¿Será Kosovo la nueva guerra europea?

La prensa europea hace sonar las alarmas. Rusia estaría intentando que las tensiones entre Serbia y Kosovo se convirtieran en guerra abierta. No es sólo propaganda. Hace menos de dos semanas Rusia aprovechó un nuevo gesto de acoso del gobierno kosovar contra su minoría serbia para hacer una campaña de desinformación que puso contra las cuerdas al gobierno serbio y colocó a su propio aliado al borde de la guerra.
Serbia pinzada entre la política racista kosovar y la guerra de información rusa
Piquete en una carretera de Kosovo en protesta por las medidas de acoso a la minoría serbia
A finales de julio el gobierno de Kosovo prohibió cruzar la frontera a automóviles con matrículas de la antigua Yugoslavia y documentos emitidos en Serbia. La población de lengua serbia que quedó dentro de la frontera kosovar tras la independencia y que sigue haciendo su vida social, familiar y económica en Serbia, se encontró de repente encerrada en una frontera que no reconoce ni quiere con unos documentos que no iban a ser reconocidos como legales... paso previo a perder legalmente todo derecho de ciudadanía.
Con razón, los pueblos y aldeas serbias del norte de Kosovo vieron venir una nueva forma de limpieza étnica al mejor estilo de los países bálticos. Las protestas fueron inmediatas y tomaron la forma de piquetes en las carreteras. La policía kosovar, en respuesta, cerró los pasos fronterizos.
Y ahí empezó a complicarse si no la situación, al menos su relato. Rápidamente corrió el rumor de que un manifestante serbo-kosovar había disparado contra los policías fronterizos. La prensa internacional se hizo rápidamente eco sin comprobar la fuente... que resultó ser el aparato de intoxicación de la inteligencia rusa, que también se aplicó a difundir la noticia de que Serbia había movilizado su ejército alrededor de la frontera. Inmediatamente la misión de la OTAN dijo estar lista para intervenir... lo que no era tranquilizador en absoluto. La tensión subía por momentos.
Mientras, el presidente serbio, Vučić, aseguraba a la prensa local y los corresponsales en Belgrado estar mediando ante los serbo-kosovares para evitar una escalada dentro de Kosovo.
Pido paz, rezo por la paz. Hago un llamamiento tanto a los serbios como a los albaneses: mantengan la paz. La atmósfera está hirviendo, los serbios no tolerarán más crueldad, casi me arrodillé ante ellos y les supliqué, y al final recibí la promesa. La situación es muy complicada.
Pero resultaba difícil, entre otras cosas porque las mismas redes rusas estaban difundiendo que en ese mismo momento el ejército serbio había traspasado las fronteras teóricas de lo que oficialmente para el gobierno de Belgrado no es más que una región de su territorio.
El Ministerio de Defensa serbio desmintió en cuanto percibió la jugada y comenzó a recibir amenazas de la misión OTAN.
Debido a la gran cantidad de desinformación sobre ciertos enfrentamientos entre el ejército serbio y la llamada policía de Kosovo, el Ministerio de Defensa informa que el ejército serbio no cruzó la frontera administrativa y de ninguna manera entró en el territorio de Kosovo y Metohija.
La declaración no fue recogida por medios europeos y estadounidenses que le dieron poca credibilidad al considerar a Belgrado un aliado de Moscú, sino por las agencias relevantes rusas, que llamativamente fueron las más objetivas en todo momento al informar de lo que estaba pasando.
Otra cosa estaba pasando sin embargo con las agencias rusas dedicadas a la propaganda, que tomaron el relevo de las columnas de desinformadores en Internet. Los medios cubanos, argelinos o venezolanos tiraron de estas nada fiables fuentes, falsificando y deformando las declaraciones de Vučić para convertirlas en lo opuesto de lo que pretendían ser: una amenaza de guerra.
Del párrafo de arriba por ejemplo, sólo dejarón la frase en la que Vučić decía que «los serbios [de Kosovo, pero eso tampoco se decía] no tolerarán más crueldad» y la frase en la que decía que la medida kosovar era «una nueva agresión» se recontextualizaba para que pareciera que Vučić advertía de un ataque militar kosovar.
