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La crisis argelina

04/03/2019 | Magreb

Con un país en algarada generalizada, Bouteflika esperó hasta el último momento para presentar su candidatura presidencial. Los manifestantes siguen en pie de guerra porque saben de sobra que la candidatura oficial gana. Pero ¿por qué la fosilizada burguesía argelina tiene que imponer a un moribundo Bouteflika que sobrevive a base cuidados médicos en Ginebra?

Una historia de fragilidades, una situación explosiva

La biografía de Abdelaziz Bouteflika es un resumen de la historia de la burguesía nacional argelina formada durante la infame guerra de independencia en la que el FLN («Frente de Liberación Nacional») y el estado francés compitieron en métodos terroristas. El estado resultante en 1962, idealizado por la propaganda del izquierdismo europeo, coqueteó en sus primeros años con el bloque soviético, para tras un golpe de estado en el que un joven Bouteflika, ministro de exteriores desde el 63, fue un elemento clave, reorientarse a una «relación preferencial» con Francia. Alineado con los sectores «críticos» de la casi monolítica burguesía argelina -que mantuvo casi tres décadas un sistema de partido único- solo se vio desplazado del poder durante los años 80. El desarrollo de la crisis económica a finales de la década produjo un descontento creciente de la pequeña burguesía que culminará en la revuelta estudiantil de 1988. Bouteflika defenderá entonces la «apertura democrática». Pero las primeras elecciones -municipales- libres acaban con el triunfo electoral del «Frente Islámico de Salvación», expresión de la radicalización de la pequeña burguesía en su enfrentamiento con la burguesía de estado del FLN. A la anulación de los resultados seguirá una guerra civil de casi una década que redoblará el desastre económico y la dependencia de Francia y se saldará con un nuevo equilibrio entre las facciones del antiguo FLN. El nuevo status quo del ‎capitalismo de estado‎ argelino impuesto por el ejército, recuperará a Bouteflika y lo pondrá, desde 1999 hasta hoy en la presidencia. Presentado por la propaganda de estado machaconamente como «jefe insustituible» ha sido el garante y el símbolo del reequilibrio interno y las alianzas imperialistas que permitieron al núcleo militar de la burguesía argelina ganar la guerra al islamismo.

La necesidad de establecer un férreo ‎capitalismo de estado‎ autoritario y monolítico desde el primer día, la dependencia constante de las alianzas imperialistas con la URSS o Francia y las dificultades para mantener la cohesión no solo del conjunto social, sino dentro de la clase dominante, son evidencias de los límites de la que fue la ‎liberación nacional‎ modelo de los años 60. En Argelia, como en todos lados, la independencia política no pudo dar paso a un desarrollo independiente del capital nacional. El mismo «maná» de los hidrocarburos se convirtió pronto en un motor de dependencia y la ausencia de mercados solventes impidió la esquiva y ansiada diversificación que había de dar destinos productivos a las ganancias del gas y el petróleo. Argelia es un ejemplo de libro del carácter reaccionario de la ‎liberación nacional‎ en la ‎decadencia‎ del capitalismo.

Y por si quedaran dudas, Argelia ha intentado afirmarse como imperialismo hegemónico regional desde el primer día. Por supuesto en Libia, donde hoy es un agente central en el curso de la guerra civil; pero sobre todo frente a Marruecos, donde la vieja disputa por el Sahara se reabre ahora entre acusaciones cruzadas, insultos diplomáticos, una inacabable carrera de armamentos y ofertas tramposas de «diálogo directo» que en la tradición regional siempre preceden a una nueva espiral conflicto inter-imperialista. La crisis política y económica simultánea en Túnez y Marruecos en un momento en el que en Libia los equilibrios son más inestables que nunca y la guerra francesa en el Sahel se extiende hasta Chad, convierten la posible «salida militar» de la situación argelina en peligro bélico regional. A día de hoy, el ejército está ya movilizado en la frontera Sur ante la llegada de fuerzas irregulares islamistas.

Alrededor de la crisis argelina además, se mueven mucho más que los vecinos y un cada vez más inquieto capital francés. Las inversiones españolas en gas, las alemanas en plantas de ensamblaje, la presencia creciente del capital chino, las presiones italianas a cuenta de Libia, la política europea de control migratorio... una multitud de intereses imperialistas cruzados y contradictorios juegan sus propias estrategias en el desenlace de la situación. Argelia tiene la potencialidad de convertirse en el escenario de un «sálvese quien pueda» imperialista que multiplique la inestabilidad.

¿Y los trabajadores?

De momento, el liderazgo de las movilizaciones ha recaído en los estudiantes y la pequeña burguesía intelectual. El campesinado y la pequeña burguesía de la Cabilia tenían sus propias agendas y los han seguido casi inmediatamente. Pero el proletariado ha ido a la zaga o se ha mantenido relativamente al margen.

Eso no quiere decir, ni mucho menos, que apoyen a Bouteflika. A estas alturas de la historia a nadie le queda ilusión alguna en el «socialismo argelino» y su amor por los trabajadores. La burguesía argelina ha abandonado a morir en el desierto a 25.000 migrantes y puesto el cazo a los europeos para cobrar la recompensa sin pudor alguno. Mantiene bolsas de migrantes marroquíes en una prepariedad extrema y esclaviza directamente a migrantes subsaharianos para mejorar márgenes. Después de la epidemia de cólera, la rabia frente al estado de la mayoría de los trabajadores es evidente. Durante el último año hemos visto despuntar la larga huelga de los médicos residentes, la de enseñantes y una multitud de escaramuzas, la mayoría reprimidas sin contemplaciones por las fuerzas de seguridad. Pero los ojos de todos están puestos en las zonas petroleras, las de mayor concentración obrera. El ambiente con el que se ha recibido esta crisis es tenso y expectante. La combatividad es alta y cualquier chispa -como hace unas semanas, un rescate fallido- puede convertirlo rápidamente en una protesta de masas como vemos en este vídeo.

https://www.facebook.com/mima.manouma/videos/2330497113849711/

¿Y ahora?

La oferta de la burguesía de estado argelina para calmar a la pequeña burguesía es prometer que Bouteflika ni acabará el mandato ni se «presentará» a los siguientes comicios. Es decir, piden tiempo para poder ordenar sus propias filas y preparar un candidato alternativo. Es dudoso que esta oferta, que no ve más allá de las cuitas de la propia clase dominante, sirva para crear ningún tipo de consenso social. En cualquier caso, lo único que puede impulsar la crisis argelina hacia una solución ni estéril ni reaccionaria, es que los trabajadores se pongan en marcha con sus propias reivindicaciones. Las carencias de las movilizaciones tunecinas y los aciertos de la huelga de masas de Jerada marcan el camino.


El tema de este artículo fue elegido para el día de hoy por los lectores de nuestro canal de noticias en Telegram (@nuevocurso).