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Joker

20/10/2019 | Artes y entretenimiento

«Joker» es la película mediática del momento político anglosajón. No hay medio o columnista que no haya querido interpretarla como metáfora de los males del trumpismo. En realidad se trata un retrato de la moral de la izquierda bienpensante americana y de su carácter profundamente reaccionario.

¿Qué muestra?

El protagonista: Arthur Fleck, un enfermo mental que estuvo interno en un centro psiquiátrico y fue luego devuelto a la calle, no sabemos por qué motivo, aunque se insinúan los recortes presupuestarios. Nos muestran que la psiquiatra deja de atenderle a mitad de película. Pero también que su tratamiento es inútil. Fleck consigue un trabajo precario como payaso para mantenerse y mantener a su madre, que también estuvo interna. Ella siempre le dijo que había nacido para «difundir alegría y risas». La anciana vive igualmente engañada, escribiendo a diario cartas para el candidato a la alcaldía de Gotham, Thomas Wayne, con el que cree haber tenido un largo romance.

La sociedad se presenta intolerante con el enfermo, violenta con el más débil, inmutable a su sufrimiento. Todos se burlan o se aprovechan del protagonista. Fleck pierde su inocencia cuando tres niñatos de clase alta que incordian a una chica, intentan darle una paliza por diversión. Les mata. Y al hacerlo se afirma, se siente poderoso por primera vez. No es un giro inocente. No es lo que la experiencia nos dice que le pasa a alguien acorralado que hace algo terrible cuando se da cuenta de lo que ha hecho. Pero si nos contaron antes que estaba loco fue precisamente para que no nos saltaran las alarmas en esta escena ante la idea de que la barbarie «empodera».

La revuelta se limita a expresar «odio contra los ricos» y «resentimiento social». El rencor del protagonista le lleva a asesinar en directo en televisión a Murray, el presentador del show nocturno que adora pero en el que fracasa, haciéndole sentir traicionado. Sus objetivos son estrictamente personales, pero sirve de detonante a una algarada general, una explosión de destrucción. Nuevo par causa-consecuencia absurdo y en absoluto inocente. No existe eslabón racional que ligue el crimen individual con la violencia colectiva. La película tampoco lo establece. Y no es porque esté tan claro que no haga falta explicarlo, sino porque está definiendo la idea misma de movilización social. Dicho de otro modo: el argumento solo tiene sentido si aceptamos de antemano que «revuelta» es eso que pasa cuando la gente resentida frente a «los más trabajadores y afortunados» sigue a un payaso asesino. Como resulta obvio que nada bueno puede esperarse de seguir a un enfermo mental que mata a gente en directo, el resultado de la revuelta es la barbarie. Y en esa barbarie, por fin, Fleck obtiene reconocimiento. Se convierte en relevante, en «el Joker». Se refuerza así el primer salto lógico: ¿no os tenemos dicho que la barbarie «empodera»?

¿Qué nos cuenta?

Sigamos los puntos: La película habla de un hombre auto-engañado y negado en una sociedad en el que tanto la pobreza como la enfermedad mental son hereditarias. De un modo no excesivamente sutil -una huelga de basureros- se nos plantea que es un personaje con el que los trabajadores alienados, negados y de cuando en cuando humillados por el poder, podríamos identificarnos. Sigamos. Este hombre, enfermo y perdido, decide vengarse del sufrimiento recibido, y al hacerlo se transforma de payaso fracasado en personaje siniestro. Su alzamiento no lo hace héroe, sino todo lo contrario, un monstruo antisocial. Pero como nos habíamos identificado con él, le seguimos, dando salida a través suya a nuestra frustración... y de ese modo llevamos a la sociedad al abismo de la revuelta.

Así contado, parece que al fin la izquierda postmoderna norteamericana ha encontrado un mito con el que contarse cómo Trump consiguió arrastrar voto obrero -¡¡incluso de las «minorías»!!- y llevar su mundo al «caos». Para el sacrosanto «relato» no hay que poner nada en cuestión, al revés... todo el problema se reduce a que «Trump es... un payaso asesino, ¡¡un revolucionario!!». Y no les hace falta más porque confirma unos presupuestos «auto-evidentes»: «la barbarie empodera al individuo», «la revuelta es el resentimiento social destruyéndolo todo» y «la gente que se revuelve lo hace porque están resentidos contra sus líderes porque son más trabajadores y afortunados».

De este modo, «Joker», que pretende ser bajo su barroquismo desangelado un juicio del trumpismo, acaba siendo en realidad el espejo de la inanidad moral de la izquierda norteamericana, más reaccionaria y superficial que nunca.