Cuando tras tres días de tensiones las tropas OTAN reabrieron los caminos sin mayores incidentes, el balance de los think tanks no puso en valor la prudencia serbia, sino la potencia de la desinformación rusa que les confundió -por reforzar sus propios prejucios- y llegó a la conclusión de que Kosovo sería el próximo frente de guerra ruso. Un mensaje al que se ha sumado hoy el mismísimo primer ministro kosovar.
Pero ¿realmente tiene Rusia interés y capacidad para hacer estallar una nueva guerra en los Balcanes? ¿Y por qué en Serbia de todos los lugares posibles?
Kosovo: un protectorado OTAN
Policía de fronteras de Kosovo
Pristina es la única ciudad del mundo en la que una avenida Clinton te lleva a la plaza Trump. Y es que Kosovo surgió como estado de facto por imposición e intervención militar de la OTAN en 1999 y sólo ha tenido existencia política y un cierto reconocimiento internacional gracias a EEUU.
La intervención de la OTAN se produjo después de una década de escalada entre el gobierno de Belgrado, que revocó la autonomía regional en 1990 y los dirigentes albano-kosovares, que proclamaron en 1991 una independencia de papel nunca reconocida por Serbia.
A finales de la década, en el contexto de los realineamientos imperialistas que se estaban produciendo con las guerras de descomposición de Yugoslavia, las tensiones escalaron. Por un lado apareció la guerrilla kosovar, UÇK, financiada y nutrida de soldados desde el exterior. Por otro, como había pasado antes en Bosnia, fuerzas paramilitares organizadas por los servicios secretos de Milosevic como los siniestros Tigres de Arkan. Estos últimos iniciaron en 1999 una verdadera ofensiva de terror para mandar los albaneses a Albania y rescatar lo que para el nacionalismo serbio es la cuna de la nación.
Finalmente, en 1999, en medio de lo que a todas luces amenazaba una verdadera limpieza étnica y bajo la excusa de la connivencia -que era cierta- del ejército y la policía de la todavía existente federación yugoslava, la OTAN realizó una campaña de bombardeos. La llamada «intervención», festejada como un éxito por haber evitado una limpieza étnica, acabó entregando la región a los dirigentes independentistas.
Desde entonces Kosovo más que un país independiente ha sido un pequeño protectorado de EEUU. Tan sólo tiene 1,8 millones de habitantes.
Las ambiciones del nacionalismo kosovar y el imperialismo albanés
Edi Rama, presidente de Albania
Pero el nuevo cuasi-estado tenía muchas debilidades. Para empezar EEUU no consiguió su bendición por la ONU para la que oficialmente sigue siendo una provincia autónoma serbia. Ni siquiera dentro de la OTAN consiguió apoyo unánime.
Cinco países, que son además parte de la UE, resisten activamente todavía: España, Grecia, Chipre, Eslovaquia y Rumanía. Todos ellos se enfrentan a movimientos independentistas. Dar por bueno que el patrón de bloque pueda imponer el desgajamiento de regiones sin que el propio estado descuartizado firme ni tan sólo un acuerdo de paz, sería tirar piedras sobre su propio tejado. El mismo día en que empezó la tensión en la frontera, Pedro Sánchez reafirmó la posición española en Belgrado. «España está y estará al lado de Serbia en el contencioso de Kosovo», afirmó.
Además, en las nuevas fronteras quedaron zonas étnicamente serbias que representan el 5% de la magra población total del país. El nuevo gobierno kosovar, apuntalado por la OTAN, no ha parado de hostigarlas desde entonces. Si este año fueron matrículas y documentos de identidad, el año pasado fue cortar la electricidad a todos los ayuntamientos de mayoría étnica serbia. El estado kosovar no deja de presionar para que los serbo-kosovares abandonen sus pueblos y aldeas y migren al otro lado de la frontera.
Además, como no podía ser de otra manera, el sueño de homogeneidad étnica interna va unido al de la unificación pan-albanesa, una Gran Albania por construir con el estado albanés ya existente y las regiones albanesas de Macedonia del Norte. No es un sueño nacionalista más. Albania se lo toma muy en serio y no lo oculta.
Tampoco es meramente declarativo: ambos gobiernos han abierto las fronteras al libre tránsito de mercancías y automatizado, al modo de la UE, los permisos de trabajo y residencia para ciudadanos del país vecino. Y ambos quieren que EEUU les de el beneplácito para hacer un referendum. El 80% de la población albanesa a ambos lados de la frontera votaría hoy por la unificación.
