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Una nueva ideología sobre la juventud

06/07/2021 | Crítica de la ideología

Conforme la vacunación avanza, los menores de 30, el último colectivo por vacunar, toma el protagonismo mediático. Primero los rebrotes masivos asociados a viajes fin de curso y su secuela, las denuncias por secuestro de los padres contra el gobierno regional que los confinó mientras algunos se escabullían y la mayoría protestaba desde los balcones. Después, las noticias de chavales que escapaban del confinamiento doméstico y tomaban autobuses para irse de marcha. Ahora, la profusión de palizas grupales en las fiestas que en al menos un caso, ha acabado en un asesinato brutal. Y envolviéndolo todo una nueva ideología sobre la juventud.

La puesta de largo de una ideología sobre la juventud

Jóvenes confinados en un hotel de Mallorca durante el macrobrote de Covid protestan ante las cámaras de televisión

Lo que los medios están mostrando es un nuevo tratamiento ideológico de la juventud. Y no es una novedad. Conforme la edad de emancipación subía y se ampliaba la franja de edad en la que una persona es considerada joven -en España llega ya a los 30 años- más se infantilizaba el retrato de la juventud. Si se destacan noticias como una menor contagiada que se escapa de casa para ir a la Manga es porque confirma una ideología sobre la juventud pre-existente que permite crear el campo para las medidas políticas que lleva asociadas.

Lo vimos claro ya con los discursos según los cuales había que priorizar la vacunación de los jóvenes -que tienen menos peligro de hospitalización y desarrollos graves del Covid- porque los jóvenes no aguantan. De fondo, puro entretenimiento para normalizar e invisibilizar una escasez de vacunas que no tiene nada de normal ni de inevitable.

Los resabios fascitizantes de la nueva ideología sobre la juventud

La ideología sobre la juventud del fascismo partió de excusar la violencia producto de «la frustración y la irá de la juventud» para convertirla en encuadramiento militarista a través del deporte y la exaltación de las lealtades grupales

Que la infantilización y minorización de los jóvenes es una parte esencial del nuevo discurso ideológico sobre la juventud se hace evidente cuando los medios tratan como noticia que profesores de Filosofía de bachiller dan a leer a sus alumnos textos de Platón, Kant o Marx. De hecho esa minorización de los alumnos estaba ya presente en la ley que hizo que dejara de ser obligatorio.

Pero la minorización de los jóvenes tiene una vuelta más. En un artículo que pretendía descubrir las causas de la cantidad de palizas grupales y reyertas de estos días, el autor del informe Jóvenes españoles 2021 se desmarcaba con una frase digna del peor juvenalismo de los años 20, el fascista:

Nosotros, los adultos, hemos aprendido a autocontrolarnos, pero pedir que un joven lo haga es ridículo, porque va en contra de su naturaleza

Juan María González-Anleo en El Confidencial

Por si quedaran dudas de la naturaleza del discurso el experto reconoce en el artículo que puede existir «una mayor sensación de euforia y que estén más alterados», pero lo achaca a la reacción de «cualquier colectivo, esté formado por jóvenes o adultos, que lleva mucho tiempo sin poder hacer lo que desea». Es decir, hace una lectura paternalista y justificadora de la frustración... y de la escasa resistencia a ella que se traduce en barbarie difusa. No es solo él. Todo artículo colecciona tópicos esencialistas exoneradores de la violencia de los hijos y de la sobreprotección de los padres, que se extiende por la sociedad hasta casi sacralizar a los jóvenes.

Ideología y barbarie

Paliza y pelea tumultuaria en Barcelona el sábado

Ideología sobre ideología, prejuicio sobre prejuicio, medios y grupos intentan barrer las interpretaciones de la violencia de estos días hacia su marco de discurso. Que los asesinos que dan una paliza grupal a un chaval al que previamente increparon porque pensaban que les grababa con el móvil, utilicen insultos homófobos mientras le golpean salvajemente revela en todo caso el canal ideológico a través del cual expresan la violencia. Pero no la explica. No es su causa con independencia de que pueda tratarse penalmente como agravante.

De hecho, cuando menos, esos mismos marcos -sean los de la ultraderecha o los de los identitaristas- son cuando menos parcialmente responsables de parte del fenómeno global.

Toda ideología es una versión distorsionada de la realidad que refleja intereses y necesidades más o menos estables en el sostenimiento del sistema. Pero su función no solo es narcótica. Las ideologías también configuran la realidad. Y la minorización en la ideología sobre la juventud es perfectamente funcional ante los récords de paro juvenil y edad de emancipación. Si los jóvenes se quedan en casa de los padres hay que normalizarlo, que no sean considerados como adultos es conveniente para todos.

