradictorio las tensiones bélicas, las ocasiones para el desastre, no van a dejar de multiplicarse. No hay día en que no se avance hacia una guerra abierta en Oriente Medio, que no se insinúe o se organize una nueva matanza de cientos de miles de personas, que no se abandonen a su suerte en el mar a cientos de personas que huyen de la miseria y el caos...

No podemos contemplar el desarrollo del caos y la anarquía capitalista como un espectáculo televisivo, como un cuento ajeno. El futuro del capitalismo y de la guerra hacia la que tensa a la sociedad entera se juega en cada país. Cada vez que nos colocamos bajo una bandera nacional, que aceptamos el siniestro juego de las «identidades» y aceptamos dividirnos, soltamos la correa de las potentes fuerzas de «los mercados» y damos curso libre a la barbarie. No será el pacifismo ni el falso humanitarismo que nos venden lo que pare esta espiral hacia el desastre, sino la vuelta de los trabajadores a la escena reforzados esta vez con unas pocas ideas claras sobre nuestra propia experiencia histórica.