¿Injerencia rusa en Cataluña?
Putin en las elecciones de EEUU
Al principio parecía solo «mal perder» del partido Demócrata americano: Trump había ganado gracias a los «hackers» rusos que habían filtrado los correos que Clinton no había entregado a la Justicia a Wikileaks.
Luego la acusación viró hacia la «posverdad» y las «fake news». La injerencia rusa habría ido más allá: noticias falsas, usuarios pagados, bots... habrían sido capaces a golpe de facebook y twitter de crear un estado de opinión.
La TV pública estadounidense lo llamó «la venganza de Putin» en un reportaje especial en dos entregas de una hora. La insistencia de las agencias de inteligencia ha impuesto el tema, para disgusto de Trump, en medio de las negociaciones del nuevo equilibrio del Pacífico. Entre otras cosas porque la presión contra RT se ha hecho explícita provocando nuevas amenazas de Putin.
El lado español de la historia
En España, el diario El País, traductor oficial -y muchas veces ridículo- de cuanta campaña impulsa la fracción demócrata de la burguesía americana, comenzó tras el referendum catalán a contarnos que los tsunamis de twits nacionalistas y el crecimiento de la opinión independentista en Cataluña tenían mucho de la mano de Putin... y Maduro. Tesis de la que se hizo finalmente eco el gobierno en la rueda de prensa del pasado viernes. Nada sutilmente el mismo día la Audiencia Nacional aprobó la extradición de un hacker ruso solicitada por la justicia norteamericana bajo la acusación de haber formado parte del supuesto ataque al proceso electoral estadounidense. Mientras la tensión hispano-rusa es ya pública, «El País» sigue adelante y culpa al gobierno de haber «perdido la batalla online del referendum». ¿Por qué arriesgar una crisis internacional por tan poca cosa? ¿Tanto les importa twitter? ¿Alguien lleva la cuenta de las «batallas» que se pierden y ganan? ¿Tienen 16 años o qué?
¿Todo por unos twits?
La opinión es el primer arma de la burguesía tanto en sus batallas internas como en su guerra permanente contra la aparición de los trabajadores como clase independiente. Desde la invención de la radio se convirtió también en parte del arsenal de los conflictos imperialistas. Los famosos noticieros de la BBC que escuchaban nuestros abuelos protegidos por una manta, competían con las emisoras de onda corta de Argelia, Albania, Estados Unidos, Francia... Pero con el fin de la guerra fría la radio de onda corta perdió su influencia. En un mundo con unos EEUU hegemónicos y con el inglés obligatorio en las escuelas de casi todo el mundo, la CNN se veía como «globalización informativa» y la primera Al Jazeera como un eco regional.
Pero el edén globalizador donde EEUU alagaba el «poder blando» de las potencias locales, estaba destinado a durar poco. Bastante antes de la «privamera árabe» Al Jazeera demostró sobradamente que era un motivo real de preocupación en la competencia imperialista porque tenía capacidad para determinar agendas políticas allá donde reinaba la censura más estricta.
La estrategia de «nuevos jugadores» como Irán o la Venezuela chavista, que en principio parecían predicar en el desierto hertziano, empezó a inquietar cuando surgieron fuerzas como Podemos. Y el problema real no eran los fondos efectivamente transferidos: todas las fuerzas y fracciones burguesas del poder tienen vínculos con uno o varios imperialismos vecinos.
El aviso independentista
La burguesía no cree ni por un instante que con twits y bots pueda cambiarse el estado de opinión al que tantos recursos destina y que tan bien sabe controlar. Pero manda una señal a sus propias filas y a los aspirantes a ser incluidos en ella: no van a aceptar alianzas que pongan en cuestión los grandes compromisos y alineamientos imperialistas.
La burguesía española mira a EEUU y descubre que aunque una parte importante de la burguesía de estado americana erosione cada movimiento del presidente, aunque la «gran prensa» anglosajona no haya dejado de disparar contra él desde el principio de su campaña, van a tener muy difícil, al menos si Trump consigue renovar mandato, evitar que los nuevos alineamientos que defienden Trump y los sectores de la burguesía americana que representa, acaben por dar forma a políticas y compromisos con consecuencias a largo plazo.
Y no quieren verse en la misma. La «independencia» catalana les ha mostrado que la cohesión interna en la clase dirigente puede verse en cuestión y que hay potencias e intereses imperialistas esperando una oportunidad para llevar su propio juego a la arena española.
El «core» de la burguesía española lleva tiempo mandando señales a sus propias familias con un mensaje claro: no van a permitir discursos anti-euro ni alianzas que hipotequen los intereses del capital español en América del Sur.
Fue la primera advertencia que lanzaron a Podemos tras su éxito en las elecciones europeas. Iglesias la atendió disciplinadamente: pasó de proponer la salida del euro a un «europeismo alternativo» crítico con el Brexit; pasó de representar al bolivarianismo en Europa a solidarizarse con discreción con el régimen de Maduro.
No, esta campaña no está dirigida ahora contra él y los suyos. La amenaza latente que contiene está destinada a sectores mucho más influyentes que ven en la dictadura alemana sobre la UE un freno a los capitales e intereses que representan y que empiezan a pensar que sería deseable un cambio de rumbo español en Europa.