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La ampliación de la UE y la continuidad de la guerra en Ucrania

18/06/2022 | UE

Alemania y Francia intentaron esta semana recuperar liderazgo sobre el desarrollo y los objetivos de la guerra de Ucrania. Tuvieron que aceptar elevar de nuevo las contradicciones internas de la UE con tal de mandar un mensaje a Washington, Londres y Moscú en vísperas de la cumbre OTAN. Pero por mucho que lo vistan de «justicia» frente a «paz», ni sus supestas aspiraciones justicieras van más allá de eternizar la matanza ni sus «esfuerzos de paz» tienen otro objetivo que tomar aire en una guerra económica que les ha salido mal.

¿Están cayendo del caballo Alemania y Francia?

El descuento de precios del 30% en las exportaciones de petróleo ruso ha revertido el efecto de las sanciones OTAN y encontrado clientes en Asia

A estas alturas, resulta a todos evidente que las sanciones que la UE impuso a Rusia siguiendo a EEUU, destrozan el papel central de los capitales europeos en el sistema global de acumulación, pero no dañan tanto a Rusia. Sólo en mayo Moscú recaudó casi 20.000 millones de dólares de las exportaciones de petróleo. Los descuentos del 30% bastaron para que China e India se lanzaran a comprar al punto de suplir las ventas a los países OTAN. La subida de precios globales hizo el resto.

El resultado se simboliza en el nuevo Lada. Un triunfo para la burguesía rusa, que consigue crear su primer modelo «post-sanciones». Un empobrecimiento peligroso para los trabajadores rusos a los que va destinado el modelo, que no contará con medidas de seguridad básicas como frenos ABS o airbag, dependientes de tecnologías y suministros foráneos. Pero también un agujero en balance para Renault (y por tanto para el capital francés), que tras adherir Francia a la política de sanciones y analizar sus costes tuvo que vender la fábrica por un rublo al estado ruso, pensando que volvería pronto, y ahora descubre que era prescindible.

No es de extrañar que la abrumadora propaganda de guerra empiece a ceder en la brutalidad de sus mensajes. Scholz y sobre todo Macron introducen cada vez más elementos de discurso a favor de «una paz no humillante para Rusia» porque a día de hoy es su principal argumento para imponer una negociación que ponga fin a la guerra y permita a sus economías (= capitales) recuperar mínimamente el brío.

La ampliación de la UE y sus contradicciones

Draghi, Macron y Scholz en Kiev

Pero es muy difícil imponer a la guerra un liderazgo alternativo al de EEUU sin romper con la OTAN y sin romper la UE. Macron y Scholz tenían claro -son las reglas impuestas por Washington- que para acercarse a timón tenían que estar en disposición de ofrecer al esfuerzo de guerra ucraniano algo que pudiera competir con el dopaje armamentístico liderado por EEUU.

Es decir, tenían que ofrecer «el día después». De ahí el viaje de Scholz y Macrón, acompañados de Draghi y el presidente de Rumanía -que tiene sus propios objetivos respecto a Moldavia- para anunciar su apoyo a una candidatura condicional de Ucrania y Moldavia para entrar en la UE.

El eje franco alemán se presentaba así acompañado de representantes de los dos grupos de países en los que las aspiraciones imperialistas abiertas por la guerra y sus consecuencias económicas han dividido a la UE.

Por un lado los países del ex-bloque ruso de la guerra fría. Todos con expectativas imperialistas directas en el área de influencia rusa actual y por lo general partidarios de una política tendente a llevar la guerra a Rusia por todos los medios. La burguesía rumana no deja de soñar con una «reunificación» más o menos explícita con Moldavia. La clase dirigente polaca, dice Lukashenko, tiene la esperanza de «recuperar» Ucrania Occidental -cuyo pequeño campesinado es la base del nacionalismo ucraniano más genocida.

Por otro lado, los países del Sur, como Italia o España, que pagan desproporcionadamente los costos económicos de la guerra al estar sujetos sus sistemas energéticos a un diseño de fijación de precios pensado desde los intereses y objetivos del capital alemán orquestados por el Pacto Verde.

Además, Italia, España, Portugal y Grecia son en principio más reacios a abrir las puertas a una Ucrania que va a absorber durante años los fondos europeos que ahora les dan oxígeno, para dotar al capital ucraniano de una infraestructura que ya era obsoleta, ruinosa e ineficiente antes de la guerra.

Para rematar, urdir un consenso sobre la ampliación de la UE supone entrar en el enrevesado juego de equilibrios de los Balcanes. Francia tuvo por ejemplo que mostrarse dispuesta a aceptar las condiciones de Bulgaria para que Macedonia del Norte pueda convertirse en candidata a miembro. No está claro que la clase dirigente búlgara se sienta satisfecha con eso.

Pero si la cuestión macedonia es difícil, el reconocimiento de Kosovo por Serbia es, todavía a día de hoy, resistente a las presiones de EEUU tanto como a las de Bruselas. Y, de modo más general, el rencor de Macedonia, Albania, Serbia, Montenegro y Bosnia al verse adelantados por una Ucrania que cumple menos condiciones que casi cualquiera de ellos, convierte «los gestos» hacia la integración de Kiev en la UE en la semilla de nuevos disensos listos para abrir paso a imperialismos rivales de Alemania y Francia.