Pero no considerar a los jóvenes como adultos, imponerles un discurso minorizador e infantilizador sobre sí mismos no solo acaba haciendo socialmente aceptable el tratamiento infantilizador y paternalista del estado, los padres y los medios, sino también comportamientos infantilizados entre los propios jóvenes.

Agreguémosles el bombardeo de ideología identitarista de los últimos años y resultará mucho más explicable la aparición de crímenes grupales con fronteras cada vez más borrosas con los delitos de odio. Exonerar la falta de autodisciplina y la baja resistencia a la frustración por un lado -es decir, infantilizar- y por otro adoctrinar con toda la furia en identidades supuestamente esenciales y antitéticas solo puede alimentar las expresiones más bárbaras del identitarismo más zafio ante una frustración generalizada.

Ideología sobre la juventud, paternalismo y frustración

Edad de emancipación en distintos países europeos

Al final la pregunta es de dónde sale esa frustración. Qué ha cambiado en estos años. Qué la ha alimentado.

Y es que lo que ha cambiado es la definición de la categoría «juventud». Para empezar, ahora un joven es una persona entre los 14 y los 30 años cuando antes lo era entre los 16 y los 23. Si antes se consideraba a los jóvenes en transición hacia el trabajo, ahora se les entiende ajenos a él y en general, dependientes económicamente de sus padres en mayor o menor grado.

La consideración de este nuevo perfil, es la de un adulto a tiempo parcial cuyas experiencias vitales se confinan a las relaciones interpersonales y vivencias «turistificadas» compradas en el mercado -cursos, viajes, aventuras– preparadas especialmente para no dañar su identidad o su esencia con los terrores del mundo material.

¿Responde la categoría a la realidad? Tal vez para ciertas clases sociales. Pero la verdad es que cada vez menos familias trabajadoras pueden permitirse «tener jóvenes» en esa acepción. Más bien, los jóvenes trabajadores viven acosados en un mundo laboral que reduce toda su capacidad de elección a elegir entre quedarse con los padres en barrios que se degradan por semanas y vivir en mini-casas tan miserables como los contratos y las perspectivas laborales que las acompañan.

Si el capitalismo da cada vez menos lugar a los jóvenes, no es por los vacíos existenciales del primer perfil, el que nos cuentan los medios. Sino porque el segundo, al que invisibilizan, es la gran mayoría y sus necesidades materiales chocan directamente con él.

No hay capitalismo para jóvenes, 22/9/2019

Y es que la juventud es una categoría artificial fracturada, como todas, por la división de la sociedad en clases. Definir la juventud como algo que solo existe o puede disfrutarse desde una determinada posición de clase ha sido desde hace décadas un alimento de frustraciones y anécdotas que se contaban, con escándalo, en las reuniones familiares. Todos hemos escuchado historias de la madre que doblaba jornada para que el hijo tuviera ropa de marca o del adolescente que se avergonzaba de sus padres por ser trabajadores.

Pero conforme la precarización ha ido avanzando, la distancia entre la capacidad de consumo de las familias trabajadoras y la expectativa que imponía la definición de ser joven, aumentaban afectando a toda la familia. Los padres no se han vuelto más paternalistas y complacientes por generación espontánea sino porque ellos también sentían la presión y la culpa que la ideología dominante les adjudica por no haber llegado a más.

Expectativas inyectadas en masa desde la ideología dominante y sus medios, cada vez más divergentes de la capacidad del sistema para satisfacer no solo las necesidades que alimenta sino las más básicas. No hay un cuadro más claro posible de frustración generalizada. No eran las restricciones -salvo para tenderos y hosteleros- sino unas casas estrechas que no dan para una convivencia intensa en familia. No era la falta de ocio nocturno, sino la impotencia de la escasez cuando millones de familias no tenían para llegar a fin de mes.

Sumémosle a esa frustración, ahora sí, un tono social general marcado por la revuelta cada vez más ciega y violenta de la pequeña burguesía durante la pandemia, en un marco en el que el identitarismo es ideología de estado, el irracionalismo presunta alternativa radical y la maquinaria de la acumulación destila impotencia y brutalidad todos los días.

No se podía esperar otra cosa que brotes de barbarie reflejando la barbarie general en que se ha convertido el sistema. Lo raro, tras tanta inversión en fomento del identitarismo por el estado y los medios, es que no venga adornada con aun más homofobia, misoginia, racismo o xenofobia, e ideológicamente se exprese como un fenómeno mayoritariamente privado, de individuos y grupos, de reyertas y peleas.