Hora de superar el momento «chalecos amarillos»
¡Macron, démission! ¡Macron, démission!. Tricolores burguesas, la Marsellesa con todo su sanguinoliento patriotismo. El sexto sábado de los chalecos amarillos no ofrecía oportunidad a la confusión: unos cuantos miles contra la mayor concentración policial en décadas, sin participación de grupos políticos ni «black block»... solo los «últimos chalecos», expresando y pretendiendo representar a ese 70% de la población francesa que se identifica con la frustración canalizada por el movimiento sin acabar de cuajar la prometedora afirmación de necesidades universales que llevo al gobierno a ceder, por primera vez en décadas, a la protesta. El movimiento vuelve a sus orígenes mientras el debate público se centra en el terreno -bien confortable para la burguesía francesa- del «Referendum de Iniciativa Popular». ¿Qué actitud tomar ahora?
No debemos olvidar que fue la emergencia, desde un segundo plano, de reivindicaciones de clase lo que llevó al gobierno a ceder. Macron cedía ante una tendencia, no ante una organización de masas; ante una posibilidad en sus primeros desarrollos, no ante la clase en constitución todavía; era «derrotado» por un fantasma, no por una realidad material. El objetivo de la burguesía francesa era parar en seco un proceso que empezaba a apuntar. El resultado ha sido que efectivamente el movimiento ha perdido presión y masividad. Aunque sigue la desconfianza. Con razón. La burguesía no dice la verdad ni cuando deja de mentir. Y para empezar ya queda claro que la promesa de subir el salario mínimo en 100 euros no será realidad, al menos para más la mitad de los que lo cobran. Desconfianza, rencor y rabia sobre una base de conquistas que no se sabe muy bien quién ha conseguido. Ahí estamos.
Haber desarticulado el elemento de clase, si no sigue evolucionando, si no sirve para generar unas minorías que vayan más allá, un fermento de siguientes luchas... es un gran triunfo de las concesiones preventivas de Macron. Reducen la lucha al conocido y empantanado campo de batalla del estado y la burguesía con la pequeña burguesía. Claro que tampoco es ningún chollo para la burguesía francesa. El referendum de iniciativa ciudadana, la eventual aparición de un partido «chaleco amarillo», los cambios constitucionales... todo amenaza con inaugurar una larga fase de estancamiento y parálisis política para la burguesía al estilo de Alemania y sobre todo de España.
El peligro desde el punto de vista de los trabajadores es cargar con el feto muerto de un movimiento que no llegó a ser. Esta es la novedad respecto a España. La pequeña burguesía independentista catalana no consiguió arrastrar a los trabajadores. La reactivación del nacionalismo español, tampoco. Sin embargo, los «chalecos amarillos» son otra cosa. A muchos trabajadores les parecen «nuestros» y muchos desubicados asocian con «la revolución» las banderas «ciudadanas», del «pueblo», especialmente en las viejas zonas de control stalinista.
Así que ahora pasamos de estar a las puertas de una promesa de superación a vernos en el umbral de un nuevo 1830. Es decir, solo ahora vemos el alcance de la derrota de las luchas de los años 70 y 80. No en la desmovilización y la pasividad de veinte años que siguieron, ni siquiera en las dificultades para encontrar respuestas de clase durante los diez años de crisis que ya llevamos... sino en la debilidad que hoy, y previsiblemente en el futuro, veremos ante las autopistas hacia la nada que generosamente nos abre la pequeña burguesía desesperada.
¿Qué hacer?
Ha pasado más de una generación desde aquellas luchas y el resultado amenaza todavía con escenificar a un proletariado de otro tiempo, cuando iba a la zaga de la pequeña burguesía democrática... solo que ahora estamos en un capitalismo decrépito en el que el revolucionarismo pequeñoburgués es el culmen de lo reaccionario. A ese punto se ha deformado y destruido la memoria tras 70 años de stalinismo y 20 de campañas sobre la «muerte de la clase obrera». Pero a no ser que se tenga una concepción evolutiva, acumulativa de la consciencia de clase, tampoco deberíamos asustarnos. Las tareas por delante son muchas y permanentemente urgentes, pero no significativamente nuevas. Y al nivel que estamos, ni siquiera son demasiado complicadas. Desde Francia a Irán estamos en el momento de agrupar y organizar a los que han ido más allá para convetirnos juntos en disolvente de ciudadanías y fermento útil para la organización como clase.
¿Buscabas un propósito para 2019? Es hora de superar el momento «chaleco amarillo». No todo lo que se agita se mueve hacia adelante. Es la hora de encontrar nuevos compañeros, discutir con ellos, recuperar las herramientas básicas y organizarnos.