¿Hacia una nueva guerra en el Magreb?
A veces no hace falta hacer grandes cronologías e irse décadas atrás para dar marco y entender los movimientos imperialistas, basta con ganar la perspectiva de unas semanas y ser conscientes del mapa regional.
La crisis política argelina y el Sahara
En 2018 las negociaciones sobre el futuro del Sáhara Occidental amparadas por la ONU se dan definitivamente por finiquitadas. Marruecos ve la revuelta de la pequeña burguesía argelina con cada vez más aprensión, teme tanto el contagio -del que ya ha tenido síntomas- como que la crisis acabe con una afirmación militar de unos intereses argelinos que mientras tanto están siendo erosionados por todas las potencias intervinientes en Libia y, por parte del propio gobierno marroquí, en el Sáhara. Consciente del peligro, el Majzen cierra 2019 invitando al nuevo presidente a reiniciar el diálogo. Que como en llamamientos anteriores, no lo toman en serio vista la agresividad marroquí en los pocos foros internacionales en los que siguen coincidiendo.
Agosto de 2020. Egipto, que se ha convertido en la nueva fuerza decisiva en Libia, intenta llevar a un acuerdo a Rabat y Argel para desalojar juntos a los Hermanos Musulmanes del gobierno de Trípoli. El enemigo común parece obrar el milagro de un cierto apaciguamiento, al menos, entre las dos potencias magrebíes. Pero mientras, la crisis económica y la guerra saheliana de Francia y la UE aumentan las contradicciones sociales en el Sáhara ocupado por Marruecos. El Majzen decice abrir la espita para relajarlas y ganar al mismo tiempo una nueva baza de negociación con la UE. El flujo migratorio hacia Canarias se convierte en un problema humanitario y político que el gobierno español maneja cada vez peor. Las condiciones se degradan por días.
Noviembre en el Sáhara
9 de noviembre. El gobierno Sánchez presenta sus líneas de política exterior. Insinúa una vez más un giro que venía perfilándose desde tiempos de Zapatero. España abre la puerta a reconocer el dominio de Marruecos sobre el Sáhara Occidental a cambio de que Marruecos haga de cancerbero de los flujos migratorios. Lo condiciona indirectamente, eso sí, a que Argelia entre en el acuerdo, pero por otro lado propone incluir a Argel entre los beneficiarios de la política UE de contención de las migraciones.
11 de noviembre. Se filtra a través de los mentideros de la inteligencia israelí que EEUU ha ofrecido a Marruecos el reconocimiento de su dominio sobre el Sáhara a cambio de que éste reconozca a Israel y firme un acuerdo de paz.
Consideramos el plan de autonomía marroquí como una base seria y creíble para una solución negociada
Jean-Yves Le Drian, Ministro para Europa y de Asuntos Exteriores de francia, 12/11/2020
12 de noviembre. Corte de la carretera de Guerguerate, salida de las exportaciones marroquíes hacia Mauritania y el Sahel, por un pequeño grupo de miembros del Polisario. La responsabilidad mostrada por el ejército marroquí es saludada por el ministro de exteriores de Francia con un apoyo explícito a la anexión del Sahara en calidad de autonomía.
13 de noviembre. Alentado por lo que entiende un apoyo europeo, Marruecos reconoce haber entrado en la franja desmilitarizada para romper el bloqueo de su salida de mercancías hacia Mauritania. El Polisario acusa a Marruecos de romper el alto el fuego y declara que la guerra ha comenzado.
Argelia reclama a la ONU el escrupuloso cumplimiento de su misión. Lo que la prensa española interpreta precipidamente. Siguiendo a Moncloa cree que los militares argelinos no quieren arriesgar una nueva guerra en sus fronteras. Así que declaran fracasado el movimiento del Polisario para reabrir el conflicto y poner freno al creciente consenso diplomático pro-marroquí. Se equivocan en lo más importante: el Polisario no haría una declaración de semejante peso sin el apoyo de sus patrones de Argel.
