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Huelga general en Argentina

26/06/2018 | Argentina

Argentina amaneció ayer parada por una huelga general total. La combatividad de los trabajadores quedaba patente. Pero también cómo era descarrilada por el entramado sindical y la izquierda nacionalista y parlamentarista.

Esta vez iban de la mano la CTA -sindicato independiente fuerte en sanidad y estado- y la CGT -sindicato peronista que ostenta el monopolio legal en un país en el que no hay libertad sindical. La plataforma de huelga venía dada por la situación del capitalismo argentino: rechazo al tarifazo, rechazo a la subida de salarios del 15% en paritarias (convenios) cuando la inflación ya pasa el 30% y... rechazo al acuerdo del gobierno con el FMI. Según avanzaba el día se desplegaba lo que la propia burguesía reconoce abiertamente que no es sino un ritual. Pablo Moyano, que «heredó» el sindicato de camioneros del viejo mafioso de su padre, Hugo, llamaba a la «unidad sindical», su congénere, Roberto Fernández, de la UTA, llamaba descaradamente a la unión nacional: «mañana el gobierno tiene que llamar a una reunión, no solo a la CGT, sino a empresarios, Iglesia.. a todos, a gobiernos anteriores; debemos buscar entre todos el camino a una economía coherente». La supuestamente combativa CTA lanzaba sin vergüenza alguna la consigna más nacionalista imaginable: «somos los que hacemos la Patria día a día».

La «izquierda» por su parte, también cumplió su función llamando a los trabajadores más combativos a «hacer un paro activo». ¿Qué era éso? Un ballet de cortes de calles innecesarios, un mítin en el Obelisco y actos sindicales repartidos por el país. ¿El mensaje?: Legitimar un paro que no parte de ninguna estrategia útil a los trabajadores, alentar a unos sindicatos que ya están pensando en desmovilizar y supeditar la lucha a su «transformación» o «conquista». El Pollo Sobrero, principal dirigente sindical trotskista entre los ferroviarios, iba incluso un paso más allá cuando aseguraba que «este paro general se hizo a pesar de la CGT, con la fuerza que vino de abajo y con la misma fuerza vamos a seguir empujando por las 36 horas, por un plan de lucha hasta que caiga el Gobierno». ¿Y qué programa seguiría a una caída del gobierno impulsada por la movilización de los trabajadores? «Contra el FMI», por las «Nacionalizaciones» y por «gobierno de los trabajadores»

¿Huelga de clase o descarrilamiento nacionalista?

Esta vez la burguesía argentina no puede decir que las medidas antisociales les vienen «impuestas» por el FMI. La lógica del tarifazo y de la devaluación salarial es la línea estratégica establecida desde hace al menos tres años. La guerra comercial la ha azuzado, y convirtió en la única salida a mano del capital nacional. El acuerdo con el FMI solo es un parche, por lo demás inútil, para intentar salvar el «gradualismo» prometido por Macri a una pequeña burguesía a la que está intentando proteger de los ataques cada vez más directos que su gobierno capitanea contra las condiciones de los trabajadores.

El programa de «la izquierda» lleva al mismo callejón sin salida con la propuesta de nacionalizaciones. Las nacionalizaciones solo significan la concentración del capital nacional en el estado... pero el problema es el capital nacional y sus necesidades, opuestas a las de los trabajadores y las grandes mayorías de la población. Pretender que estatalizar significa «frenar el saqueo» es ignorar qué es el estado, cuál su naturaleza de clase y de nuevo «salvar» al capital nacional insinuando que el «saqueo» le viene impuesto «desde fuera» y puede «frenarse» concentrándolo y fortaleciéndolo.

Y si nos vamos a la izquierda de la izquierda, llegamos por fin a la consigna supuestamente «radical»: «gobierno de los trabajadores». Pero ¿es posible un gobierno de trabajadores sobre el estado del capital argentino de toda la vida? Obviamente no. No es una cuestión de gobiernos, el problema no son los cauces que se le den desde el estado al capital nacional en su lucha por sobrevivir en un entorno global que le es cada vez más adverso. El problema es que las necesidades de reproducción del capital pasan, y solo pueden pasar, por un ataque cada vez más directo y brutal a las condiciones de vida de los trabajadores y de las grandes mayorías de la población. En Argentina... y en todo el mundo. No hay «gobierno de los trabajadores» que pueda enfrentar la lógica del capital nacional desde el estado que articula y expresa sus necesidades. No es tampoco ningún planteo novedoso: fue de hecho el punto de partida de la Izquierda Comunista Argentina ya en los años 30. Ni entonces el «frente popular» y la «liberación nacional» ni ahora el «gobierno de los trabajadores», pueden ofrecer nada más que un cambio de caras y estéticas en el «gobierno», la «gestión», de un estado y un capital nacional que impone, para sobrevivir, una lógica criminal.

Pero, nos dicen, nacionalizaciones, «gobierno», pueden significar cosas radicalmente diferentes «en un nuevo contexto». Efectivamente, pero ese «contexto», es precisamente el que nace de la auto-organización de los trabajadores que nos escamotean con las «agendas sindicales» y los cuentos sobre «la huelga activa y desde abajo» que refuerzan a la estructura sindical del estado... aunque, hipotéticamente, pudieran debilitar o incluso expulsar a los burócratas mafiosos que hoy dirigen la CGT.

La auto-organización de los trabajadores es condición para que nos dotemos de un programa propio de clase. Y un programa de clase, no puede tener por objetivo exculpar al capital nacional, «defenderlo» del FMI y ayudarle a su gestión acelerando su ya brutal concentración en el estado existente. Vender un «desarrollo nacional alternativo» es pura utopía nacionalista. Muy al contrario. Consciente de que el problema es el capitalismo, un programa de clase no puede perderse en utópicas «soluciones nacionales» que no se sostienen ni sobre el papel. El dólar ha subido un 60% en lo que va de año y los salarios han perdido más de un 30% como media. No queremos rescatar al capital nacional, ayudarle a ser «más independiente». Su «independencia» y su «sostenibilidad» son ilusorias y solo pueden mantenerse a costa de nuestro empobrecimiento continuo.