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Katla

19/06/2021 | Artes y entretenimiento

Netflix cierra la temporada con su primera serie islandesa, Katla, una matrioshka de referencias a obras anteriores que sin embargo consigue no ser un pastiche... aunque sea infructuosa en su cuestionamiento de la opinión y la cultura europeas.

https://youtu.be/Vv30ExhqXIY

Katla o las capas de la cebolla

Katla sigue en su arranque la estructura narrativa de _Les Revenants_ (2004) y sus secuelas serializadas, basadas a su vez en un par de novelas anteriores, para amagar luego un homenaje a _La invasión de los ladrones de cuerpos_ (1956), la metáfora clásica del macartismo, madre a su vez de una legión de remakes. Reserva para los capítulos finales sin embargo la confesión final de su inspiración: _Forbidden Planet_ (1956), la peculiar versión sci-fi de La Tempestad de Shakespeare con la que comparte mensaje.

El mensaje de Katla

Bajada a los infiernos del volcán Katla

No hay en Katla un Calibán robótico y la magia de Próspero se abstrae aquí en las increíbles propiedades de un meteorito caído hace cientos de miles de años de cuya materia surgen réplicas de los escasos habitantes que viven en el pueblo y los muertos o ausentes que pueblan sus recuerdos.

Y ésta es al final la originalidad y el núcleo de Katla. No se trata de confrontar a una sociedad con sus muertos vivientes -marginales o refugiados en guerras alimentadas por los imperialismos europeos como sugería Les Revenants- sino con cómo se imagina y recuerda a sí misma. Deja escapar la oportunidad de confrontarse con la opinión, mito e industria de las democracias europeas, pero el resultado sigue siendo interesante... aunque pierda fuerza al dejar el planteamiento para los últimos capítulos y postergar el desarrollo para una segunda temporada.

Al renunciar al contexto político-social, la oposición entre los habitantes y los seres creados a partir de los fantasmas (=imágenes) de su memoria tiene poca enjundia. Tan solo el replicante del hijo del geólogo de la estación vulcanológica local tiene cierta gracia: el nuevo niño refleja los temores de su padre ante los signos de crueldad psicopática que el niño había mostrado en vida. Yo lo hice así, confiesa a su exmujer antes de que ambos decidan ahogarlo en el mar después de que el pequeño asesinara a una pareja local.

Los otros casos quedan en el contraste del amor perdido con aquel en quien se convirtió, la enferma terminal con su vida anterior, la hermana problemática que no es tan destructiva al reaparecer a partir de los recuerdos de su hermana y la autoimagen de la protagonista que al parecer resulta para los estándares escandinavos -menos mal que nos informan explícitamente- más alegre...

Las moralejas de Katla

La moraleja de Katla se perfila en el destino de los replicantes y la actitud de sus involuntarios creadores. Visto el planteamiento ya recortado como bonsai, se resume en cómo relacionarse con los ideales o las versiones ideales que creamos en la vida social.

Las alianzas: El amante que quiere rehacer su vida con las dos versiones de aquella a quien amó veinte años atrás... y la replicante que rescata a su original del marido que la estaba dejando morir.

Las exclusiones: Los padres que matan al hijo que proyecta los propios miedos y se ha convertido en asesino... y la protagonista que se juega con su supuestamente alegre réplica la existencia a la ruleta rusa con tal de no compartir papeles familiares y sociales con ella.

A pesar del detallismo visual de la narración -puro estilo nórdico- y de que al ver un producto islandés se acepta un cierto grado de incomprensión de la emotividad y sentimientos de los personajes, algunas cuestiones centrales en la resolución del argumento resultan incomprensibles en estas oposiciones: ¿por qué la protagonista considera que no hay lugar para otra como ella? ¿Por qué su versión rediviva acepta? ¿Por qué el vulcanólogo no comparte su hallazgo?

La ocasión perdida de Katla

Forbbiden Planet

Al dejar de lado la imagen social, para tomar la imagen individual en su lugar, Katla renuncia a cualquier crítica minimamente incisiva sobre los miedos sociales sustentados sobre los intereses de clase de unos y la alienación de todos. Y a pesar de todo, tiene destellos. Eso sí, apagados y tristes como la luz boreal que envuelve a los personajes.

Queda atrás así de su referencia original, Forbidden Planet, que albergaba sin reparos una metáfora sobre los miedos de la clase dirigente estadounidense de la guerra fría y su tendencia a convertirlos en profecías autocumplidas.

Pero las carencias de Katla son más profundas. En el pueblo que nos pintan solo hay individuos. No hay relaciones de vecindad siquiera. No hay comunidad entre vecinos o amigos, por no haber no hay ni una familia entendida como metabolismo comunitario. El núcleo del pueblo es un hotel para los forasteros.

Y esa tal vez es la principal lección de la serie. Nada original, por cierto. Desde los individuos nada puede ser entendido porque nada en sociedad es comprensible como mera agregación de átomos. Ni siquiera sus fantasmas.