Las ambiciones alemanas y turcas en los Balcanes Occidentales
Vučić en la inauguración de una fábrica alemana en Serbia
No solo las clases dirigentes albanesas sueñan con su gran Albania, Turquía, la vieja potencia colonial, tiene una apuesta de larga data por el presidente Rama... que es mutua y no solo se materializa en concesiones, inversiones y ayuda. Albania es el único miembro OTAN que participa regularmente en las maniobras del ejército turco y Ankara no ha fallado un momento en su papel de suministrador de armamento tanto para Tirana como para el ejército kosovar.
Para Turquía Albania no es sólo la joya de su legado europeo, de la que salieron históricamente buena parte de sus administradores y burócratas, es hoy por hoy la retaguardia de sus dos grandes rivales en el Mediterráneo: Grecia y Rusia. Para Albania la alianza militar con Turquía es una garantía frente a una Serbia rearmada por China.
Por su parte Alemania, ve los Balcanes Occidentales en general y Serbia y Albania en particular como su principal alternativa a las fábricas chinas. Ya antes del estallido de la guerra en Ucrania la apuesta estaba clara.
Bruselas quiere acortar las cadenas de producción y situar los segmentos de poco valor añadido, es decir, la producción industrial con salarios bajos en regiones a tiro de transporte descarbonizado (Pacto Verde manda) de las grandes fábricas del creciente fértil que une el Norte Italiano con Bélgica y Holanda pasando por Francia y Alemania.
Los condicionantes energéticos reducen las posibles regiones a convertir en la China europea a dos: el Magreb y los Balcanes Occidentales. Es decir, el objetivo imperialista, como casi siempre, no se reduce a mercados y contratos, sino a la posibilidad de hacer inversiones subalternas a su propia producción y mercados internos en zona segura y con salarios bajos que aseguren su rentabilidad.
La batalla por los Balcanes Occidentales, el Este europeo y el futuro de la UE, 05/07/2021
No era una opción de Merkel. Es política de estado al servicio de los intereses industriales alemanes. Tan pronto el gobierno del semáforo (Verdes, FDP y SPD) se constituyó, su primera declaración de política europea fue para decir que...
Los próximos pasos son abrir los primeros capítulos de adhesión a la UE con Albania y Macedonia del Norte, decidir sobre la liberalización de visados con Kosovo y continuar las negociaciones con Montenegro y Serbia
El gobierno de Rama en Tirana ha visto clara la oportunidad de una integración acelerada en la UE. Sabe que el contexto imperialista le favorece y que Bruselas está dispuesta a cerrar los ojos a la discriminación de las mujeres en el mercado de trabajo, el racismo de estado contra los gitanos, el control brutal de los medios y los abusos policiales constantes. Y es que las verdaderas claves de la europeidad albanesa, que Rama está jugando a fondo, son inapelables frente al discurso ideológico que intenta sostener Bruselas: ceder soberanía a la OTAN para construir una nueva base en las puertas del Adriático, gas y más gas.
Alemania y Austria fueron los primeros en apreciar la importancia de la oportunidad y hasta el puntilloso y nordista gobierno holandés se rindió ante tan democráticos argumentos. Por eso, este julio, ha comenzado ya el proceso de adhesión de Albania y Macedonia del Norte.
Serbia se queda sin margen de maniobra
Aleksandar Vučić, presidente de Serbia, durante la última crisis, a principios de agosto, con Kosovo
Tanto Alemania como Bruselas en cambio a Serbia le exigían mucho más:
- Condenar a Rusia, su aliado histórico y el único además que no le abandonó durante los bombardeos OTAN;
- Unirse a la posición UE sobre la república serbo-bosnia -cuyas veleidades independentistas Belgrado ha estado animando mano a mano con Hungría y Rusia- y
- Normalizar la relación con Kosovo.
Pero si Vučić, tras una intensa presión alemana, aceptó en mayo las dos primeras a cambio de una perspectiva de acceso a mercados y capital, la última, Kosovo, era demasiado desestabilizadora internamente. Tenía que abordarse por los hechos y paso a paso y eso exigía una cierta complicidad alemana.
