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La crisis política en Alemania y el tortuoso camino hacia un «bloque europeo»

25/06/2018 | Alemania

La revuelta anti-migratoria de la pequeña burguesía alemana

En diciembre del año pasado alertábamos en nuestro canal de Telegram que la CSU, el partido bávaro asociado a la CDU de Merkel, giraba a la derecha tomando un discurso cada vez más nacionalista. En el marco de un estancamiento de la burguesía en Alemania que -como la británica, la italiana o la española en aquel momento- no acababa de encontrar las formas ni las vías para la renovación de su aparato político, el avance del identitarismo más allá de los avances electorales de la AfD nos parecía significativo. Significativo porque señalaba que la revuelta nacionalista de las pequeñas burguesías europeas empezaba a condicionar incluso el corazón del capital continental europeo. Y esto ha sido así al punto de que «la cuestión migratoria» -el centro de todas las suspicacias y miedos de la pequeña burguesía centroeuropea- ha llegado este junio a fracturar a los más sólidos aparatos partidarios alemanes.

Primero fue el congreso de «die Linke», pero inmediatamente después la relación CSU-CDU y la misma coalición de gobierno cuando Seehofer, el ministro del Interior y líder de la CSU, anunció sin consultar siquiera a la canciller, una legislación que permitiría rechazar «en caliente» a todo solicitante de asilo que hubiera pasado anteriormente por un país en el que no hubiera sido objeto de persecución. Tal legislación suponía una revuelta abierta contra la posición defendida por Merkel y su autoridad en el gabinete. Solo el anuncio llevó a muchos a dar por liquidada la «era Merkel». El diario «Die Welt», tradicional apoyo mediático de la CDU, llegaba a asegurar que «actualmente el poder de Merkel solo existe en el papel».

La crisis paraliza de nuevo a la burguesía alemana embarrándola en diferencias estratégicas de fondo. La revuelta pequeñoburguesa llega a la misma CDU: presidentes regionales del partido de Merkel empiezan a alinearse con políticas de refugio «duras». El gabinete económico arremete contra la propuesta macronita, apoyada por Merkel, de reasegurar los seguros de desempleo. Aunque Merkel pide un frente común europeo y alemán que haga frente a unos EEUU lanzados a la guerra comercial, el debate migratorio es kriptonita para la «Gran Coalición» trabajosamente construida por la canciller. Basta que se plantee para que se refuerce la AfD en los sondeos a costa de CDU-CSU y SPD. Los votos unidos de todos los partidos de gobierno no llegarían al 50%.

¿Crisis de refugiados o crisis del imperialismo franco-alemán?

Todo el aparato político de gobierno se descompone a ojos vista. Merkel responde al órdago del ministro Seehofer ganando tiempo. Obtiene dos semanas para «europeizar» la cuestión prometiéndole que la cumbre del próximo jueves va a dar un marco multilateral a las pretensiones bávaras. Es entonces cuando Macron y Juncker maniobran para salvar a Merkel. La alternativa a la correosa canciller es una nueva parálisis política en Alemania que podría atar de manos a todo el continente. La misma burguesía española se lleva las manos a la cabeza: «si cae Merkel, cae todo», aseguran.

Macron espera que Merkel y el capital alemán empiecen un realineamiento. Porque en realidad el fondo es que la burguesía francesa y alemana se ven abocadas a disciplinar a la UE alrededor suyo, intentar articular un bloque anti-americano y ampliar mercados exteriores para compensar los daños crecientes de la guerra comercial con EEUU y las escaramuzas aduaneras con China. En un primer momento Merkel se dio cuenta de que cada paso adelante solo servía para acelerar la entrada en una era de conflictos cada vez más violentos e intentó marcar distancias con el famoso «impulso» de Macron... solo para arrepentirse cuando la cumbre del G7 le confirma que EEUU no va a dar treguas en la guerra comercial. La la debilidad de Merkel es la de una burguesía alemana que no acaba de tener una posición unificada ni sobre la estrategia imperialista a seguir por Alemania en el nuevo contexto de guerra comercial ni sobre cómo integrar las demandas y los miedos de su pequeña burguesía en la renovación del aparato político del estado.

Salvini, Italia y los refugiados

Alemania no es, ni mucho menos, él único país con la pequeña burguesía en revuelta. En Italia, la formación de un eje Lega-M5S apoyado por sectores industriales de la gran burguesía industrial, condujo la desesperación de la pequeña burguesía hacia un verdadero «movimiento de liberación nacional» contra el euro. Fracasado su primer intento de formar gobierno por la presión de Bruselas y Berlín y la intervención directa de la Presidencia -cabeza del estado y de la burguesía de estado, la nueva dirección política del estado italiano se orientó hacia un nuevo frente. La crisis del «Aquarius» evidenció las fracturas alemanas, su incapacidad para disciplinar siquiera a Austria y Baviera y la incapacidad de la UE para disciplinar minimamente a sus socios.

