La «cuestión alemana»
En el hemisferio Norte este es el verano de las amenazas: Boris Johnson redobla ante Bruselas con el Brexit a la brava; EEUU amenaza a China ante el salto definitivo de ésta a la guerra de divisas, descreída ya la burocracia china de cualquier resultado negociador de la guerra comercial; Corea del Norte amenaza a Corea del Sur y a EEUU, India cambia el estatuto legal de Cachemira azuzando a los sectores irredentistas en Pakistán... Las tendencias imperialistas se desatan con más fuerza y potencial destructivo que todas las olas de calor. Y sin embargo, una de las más peligrosas se desarrolla aparentemente invisible para los medios, aunque no para los think tanks del estado, en el corazón mismo de Europa.
El capital alemán resiente la guerra comercial
La economía alemana se ralentiza, su otrora símbolo financiero está contra las cuerdas y las expectativas de los dirigentes industriales son las peores en seis años. Cuando por fin parece que el desempleo entre Este y Oeste convergen, las desigualdades hacen sonar las alarmas.
La burguesía inyecta nacionalismo...
Porque, a todo esto, el cambio demográfico va a toda velocidad, a razón de más de 600.000 de personas -400 mil de las cuales inmigrantes- el año pasado. ¿Qué respuesta se le ocurre a la inteligentzia local? Impulsar una «identidad nacional fuerte» y «contagiosa».
...y el nacionalismo amenaza con írsele de las manos
Aunque los titulares vayan estos días a Sajonia donde la AfD ultranacionalista disputa ser el partido más votado a la CDU, por donde amenaza rebrotar la revuelta de la pequeña burguesía alemana -solo aparentemente desviada en el último año hacia los Verdes- es hacia la eurofobia. Crecen las voces a favor de un euro aún más extractivo al punto de amenazar con abrir el debate del «Dexit», la ruptura de Alemania con la eurozona.
La propaganda alemana usa evidentemente el fantasma del racismo nordista para fortalecer su posición en la UE frente a Francia y el Sur. Pero en los think tanks de toda Europa, incluidos los de Defensa, se preguntan hacia dónde está realmente yendo Alemania, ese estado «demasiado poblado, demasiado grande, demasiado rico y, por lo tanto, potencialmente demasiado poderoso como para poder ser compensado por las coaliciones de otros Estados europeos» cuando EEUU...
...torpedea el libre comercio, que es un interés estratégico germano, impulsa los nacionalismos europeos (apoyando el Brexit con absoluto descaro), cuestiona la Alianza Atlántica y denuncia acuerdos internacionales que afectan a la seguridad europea
En «El Confidencial», Esteban Hernández lo expresa con crudeza:
Lo cierto es que la tendencia principal de nuestra época está comenzando a afectar seriamente al país que constituye el centro de la Unión. Y si, como advierten la mayoría de los expertos, una nueva crisis hace acto de aparición, los discursos en Alemania sobre la pesada carga que suponen los países que no hacen los deberes, sobre los que «se gastan el dinero en mujeres y bebida» y luego quieren que los germanos les paguen la fiesta o sobre la inconveniencia de tener que soportar a Estados atrasados a su lado y demás retórica reaccionaria, se van a disparar. Conocemos bastante bien esos análisis neoliberales acerca de cómo los pobres nos roban con su indolencia, así como los deseos de las élites de no afrontar sus responsabilidades. Alemania está girando hacia esa mentalidad con fuerza. Y, a partir de ahí, la «cuestión alemana» volverá a estar presente.
El tenue olor de un fin de régimen
La verdad es que la burguesía alemana no está dividida respecto al principal coto de su imperialismo, la UE. No cometerá errores a lo Cameron dando oportunidad a que facciones hoy minoritarias en el estado y burguesía industrial puedan poner en jaque interés de conjunto del capital nacional. Pero también es verdad que sigue ahí, agitándose, esa pequeña burguesía harta, agobiada, temerosa de «caer», de ser proletarizada en una crisis económica que ve venir y para la que busca culpables en una UE que cede demasiado y «penaliza al ahorrador alemán». Es algo más que un fantasma, es un zumbido, una alarma permanente.
Es este runrún sordo, de momento pasivo, el que hace que la renovación del aparato político alemán esté lejos de poder darse por cerrada. Menos aun satisfactoriamente. El único acuerdo en el poder alemán es, tras una sucesión que muchos dan ya por fracasada, sostener a Merkel aun a pesar suya. La enfermedad de Merkel, verdadero tabú en toda la prensa y la TV alemanas, está mostrando como parte del «bunker» institucional a todo el aparato político, desde «die Linke» a los «moderados» de la AfD. Se siente ya el olor de un fin de régimen.