De hecho, los militares argelinos han vivido con impotencia el desarrollo de la guerra en toda la región, paralizados como estaban por la revuelta interna. Pero ahora, reasentados en el poder, y con el movimiento opositor debilitado y reprimido, están afirmándose cada vez más regionalmente. Empezando por Malí, centro de la guerra del Sahel, siguiendo por Libia y con un ojo siempre puesto en Marruecos.
De hecho, el golpe sobre la mesa de Egipto este verano que cambió subitamente los equilibrios libios, les lleva a acelerar algo inimaginable durante años: un verdadero cambio constitucional para permitir al ejército intervenciones en el extranjero.
La constitución de Argelia prohíbe a los militares participar en conflictos fuera de las fronteras del país. Mientras los combates se desarrollaban en Libia, la presidencia propuso enmiendas constitucionales [...] Las enmiendas otorgan al presidente el poder de enviar fuerzas al exterior tras obtener una mayoría de dos tercios del voto del parlamento. Los cambios fueron aprobados por los votantes argelinos en un referéndum constitucional celebrado el 1 de noviembre.
Al Monitor, 15/11
14 de noviembre. El gobierno egipcio, que ha observado con cautela el cambio constitucional en Argel, es mucho más cauto que los europeos e intenta abrir una vía de negociación entre los militares argelinos y el Majzen. Es cierto que el objetivo primario del cambio constitucional del ejército argelino es intervenir en todas las misiones internacionales regionales que afecten directa o indirectamente a las fronteras nacionales, sea bajo banderas de ONU, Liga Árabe, Unión Africana… o lo que sea necesario en cada momento. Pero Egipto entiende que el mensaje global no es solo que Argelia quiera participar en cualquier fuerza internacional que ocupe Libia o el Sahel, sino también que abre la puerta a intervenir legalmente en el Sáhara Occidental, a pedido del Polisario.
15 de noviembre. Queda clara la estrategia de Argel: mantener el conflicto abierto a bajo coste para forzar a un realineamiento de las posiciones europeas y de EEUU hacia una negociación que le involucre en el futuro del Sáhara. La preocupación egipcia permea la prensa, pero en Europa nadie quiere pensar en el ejército argelino saliendo de sus fronteras para liberar El Aiun, que es la amenaza subyacente. La prensa española destaca que se trata solo de hostigamientos sin coste en vidas. La francesa que la libre circulación de mercancías entre Marruecos y Mauritania se ha reestablecido, invitando a ignorar la guerra fantasma del Polisario.
16 de noviembre. Pero en Marruecos, las cosas son mucho más claras... al menos una vez se sale del untuoso mundo de las declaraciones oficiales. Entre los militares, los académicos y los analistas políticos el diagnóstico es brutalmente claro: Si hay guerra, será con Argelia.
17 de noviembre. El Rey de Marruecos publica una carta dirigida al Secretario General de la ONU comprometiéndose a mantener el alto el fuego al tiempo que reafirma su posición de fuerza fáctica. Mientras, el Polisario sigue anunciando ataques contra el muro sin relevancia militar real. Y la prensa de Argel apunta al bloque de países del Golfo, articulado por Emiratos y Arabia Saudí, aliado con Egipto en Libia, como el principal instigador de la supuesta agresión marroquí en el Sáhara.
¿Existe la República Árabe Saharaui Democrática? ¿Existe el Polisario como fuerza independiente?
El Frente Popular de Liberación de Saguía, el Hamra y Río de Oro, el Polisario, nació patrocinado por Argel en un momento en el que el régimen argelino veía en la crisis del franquismo una oportunidad para expandirse como potencia dominante en el Magreb. Jugó al mismo tiempo la carta del independentismo armado canario y, más tarde, también más prudentemente, un cierto apoyo a ETA.
El Polisario fue desde su nacimiento organizado militarmente y hecho reconocer internacionalmente por Argelia. La organización saharaui azuzó la salida del ejército español -lo que fue aprovechado por Marruecos para ocupar la hasta entonces colonia- y libró por cuenta y armamento de Argel una guerra con Mauritania que ganó solo para perder acto seguido el territorio ganado a manos de Marruecos. Los quince años de guerra de baja intensidad que siguieron y que acabaron en los muros y la tregua de la ONU del 94, la que ahora se rompe, sirvieron a Argelia para manter bajo una cierta y vigilante presión a Marruecos.