Pero bajo la batalla demagógica y los argumentos sobre náufragos y refugiados, había mucho más fondo. Para Salvini, di Maio y Conte, es asaltar el euro por su envés poniendo a Italia como llave para la solución de la batalla política interna alemana. Con Merkel acosada por las encuestas y contra las cuerdas dentro de su propio gobierno, la misma prensa alemana reconoce que «las esperanzas alemanas descansan, como tantas veces, en la billetera». Es decir, la burguesía alemana está dispuesta a «pagar». Horas antes de la apresurada cumbre de Bruselas, se conjeturan los posibles intercambios entre Alemania e Italia. La apuesta de los analistas alemanes: que la jugada de Salvini y Conte, persiga un reequilibrio del euro y una condonación oculta de deuda.

La minicumbre de ayer es una buena representación de los límites que la emergencia del identitarismo y las fuerzas centrífugas de la pequeña burguesía imponen globalmente al eje franco-alemán. El «bloque de Visegrado» no defraudó y boicoteó la «mini-cumbre»; Holanda, seguramente el estado con un discurso más brutalmente racista de toda la UE, saltó inmediatamente al cuello de las propuestas macronitas de un micro-presupuesto europeo que compensara siquiera simbólicamente los desequilibrios del euro; Bulgaria defendió un cierre total de fronteras y Austria propuso militarizar el Mediterráneo para rechazar a los barcos de rescate.

Tremendo cuadro sobre el que los medios intentaron hacer bueno al flamante eje Macron-Sánchez y su propuesta de europeizar los CIEs convirtiéndolos en «plataformas de recepción» aunque a nadie se le escapara que «Macron, a quien encanta dar conferencias sobre los valores europeos estaría ya dispuesto a aceptar que los barcos de rescate se envíen de vuelta a Libia». Porque al final, como se vio desde el momento en que Italia abrió la cumbre con sus «10 puntos», la hipócrita «preocupación» de unos por los refugiados es tan falsa como el temor a una fractura social aducido por los otros. Los inmigrantes, náufragos y refugiados son solo herramientas, armas arrojadizas en una pelea en la que el olor de la sangre sobre el pastor (alemán) ha convertido en lobos a medio rebaño de supuestas ovejas humanitarias europeas.

Una nueva UE dentro de la UE

La minicumbre de ayer abre un escenario que se resolverá probablemente en dos niveles diferentes. El primero es tiene ya un cierto consenso europeo: el «Servicio Europeo de Asilo», se convertirá en una verdadera agencia europea que recibirá las solicitudes de asilo de toda la UE y los distribuirá atendiendo a la exigencia italiana según la cual los refugiados no pueden ser del país receptor sino de toda la Unión. Además Frontex se convertirá en una guardia fronteriza europea común, aliviando de gastos y responsabilidades a los países fronterizos. Y de remate, y muy posiblemente a costa de Alemania, la UE se embarcará en programas de financiación de Marruecos, Argelia y Libia, gestionados respectivamente por España, Francia e Italia, para comprometer a los estados del Norte africano en la contención de los flujos migratorios del interior del contienente antes de que se asomen a la costa o a las vallas de Ceuta y Melilla. Dicho de otro modo: Francia, España e Italia cederán soberanía a Frontex a cambio de ganar herramientas «europeas» con las que fortalecer sus propias políticas imperialistas en el Magreb y Libia.

El segundo escenario tiene mucho más fondo... y va a ser mucho más opaco. Merkel fía el desatasco de la crisis al desarrollo de acuerdos bilaterales sobre migraciones y refugiados. Formaría así un «núcleo duro» sobre la cuestión migratoria en el que ya se ve -con alegría- la burguesía española. Una vez más, los migrantes son solo una excusa. La consolidación del eje franco-alemán con una corona de países que «profundizaran» los tratados, podría traer consecuencias importantes a medio y largo plazo.

Para Alemania, este nuevo camino, se presentaría como la oportunidad de salir de un impasse cada vez más peligroso en el contexto de una guerra comercial que no da tregua y que remodela el mundo por días. Para Francia, que se ha sumado inmediatamente a la idea de «avanzar sin esperar consensos», significaría además la oportunidad de comprometer y atar en corto a una dubitativa y fracturada burguesía alemana. Para Italia la oportunidad para recuperar centralidad, sanear su capital financiero y librarse de parte de las constricciones que le vienen impuestas desde Bruselas. Para España, la posibilidad de reforzar su presencia en América del Sur al tiempo que se convierte en vehículo de sus socios europeos. Para países más débiles como Portugal o Grecia, la única opción de contar con un salvavidas cuando estalle la próxima, y al parecer inminente, recesión. En conjunto, supone cimentar un «bloque Europeo», más beligerante en Africa y América Latina, más abierto a acuerdos con Rusia y en batalla discursiva y económica contra EEUU.