¿Hay poderes independientes en el estado?
Para entender qué es el estado y hasta qué punto es diferente de su aparato político y dentro de él del gobierno, no hay como un paseo por el pasado. Nos encontramos a principios de la era imperial, a primera vista hay grandes urbes y rutas de comercio, sin embargo esta sociedad es muy distinta a la nuestra. Hay tres grandes clases (grandes propietarios, hombres libres y esclavos) y la gran parte de la producción ocurre en el campo y bajo mano de obra esclava. La clase dominante, subdivida en diversos grupos propietarios, es la única que tiene acceso al senado y a la administración. Es la que dirige las fuerza militar y monopoliza los cuerpos de seguridad. Se trata de una sociedad basada en la esclavitud y sus leyes en defensa de la gran propiedad agraria así lo representan.
Al cambiar de República a Imperio, la expansión militar se ralentiza y desciende el numero de esclavos asequibles a bajo precio. Bajo la presión de financiar la maquinaria militar y estatal, el Imperio empieza a subir los impuestos a las clases bajas. Contrariamente al capitalismo, no se trata de un sistema donde la clase dirigente pueda monopolizar los medios de producción y extraer el excedente a través de un falso intercambio de fuerza de trabajo por dinero. Este estado debe ir a los trabajadores libres y extraer por la fuerza física los impuestos, tanto es así que no era poco común que poblaciones enteras fueran represaliadas. Esta brutalidad contribuirá a destruir la reproducción de la sociedad y al fin del Imperio, numerosas fuentes hablan de poblaciones enteras huyendo hacia los barbaros o llamando a estos últimos a invadir sus regiones para detener las recaudaciones de impuestos. Por ejemplo, sabemos que poblaciones enteras de la Galia huyeron hacia los germanos en 440.
El estado romano se ocupaba de extraer el excedente para las clases dominantes, pero también de mantener la reproducción de la sociedad. El estado romano no es solo el cobrador de impuestos. También es el aparato ideológico-religioso que mantiene una cultura que hace aceptable y «natural» la dominación, juzgados y jueces que «median» y dirimen conflictos entre individuos o grupos, militares y ediles (policías) que mantienen el orden, reprimen sublevaciones y vigilan fronteras, almacenes públicos de grano que se acumulan y reparten para evitar la escasez en momentos de crisis...
El estado, por debajo y al mismo tiempo que el aparato político (Senado, magistraturas, etc.) de las clases propietarias que lo dominan, es una gigantesca maquinaria social dedicada a asegurar la cohesión social. Mientras la sociedad esté escindida, dividida en clases, habrá un estado dedicado a asegurar que se reproduzca en el tiempo evitando la guerra entre clases.
Con el capitalismo, la extracción del excedente pasa de realizarse mediante la fuerza y la violencia directa, a estar mediada por el mercado a través de un falso contrato de intercambio. Aunque la burguesía sufra de una visión ideológica e increíblemente restringida de la realidad, los trabajadores deben ser desposeídos y mantenidos en una posición explotada para el mantenimiento y reproducción de la sociedad burguesa. Mientras el señor feudal reclamaba trabajar en su campo o pagar en especie -trabajos cuyas dimensiones no son mensurables y muchas veces no son comparables entre sí-, los capitalistas y trabajadores «intercambian» fuerza de trabajo por un equivalente universal y mensurable, el dinero. El mundo burgués, como el intercambio, requiere universalidad. Las leyes deben ser idealmente aplicables a todos los individuos libres. El intercambio ocurre idealmente entre iguales. Todo debe ser mensurable, planificable y universalmente comparable. La ley ya no puede ser ya la ley del privilegio señorial. Ahora la ley burguesa es universal y aplicable a todos los casos. En esto se basaba originalmente el concepto de separación de poderes. El legislativo hace leyes universales y el poder judicial las aplica con la mínima interpretación posible. El aparato político de gobierno, ahora emanado de la «sociedad civil», proyección del «tercer estado», toma el protagonismo. Pero el estado nunca se fue.
La Revolucion Francesa, con Robespierre a la cabeza, declaró que los jueces solo debían limitarse a transmitir las decisiones del legislativo y no interpretar, el «Rechststaat» alemán igual. Varios decenios después, en el siglo XIX en Francia y XX en Alemania, debieron reducir el poder del legislativo porque el sistema no funcionaba. La sociedad dividida en clases y la libre competencia condujeron pronto a la formación de grandes acumulaciones de capital -y por tanto poder- que, en la fase imperialista y decadente del sistema, la nuestra, tomará la forma de trusts y corporaciones. Sin embargo, la ley universal solo puede aplicarse entre iguales(!). Si un grupo tiene 20 veces mas poder que otro la ley universal es un absurdo: el estado debería multar igual a una multinacional que al bar de la esquina por incumplir la misma ley, por eso:
Conforme se desarrolló el capitalismo mas interpretación y mediación fueron necesarias por parte del judicial y menos poder real tuvo el legislativo para imponer la ley desde las cámaras. Esto llega a al paroxismo bajo el capitalismo de estado, hoy universal. Es más, cuanto más frágil es un capitalismo y más se concentra alrededor del estado menos poder directo ejerce el Parlamento, como se vió en la España franquista y en los países del bloque ruso durante la guerra fría, y podemos seguir viendo hoy en China o Cuba. Pero por otro lado, tampoco es que los parlamentos de los países centrales sean comparables a los del periodo ascendente del capitalismo: si los parlamentos del siglo XIX eran verdaderamente el «mercado de las opiniones» de las distintas fracciones de la burguesía que obtenían representación en ellos, los parlamentos actuales y sus partidos vienen a representar ante todo el interés conjunto del capital frente a cada uno de esos sectores.
El estado se vera obligado a pasar por encima de legislativo y ejecutivo cuando necesite imponer el interés de la burguesía de estado en su conjunto contra otras clases -incluida la pequeña burguesía- o fracciones de la clase dominante, cuyos derechos son teoricamente iguales, si ponen en peligro la unidad de mercado, la integridad del estado o el sistema de clases. No es posible separar completamente al aparato político y al estado burgueses. Ni siquiera son cuerpos equiparables.
Bajo el capitalismo de estado no hay independencia entre aparato político y estado. El gobierno podrá dar forma al estado y se valdrá de él para hacer valer el interés del capital nacional como un todo. Pero el estado seguirá dictando por encima de cualquier gobierno cuando el sistema político no baste para contener las fuerzas centrífugas y la lucha de clases que alberga la sociedad capitalista.