La burocracia cubana se queda sin combustible
Díaz Canel jura y perjura que «solo» son restricciones de combustible, que no se trata de un nuevo «periodo especial». Lo cierto es que con un capital nacional conectado desde hace años al respirador artificial del combustible venezolano -una subvención masiva y encubierta-, el momento más temido por la clase dirigente cubana parece estar llegando.
Con una producción que acelera su caída por la pura descomposición general del aparato productivo y azuzadas por las sanciones y el bloqueo de EEUU, las exportaciones venezolanas totales de petróleo cayeron un 26% solo entre julio y agosto, las menores desde hace 16 años. Evidentemente las sanciones han acelerado la destrucción de capacidades productivas, hasta el punto, como se esperaba, de afectar a las remesas de combustible barato hacia Cuba. Pero lo cierto es que las dificultades del capital nacional venezolano vienen de muy atrás: las sanciones ahora, los desastres económicos chavistas antes, solo han sido productos -y aceleradores- de una tendencia de mucho más largo aliento.
También las cubanas... si es que alguna vez el capitalismo de estado al modelo castrista tuvo un momento de esperanza, la caída del bloque ruso dio paso al llamado «periodo especial» de hambreo de los trabajadores y escasez generalizada -menos para la clase dirigente- del que solo se salió con el petróleo y los créditos venezolanos. En el camino, el viejo sector de los ingenios azucareros quedó arrasado en el 2000. Y lo que se ha hecho evidente es la incapacidad del capital cubano para insertarse en el mercado mundial sin un nuevo patrón imperialista de mayor empaque que el de Caracas. Reforma tras reforma hasta la aprobación de la nueva constitución el pasado febrero, cada resfrío venezolano era una pulmonía en la Habana. En sesenta años, la burguesía de estado cubana no ha conseguido sacar al capital cubano del «modelo exportador», es decir, no ha conseguido superar el estado semi-colonial, demostrando de nuevo la imposibilidad de un desarrollo independiente del capital nacional en la época imperialista y el carácter reaccionario de la llamada revolución castrista.
Visto desde su clase dirigente, el principal problema cubano es la ausencia de un patrón imperialista tras los colapsos ruso y venezolano. No será sin embargo por no haberlo intentado. Obviamente con la Rusia de Putin, que no tiene capacidad para ir mucho más allá de lo simbólico. Pero el régimen ha llegado a invitar y ofrecerse hasta a la rancia monarquía británica... sin éxito, como era esperable en un contexto de endurecimiento de las sanciones por EEUU. Con España, antigua potencia colonial que mantuvo y renovó sus intereses incluso con Franco en los sesenta, ha tenido más suerte. España lideró la resistencia europea al endurecimiento del embargo por Trump, ha desarrollado algunos sectores nuevos como la miel en función de sus propias necesidades (el turrón) y es la primera a la hora de defender las nacionalizaciones castristas de terrenos sobre las que los capitales españoles levantaron sus hoteles.
Tras los capitales españoles llegaron los franceses y, poco a poco, gotea el alemán. EEUU que en Cuba tiene la política del perro del hortelano y ya bloquea hasta las cuentas de twitter a los burócratas cubanos, comenzó este año a aplicar de nuevo la ley Helms-Burton y amenazar con represalias a las empresas europeas con inversiones en la isla. La UE respondió acusando a EEUU de violar los acuerdos bilaterales. Resultado: una nueva «pequeña guerra de Cuba» que no es del todo ajena a que el cargo de Mr PESC haya recaído en Borrell para horror de la prensa yanki, que no es en realidad sino un capítulo marginal de la guerra comercial entre Europa y EEUU.
Hasta ahí todo el juego imperialista del que hoy es capaz el que otrora fuera punta de lanza del imperialismo ruso en la América de lengua española y África.
La realidad para los trabajadores durante este año ha sido arrasadora. Desde abril el racionamiento ha reducido aún más la capacidad de acceso a las necesidades más básicas. Las promesas optimistas del régimen han llegado al revelador delirio de prometer avestruces, cocodrilos y jutías, unas ratas de agua primas caribeñas del carpincho austral, como solución a la falta de calorías y proteínas. Para reír por no reventar. A las carencias de suministro se suman ahora aún más en transporte y aún más apagones.
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Por supuesto, la burguesía de estado cubana le echa las culpas al «acoso imperial» y al bloqueo... exactamente igual que cualquier patrón europeo o yanki le echa la culpa de los despidos y las bajadas salariales a la competencia de China. Pero los problemas de competencia entre unos capitales y otros no son nuestro problema. Frente a las necesidades del capital nacional y sus batallas, que hambrean a la población, la única opción es imponer las necesidades de los trabajadores: comida, abastecimientos, libertades básicas. Todo lo que la burguesía y el capitalismo cubano, tanto en su versión «liberal» como en su versión de estado falsamente autodenominada «socialista», han demostrado de sobra que no pueden hacer. Solo lo podrán hacer los trabajadores mismos. La clase dirigente se ha quedado, hace mucho, sin combustible.