Pero Vučić sabía que iba a recibir lo contrario y jugó al enroque kosovar para al menos mantener controlado el frente interno: Serbia nunca iba a reconocer la independencia de Kosovo aseguró una y otra vez a pesar de la presión alemana mientras EEUU le exigía que impusiera sanciones a Rusia.
Pero la guerra de Ucrania se estaba haciendo sentir en los Balcanes. En Serbia en junio había ya desabastecimiento hasta de patatas. Y las sanciones UE contra Rusia cortaron el gas, que llegaba hasta entonces por barco, de la noche a la mañana. Y a la desesperada firmó un acuerdo de abastecimiento con Gazprom que le salvó por la campana del colapso energético.
Por eso cuando en junio pasado la UE dio vía libre al procedimiento de ingreso de Ucrania dejando de nuevo al margen a Belgrado, la frustración en el gobierno Vučić con sus supestos socios europeos era palpable: «es indecente, por no decir desvergonzado, cómo la UE ahora está empujando al nuevo niño prodigio Ucrania al frente del escenario», declaró una persona de su equipo.
Agosto crítico
Albin Kurti, primer ministro de Kosovo
Cuando a finales de julio el gobierno de Kosovo decide dar un nuevo empujón a la minoría serbia que supuestamente administra, sabe perfectamente lo que está haciendo. También Rusia cuando arranca la campaña de intoxicación en redes. Todos están apostando, cada uno por sus propios motivos a desestabilizar Serbia aprovechando la debilidad en la que ha quedado el gobierno Vučić en los cambiantes equilibrios imperialistas europeos.
Vučić y Kurti, el primer ministro kosovar, se reunirán en Bruselas el 18 de agosto. Previsiblemente tanto Kurti como los representantes de la UE presionarán al presidente serbio para que normalice la situación reconociendo la independencia o dando pasos sólidos hacia ese reconocimiento.
Vučić sabe que si cede bien puede encontrarse con una revuelta interna. Política primero y tal vez militar después. No ha faltado el ruído de sables en estos meses. El ejército y una parte de la burguesía, que se ha beneficiado, especialmente desde que estalló la guerra en Ucrania, de la fuga de capital ruso y el acceso privilegiado a la Unión Económica Euroasiática, estarían más que tentados de intentar un golpe. De hecho ni siquiera tendría por qué ser armado. El propio Parlamento podría destituirle si da un paso así, especialmente si los grupos nacionalistas consiguen llenar las calles, lo que es probable.
Si Vučić en cambio se mantiene en sus trece, las tensiones acumuladas pueden no ser fácilmente contenibles por el sector cercano a Francia y Alemania de la burguesía serbia ni por el aparato político. La tentación entonces sería, una vez más, virar hacia Bosnia, donde la república serbo-bosnia se mantiene al borde del abismo bélico.
No cabe duda de que Serbia podría entonces contar con Rusia, que respondería así a la estrategia de eternización de la guerra en Ucrania con la multiplicación de focos de conflicto en territorio europeo. Pero eso no parece conmover a EEUU ni a la UE que parecen ver la situación como una oportunidad para llevar de una vez a Serbia a su esfera de influencia.
Lo que es cierto es que hemos llegado a un punto en el que la guerra se está normalizando en Europa como herramienta de las relaciones interimperialistas. Kosovo y Bosnia son ya dos puntos calientes extremadamente peligrosos y, efectivamente, posibles detonantes de una nueva guerra que parece cuadrar con los planes tanto de Rusia como de la OTAN.
Pero no hay que olvidar a los demás jugadores. En primer lugar el propio Kosovo y sus aliados más cercanos, Albania y especialmente Turquía. Los dos estados albaneses están directamente interesados en desestabilizar a Serbia. Y Turquía, que presiona a Grecia militar y territorialmente con una mano mientras intenta erosionar a Rusia en el Cáucaso, podría encontrar en el apoyo a Kosovo una forma de consolidar el régimen ante EEUU y la UE.
No hay duda de que agosto va a ser un mes crítico en Europa y el Mediterráneo Oriental. Pero no cabe el optimismo. En este juego siniestro no hay ningún gobierno ni ninguna clase dirigente que esté apostando por otra cosa que la guerra. El futuro de Europa en manos de sus clases dirigentes es el de un gigantesco campo de batalla.