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¿Hacia unos nuevos Pactos de la Moncloa?

07/04/2020 | España

El gobierno ofrece unos «nuevos pactos de la Moncloa» porque la recesión que viene es, según aseguran, un «desafío igual de importante que en 1977». ¿Se trata de otra metáfora mal traída o antecede algo real? Un vistazo a la recesión en marcha y su comparación con la situación de 1977 puede darnos algunas pistas.

¿Para qué sirvieron los «Pactos de la Moncloa»?

La ‎lucha de clases‎ venía en ascenso desde 1962, cuando la ‎huelga de masas‎ en las cuencas mineras abrió una nueva oleada de luchas que quince años después estaba en su momento álgido. Las huelgas, aun bajo las condiciones de represión del franquismo, estaban imponiendo un ritmo de crecimiento de los salarios por encima del de la inflación, es decir, estaban redistribuyendo de forma efectiva la renta a favor del trabajo.

Pero además, la «crisis del petróleo» de 1973 había acelerado la tendencia a la recesión. Siendo un shock de precios, había multiplicado la inflación y dado nuevo fuelle a las luchas. El capital nacional, en plena redefinición de su aparato político, se devaluaba sin remisión y ya no era capaz siquiera de mantener el pleno empleo.

El objetivo urgente para frenar la devaluación del capital era reducir la inflación a base de bajar salarios. Una prueba de fuego para un aparato político tan nuevo que ni siquiera había aprobado todavía la Constitución que lo establecería legalmente.

Pero el más importante y prometedor de los retos a la burguesía en aquellos años vino del proletariado y se manifestó en enfrentamientos de clase abiertos y huelgas de masas (Vitoria 76, Roca 77). Por eso el verdadero momento clave de la Transición fueron los llamados «Pactos de la Moncloa», el momento en el que la burguesía española, por primera vez desde la guerra, estrena un aparato pluripartidista y sindical propio. Con el PCE y CCOO en primera línea la «reconciliación nacional» de la burguesía española se representaba y enfrentaba a la oleada de luchas obreras reconstituida. Aunque UGT tardó en firmar y CNT finalmente no lo hizo, la Transición testó por primera vez juntos y unidos al antiguo rival del aparato franquista al frente contrarrevolucionario del 37. Si el principal arma entonces para orillar la lucha de los trabajadores había sido la oposición fascismo-antifascismo, la bandera común de la democracia se esperaba que lo hiciera ahora.

«¿Qué fue la Transición y qué significó la Constitución del 78?», 6/12/2017

Los pactos tuvieron dos resultados. El principal fue estructural y político: los sindicatos se convertían en los responsables de organizar y convocar huelgas. Las asambleas de huelga irían cediendo la soberanía a lo que luego serían los «comités de empresa» de representantes sindicales. El segundo, garantizado por éste, fue directamente un atentado a las condiciones de vida y el salario de los trabajadores: poniendo en marcha lo pactado, los primeros convenios de la Transición, firmados ya por los sindicatos democráticos, aceptarán la «equilibración de salarios», es decir su subida por debajo de la inflación.

En nombre de la «economía nacional» el gobierno (representando a la patronal), los partidos de la oposición democrático-burguesa y los sindicatos han preparado ya el esquema de los próximos convenios: aumentos de salarios inferiores al aumento del coste de la vida, disfrazados bajo la capa de «equilibración de salarios»; aumento de ritmos de trabajo; implantación de nuevas primas y destajos; recrudecimiento de la disciplina laboral (leyes, reglamentos, sindicación...); implantación de pactos laborales; prohibición de huelgas; preavisos para huelgas legales que deberán hacerse necesariamente en el marco sindical a fin de que los sindicatos puedan boicotearlas, etc. etc.

«¿Convenios pactados o convenios impuestos?». Comunicado de FOR sobre los Pactos de la Moncloa, 1978

El resultado lo vemos en los dos gráficos de arriba. Una caída en picado de las huelgas con repercusiones de décadas... y su consecuencia directa: desde 1978 hasta hoy, de manera sostenida, el trabajo ha perdido más de un 20% de su participación en la renta nacional, es decir, en el total del ‎valor‎ producido.

¿Cuál es el peligro para el capital español hoy?

El capital español, como el mundial venía sufriendo una recesión industrial que era el prólogo de una recesión general que se esperaba para este año. Cuando el confinamiento termine las razones para la devaluación que está sufriendo en estas semanas habrán cesado, pero no lo harán ni las urgencias por «recuperar lo perdido» ni las causas de fondo que le habían llevado a la recesión industrial a finales de 2019.

Es más, es más que posible que estas hayan empeorado, generalizando el cierre de mercados a nivel global. El covid no es un parón, es un acelerador de esas tendencias. Todo indica, por ejemplo, que la salida del confinamiento agravará y acelerará la guerra comercial entre China y EEUU. Es decir, el capital español no cuenta con poder recuperarse accediendo a nuevos mercados para colocar sus productos. Al revés, los mercados y la demanda exterior van a ser cada vez más inaccesibles.

Lo que es más, el sostenimiento de empresas a base de avales por el que optaron el gobierno español y el italiano, tiene un techo... a partir de él, si la cobertura no se amplía y mutualiza con estados fiscalmente más sólidos y que hayan sufrido una menor parada de actividad, lo que viene es una tormenta financiera perfecta: bancos que han tomado más riesgos de los que querrían enfrentando un aumento de la morosidad y una crisis de deuda soberana mientras los activos de su cartera industrial se devalúan a toda velocidad. Como decía hoy el New York Times, los bancos europeos están preparados para una crisis, solo que no para ésta. Por eso, la batalla en Europa.

¿Qué tiene ésto que ver con la crisis en 1977?

Hasta aquí lo económico no podía ser más diferente. Inflación en el 77, deflación ahora; la participación del capital en la renta nacional corriendo tras la del trabajo entonces, bajada sostenida de décadas de la del trabajo ahora; devaluaciones competitivas de la peseta entonces, euro estable ahora. Y desde el punto de vista de la lucha de clases, aunque a nivel global esté emergiendo una gran oleada de huelgas, en España las huelgas se cortaron en seco con el cierre de la producción no esencial.

Lo que une la estrategia de la burguesía española de entonces y la de ahora es el objetivo de transferir rentas del trabajo al capital para reanimar la capacidad de producir ganancias y el miedo a que los sindicatos, por sí solos, no puedan imponer la disciplina suficiente en los centros de trabajo y -sobre todo- en la calle, para hacer posible una nueva oleada ‎ precarizadora‎.