Que Turquía se presente como mediador en Bosnia mientras dirigentes serbios y serbo-bosnios se unen al «Davos ruso» no deja de ser significativo de las dificultades y contradicciones de Alemania, Francia y los objetivos que esperan obtener de la ampliación de la UE más allá de la situación en Ucrania.

¿Una bofetada a EEUU y Gran Bretaña en la cara de Rusia?

Zelenski y Macron en este viaje

El anuncio de los cuatro jefes de estado y gobierno en Kiev no fue lo que Zelenski hubiera deseado. Ante todo el presidente ucraniano quería armamento pesado. Por momentos sus asesores llegaron a pedir más del que los países a los que pedía -incluido EEUU- tenían almacenados. Ganar el estatuto de candidato a la UE para Ucrania le sirve para justificar la guerra frente a la población como un sacrificio necesario para el viejo sueño de la clase dirigente ucraniana.

Pero no se engaña: ninguno de sus cuatro visitantes quiere eternizar la guerra ni extenderla a Rusia. Y esta jugada, así se vista de apoyo en la guerra contra Rusia, está más bien dirigida a los aliados que Zelenski considera más fiables para prolongar la matanza: EEUU y Gran Bretaña.

Cuando el viernes, una pletórica von der Leyen, vestida con los colores de la bandera ucraniana y emborrachada del lenguaje de «sangre y honor» de los ultras de Kiev anunció que las recomendaciones de la Comisión daban vía libre al estatuto de candidato a Ucrania y Moldavia, Putin tardó poco en explicitar la posición rusa.

La UE no es una organización militar, un bloque político, a diferencia de la OTAN. Por lo tanto, siempre hemos dicho que nuestra posición aquí es coherente y comprensible. No tenemos nada en contra. Es una decisión soberana de cualquier país unirse o no a asociaciones económicas y de esas asociaciones, aceptar nuevos estados como miembros o no.

Si será en beneficio o en detrimento de Ucrania también es asunto de ellos, del pueblo ucraniano y del liderazgo ucraniano actual.

Pero la estructura de la economía ucraniana es tal que requerirá subsidios muy grandes, muchos subsidios. Si no se protege el mercado interno, Ucrania finalmente se convertirá en una semicolonia, en mi opinión. [En cualquier caso,] Es poco probable que esto conduzca a la restauración de la industria aeronáutica perdida, la construcción naval, la industria electrónica y otras industrias críticas.

No es asunto nuestro, pero nunca hemos estado en contra. Siempre hemos estado en contra del desarrollo militar del territorio ucraniano, porque amenaza nuestra seguridad.

Vladimir Putin en reunión con los directores de medios rusos

En un mensaje hacia Francia y Alemania dejó clara la limitación de sus objetivos de guerra a los ya logrados, añadiendo alcanzar las fronteras de las dos provincias del Donbass. Jugando cínicamente a humanitario, se mostró contrario a un asalto directo de las posiciones ucranianas. Y para rematar poco después, Slutski completó el mensaje presidencial declarando a los periodistas que «no descarta» la «inminente reanudación de negociaciones» con Ucrania.

Pero si la ampliación forzada de la UE hacia el Este no entusiasma a Kiev y es aceptada sin problemas por Rusia... no se ve con los mismos ojos desde Gran Bretaña. El país, que está ya al borde de una guerra comercial con la UE, no puede dejar de ver la coincidencia en el tiempo entre las nuevas lógicas de la política de expansión y la presentación por la primera ministra escocesa de una nueva ruta hacia la independencia que acaba en... la integración en la UE.

Es decir, la apertura simbólica del camino de entrada en la UE de Ucrania ha servido para enviar un mensaje a desde París y Berlín a Washington y Londres: están dispuestos a hacer correr a la UE con el coste de convertir a Ucrania en una parte integral de la economía UE -ganando ellos mismos un mercado y espacios nuevos para su capital- pero no a eternizar una guerra que les asfixia económicamente.

Moscú asiente. Londres calla. En los despachos de Bruselas sigue la borrachera belicista. Washington, aparentemente, sigue apostándolo todo a la continuidad de guerra. Todos esperan ganar algo para sus capitales con la matanza, a pesar de la multiplicación del caos capitalista, la emergencia de nuevas hambrunas y la recesión en marcha. Cínicamente presentan la contradicción entre sus propios intereses imperialistas como un conflicto entre «justicia» (guerra total) y «paz negociada» (tregua en una guerra económica que ha resultado contraproducente para sus propios intereses).

Lo que es indiscutible es que ningún trabajador de ninguno de los países que combaten, directa o indirectamente, en los campos ucranianos tiene nada que ganar con la guerra. Tampoco con unos «esfuerzos de paz» destinados a restañar los destrozos causados a sus propios capitales por la guerra económica de la que ayer se vanagloriaban y ganar ventajas para la próxima embestida bélica. No hay nada para los trabajadores en los planes de ninguno de los dos bandos que no sean peores condiciones de explotación, represión brutal, un hueco en una fosa común o algo incluso peor.

La escalada hacia el militarismo más descarnado y la generalización de la guerra sólo puede ser parada por los trabajadores. Y hay que organizarse para ello desde abajo y desde ya.