Huelga docente no solo salarios, contenidos
Las huelgas de docentes que se desarrollan a lo largo de todo el país, además de pedir mejoras salariales, con ajustes de acuerdo a los niveles de inflación, también piden -dadas las condiciones sanitarias-herramientas para el desarrollo de clases virtuales o el pago de horas extras.
En lo que llevamos de octubre, tuvimos una jornada de protesta nacional convocada por sindicatos, huelga de 96 horas en Chaco, huelga en Bahia Blanca en lucha por salvar salarios, en Neuquén de 48 horas, igual que en Tierra del Fuego. En Capital huelga y espadas en alto contra las intenciones de Larreta de reabrir las escuelas en pleno pico pandémico. Además, con el paso a tele-enseñanza y la virtualización de las clases, apareció un fenómeno nuevo: la huelga virtual. De nuevo, solo en lo que va de mes en Salta, en las universidades públicas, en Catamarca, en Entre Ríos y en San Luís.
Pero ¿sirven para algo las movilizaciones sindicales? ¿Van a algún lado más allá de cumplir un ritual? Todo parece una ceremonia vacía al final de la cual los salarios corren siempre un paso atrás de la inflación y nadie cuestiona si el sistema de enseñanza sirve en algo a los alumnos de clase trabajadora y sus necesidades.
No solo las condiciones de trabajo, sino los contenidos
La situación creada por el Covid, no solo ha puesto en vilo las necesidades educativas, sino y sobre todo su contenido. La realización de clases virtuales, sin el control estricto del personal educativo y la estructura del colegio para corregir cualquier desacato, ha demostrado la incapacidad del sistema para dar contenidos de interés, de formación y útiles a las necesidades de una clase que cada vez va perdiendo más espacio para satisfacer sus necesidades en todos los sentidos.
Los chicos en sus casas no quieren seguir repitiendo como eco cada una de las consignas elaborada por un grupo de burócratas sentados virtualmente en un Ministerio que no contempla las necesidades de la familia, del que trabaja, del que tiene pocas herramientas por los escasos ingresos y de una sociedad que se debate entre trabajar o morir.
Estos conflictos no hacen más que dejar al descubierto las contradicciones de un sistema que mantiene los alumnos de los colegios públicos, técnicos o no, al cuidado de una mala alimentación de comedores con sobras y cuidado de niños en colegios precarios y sin condiciones, mientras los padres trabajan.
Una escuela que repite como eco una ideología ajena a sus necesidades de clase. Que no invierte en herramientas de educación, no sostiene profesionales capacitados y ni construye estructuras que permitan el desarrollo del estudiante para su futuro; muestra a las claras que no quiere al alumno que el maestro intenta sostener, y que por lo mismo, no necesita de docentes bien pagos y formados para que lo realice.
Por el contrario, necesita docentes que aguanten, como dicen los sindicatos, con salarios que los saquen del mínimo para no estar en la pobreza, con una conectividad que justifique haber dictado una clase aunque sus alumnos no aprendan nada o no les sirva lo que aprenden. Los gobiernos solo sostienen el sistema educativo, como reserva de las necesidades de estado para ser utilizado a las tareas que imponga el reparto del mundo, trabajo precario, changas, o en el caso que fuera necesario el ejército y hasta la guerra.
La implementación de una educación basada solo en el esfuerzo laboral de los educadores, basada en el pago para trabajar con computadoras personales, servicios de Internet baratos y cargas de planificación, muestra a las claras la política del estado de hacer recaer todo el costo de la educación en manos de los docentes dejando a cambio la propuesta salarial que pretenden hacer aceptar los sindicatos, aumentos que corran atrás de la inflación siempre un paso atrás de la pobreza, sin obra social que garantice un servicio de salud cada día más deteriorado. Los docentes hoy se resisten a su vuelta a clase. ¿Cómo no van a temer a los contagios?
La capacitación para los docentes y nuevas técnicas pedagógicas o herramientas, queda para la otra gran economía destinada a la educación privada, con altas cuotas escolares pero reproduciendo la misma educación, que aunque cambien las técnicas o se hagan con temas enseñados en cantos, solo vuelven a reproducir el sistema educativo que satisface las necesidades de una sola clase, la que dirige.
Tanto ahora como antes de la pandemia, las huelgas siguen enchalecadas y contenidas por los sindicatos. Estos llaman a agregar herramientas tecnológicas cuando no han podido resolver ni siquiera lavar los tanques de agua de los establecimientos, no hay personal para la limpieza de los baños, no cuentan con toallas, trapos o artículos de limpieza mínimos en épocas de pandemia. Sin embargo hablan de medidas sanitarias que garanticen el retorno a clase. ¿Quién las va a implementar? ¿Quién las va a controlar? ¿Quién va a denunciar cuando no sucedan?.
Los docentes somos los únicos que podemos reconocer cada una de las necesidades que atraviesa la educación y que hoy más que nunca ha alcanzado la contradicción más clara de los últimos tiempos. Los colegios no pueden dar cumplimiento a lo único que los sostenía como institución valiosa para el estado: ser comedero y guardería de estudiantes útil de paso para el adoctrinamiento nacionalista. Se ha puesto de relieve la decadencia de la educación impuesta a los alumnos, que no encuentran en su implementación la formación necesaria para su vida futura y ha dejado a los docentes a la deriva. Los docentes zozobran entre esos alumnos que se resisten a esa mala formación y un estado que se cruza de brazos ante las necesidades más perentorias, respaldado por los sindicatos que entretienen a los docentes con paros, apagones y hasta carnavales como en San Luis; evitando a toda costa la organización de los que verdaderamente quieren resolver el problema de la educación que son los docentes.
Solo organizados por nosotros mismos, contando con todos los sectores de trabajadores que tienen a cargo la educación, podremos imponer la satisfacción de nuestras necesidades inmediatas. Solo así, utilizando además las herramientas virtuales y con la participación de los estudiantes, podremos discutir las necesidades en la formación, los temas de interés real para las situaciones que vive la Humanidad. Nuestros alumnos y nosotros mismos no necesitamos otro plan docente, sino un plan de lucha.