Inevitablemente transformaron también a la dirección polisaria. Militantes nacionalistas con aspiraciones a burguesía de estado, la larga espera por un territorio que gobernar dejó todo su aparato paraestatal en el limbo. Sus presidentes vitalicios y su élite burocrático-militar consolidaron una vida a caballo entre el lujo africano de los barrios de las clases altas mauritanas y argelinas y sus fantasmales sedes diplomáticas repartidas por Europa, Africa e Iberoamérica. La dependencia de los fondos estatales argelinos, originalmente un patronazgo imperialista, se tornó definitivamente un modo de vida. Los ingresos se complementaban con los derivados de tráficos ilegales diversos por la travesía del desierto y por una potente pata ONG. El entramado non profit mantuvo un fantasma de legitimidad y alivió un poco la situación de los campamentos del desierto argelino en los que hasta día de hoy mantiene encerrados a cielo abierto a sus gobernados; pero -toda clase explotadora exige siempre su libra de carne- sirvió también para pagar becas a sus propios hijos en las mejores universidades internacionales y generar puestos directivos y administrativos para ellos en la misma gestión de los fondos y actividades.
Mientras tanto, conforme se consolidaba el status quo internacional, Argelia era menos tendente a azuzar problemas internos en Marruecos, así que el papel del Polisario en el interior se convirtió en cada vez menos relevante para los intereses de Argel. Mientras, el Majzen consolidaba alianzas con las élites saharauis de El Aiun y las ciudades del Sáhara Occidental, haciéndolas beneficiarias de la industrialización y los beneficios fiscales que impulsaba.
Como resultado, el Polisario pasó a ser irrelevante en el Sáhara real, asimilado cada vez más como región meridional de Marruecos. A día de hoy la implantación del Polisario en el Sahara Occidental es prácticamente nula, incluso en los círculos nacionalistas saharauis de la capital. Su capacidad de movilización no ha pasado en estos días de un centenar de personas. Para colmo de males, tiene dificultades hace años para mantener la disciplina en los campamentos. Las mafias independientes de contrabando de drogas y los grupos armados salafistas -vinculados ora a Al Qaeda, ora al Estado Islámico- han reclutado a mansalva en Tinduf durante la última década, cuestionando la capacidad del Polisario para mantener incluso el orden interno entre la nueva generación en sus bases.
Si algo queda claro en toda esta evolución es que el Polisario ni dirige un estado, ni es una fuerza política autónoma del poder militar argelino. Nunca fue realmente independiente, pero a estas alturas, tras décadas de dependencia económica de las ayudas argelinas, no lo es en absoluto.
¿Existe un peligro real de guerra?
Es posible que la beligerancia de la prensa argelina sea sencillamente la expresión local de lo que vemos en medio mundo: los medios hablando de cualquier cosa, con preferencia temas que toquen el nervio nacionalista, con tal de quitar hierro al pico pandémico que se sufre en todo el país y que afecta especialmente a la clase trabajadora, cada vez más movilizada contra la política de nueva normalidad del gobierno, tan criminal como las que sufrimos todos los días en otros países.
Pero también es cierto que para el estado argelino la crisis saharaui va mucho más allá del eterno toma y daca con los capitales franceses y españoles. El cierre por la puerta de atrás de la cuestión saharaui se estaba dibujando desde hacía años. Pero, en mitad de la recesión, el interés de EEUU por obtener el reconocimiento marroquí de Israel y de España por frenar el flujo migratorio saheliano y saharaui, amenazaba con un desenlace rápido contrario a los intereses imperialistas argelinos.
Como la inquietud de Egipto y Mauritania corrobora, la situación amenaza con degradarse y convertirse en una nueva guerra del Sáhara. Esta vez no sería una guerra por fuerza interpuesta. El Polisario ni siquiera tiene capacidad para una guerra de guerrillas como en los setenta. Sería un combate frontal, una guerra imperialista abierta entre Marruecos y Argelia.