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Huelga general en Colombia

21/11/2019 | Colombia

No son pocos los medios internacionales que presentan hoy la huelga en Colombia como el paso previo a una revuelta como las que vimos en Ecuador y en Chile. Su naturaleza es sin embargo muy distinta.

Es cierto que el cierre de fronteras, la ley seca y los registros policiales de revistas y grupos culturales de izquierda intentan crear un clima hecatómbico para reforzar el discurso ensayado por Duque y su entorno echando la responsabilidad a Uribe... el cual, con su histeria macartista habitual, reduce la causa de las movilizaciones al «Foro de Sao Paulo»; ni siquiera se enteró de que ahora, su enemigo imperialista se llama «grupo de Puebla».

En realidad, bajo la huelga no hay otra cosa que el rechazo social masivo al «paquetazo económico», un conjunto de medidas que, siguiendo la estela de un bolsonarismo desaforado ya hasta para sus propios diputados, quiere precarizar por la vía rápida («reforma laboral») y atacar directamente las pensiones, haciéndoles pagar más impuestos y reforzando el camino de sustitución del sistema público por fondos de pensiones privados. En pocas palabras, el programa mundial de la burguesía, porque como apuntábamos en nuestro congreso:

El único camino en el que la burguesía mundial parece encontrar su salida, pasa por la apropiación directa de las coberturas y los magros ahorros de los trabajadores -sistemas de pensiones, salud y educación- y el incremento de la explotación en términos absolutos: más horas reales de trabajo por salarios totales pagados menores. El capital fuerza la realización de la plusvalía utilizando al estado que debería amortiguar sus contradicciones, azuzándolas.

Es decir, el paro responde a una combatividad de clase real que los sindicatos se han aprestado a encuadrar y conducir. Y por supuesto, lo han hecho a su modo, traicionarán a todos pero no a su propia esencia. Lo confesó con cierta inocencia involuntaria el portavoz de los estudiantes cuando vino a decir que los «paros reivindicativos» de los sindicatos no aspiran por lo general ni a ver satisfechas sus propias reivindicaciones:

Este paro tiene algo particular y es que no es un paro reivindicativo sino que es un paro donde tenemos más bien el objetivo de que Duque se eche para atrás

Y es que la defensa de fondo y a su modo del capital nacional se manifiesta en todo lo que hacen y sobre todo en el planteamiento de huelga. En primer lugar disolviendo a los trabajadores en una convocatoria donde vendrían a pesar tanto como los estudiantes, la Conferencia Episcopal -que también se sumó- y diversas «personalidades del mundo de la cultura». En segundo lugar incorporando reivindicaciones de los ex-FARC que siguieron en el proceso de paz, grupos indígenas y otras víctimas de la violencia de las oligarquías rurales. Y finalmente poniendo tanto o más acento en las privatizaciones insinuadas en las reformas a través de la creación de un «holding público» que en la defensa de las condiciones de vida y trabajo, como si la propiedad de las empresas por sí misma significara algo para los trabajadores. Como si un capitalismo de estado más concentrado en la propiedad pública, fuera de alguna manera «más socialista» y no más autoritario y militarista si cabe. Los sindicatos y la izquierda colombiana están ahí: en la defensa, a través de las estatalizaciones, del capital nacional, no en la perspectiva de superar el capitalismo.

Esta alineación -ideológica e histórica- entre la izquierda colombiana y el «grupo de Puebla», dan un cierto suelo a las paranoias de Uribe y el militarismo de la respuesta de Duque. Es evidente y ya lo vemos en el enfoque de la prensa rusa y los dirigentes venezolanos, que en el momento actual todo «conflicto interno» es visto como una oportunidad para los contendientes en el cada vez más violento choque inter-imperialista regional. Los estados y capitales nacionales aglutinados alrededor de Brasil y Chile -como hemos visto en Bolivia- y los del «grupo de Puebla», apoyados por distintas potencias fuera de la región -EEUU por un lado Rusia por otro, Europa y China según sus intereses concretos- van a intentar instrumentalizar en su juego sangriento cualquier movimiento de protesta que no se de en términos estrictamente de clase.

Y sin embargo, a pesar de la militarización de las calles y los pueblos, a pesar de los sindicatos, a pesar de la cizaña imperialista de uno y otro bando internacional... hoy veremos con toda probabilidad a más de 3 millones de trabajadores en huelga. Una huelga diseñada para evitar que surjan condiciones en las que los trabajadores puedan tomar la lucha en sus propias manos. Pero una señal, sin embargo de que las cosas están cambiando en Colombia.