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¿Hacia una guerra comercial entre Gran Bretaña y la UE?

19/05/2022 | Gran Bretaña

El gobierno británico anunció ayer una revisión unilateral del protocolo de Irlanda del Norte. La UE ha respondido inmediatamente con la advertencia de sanciones. Debajo, la ruptura histórica de equilibrios entre facciones norirlandesas y la perspectiva de la anexión del Ulster por Irlanda. La apertura de un periodo de guerra comercial intra-europea podría ser el prólogo sin embargo de una nueva etapa de guerras de baja intensidad en el continente.

¿De dónde viene ésto?

La paz en Irlanda está en peligro por el incremento de las contradicciones entre imperialismos en Europa, no por unas salchichas refrigeradas.

¿Recuerdan la «guerra de las salchichas» hace poco menos de un año?

El protocolo firmado entre la UE y Gran Bretaña como parte del Brexit dejaba al Ulster como parte del mercado único europeo para evitar poner controles fronterizos y mantener la letra de los acuerdos de paz en Irlanda del Norte de 1998. En la práctica eso suponía poner la aduana en los puertos y gravar con aranceles el comercio entre Irlanda del Norte y el resto de Gran Bretaña.

Así las cosas, cualquier comercio entre la isla de Gran Bretaña y el Ulster pasaba a ser una exportación. Y cualquier interrupción a cuenta de las reglas comerciales bruselenses, una provocación en la que la discusión comercial se torna fácilmente augurio o amenaza para la paz en Irlanda.

Ahí es donde entran las salchichas. La UE no permite importar carnes refrigeradas. Hasta ahora el comercio de salchichas desde Inglaterra, Gales y Escocia a Irlanda gozaba de un periodo de gracia durante el que el gobierno británico esperaba poder negociar una excepción. Pero no ha tenido éxito frente a Bruselas.

Respuesta de Londres: prolongar unilateralmente la ausencia de controles... es decir, romper el acuerdo. Respuesta de la Comisión: amenazar con represalias al punto de suspender la entrada de todos los productos británicos libres de aranceles en el mercado único.

Pero estamos hablando de la isla de Irlanda. No hay disputas puramente comerciales. Este roce llega tras un lento ascenso de la tensión imperialista entre Gran Bretaña, Irlanda y la UE como un todo y añade incentivos a la ruptura de la paz en Irlanda del Norte.

La paz en Irlanda del Norte y la salchicha de la ira, 10/6/2021

¿Qué ha pasado desde entonces?

Candidatos del Alliance Party en las elecciones norirlandesas

El unionismo norirlandés entendió pronto que la nueva situación, con el Ulster integrado económicamente en Irlanda, significaba para ellos una condena a medio plazo a la marginalidad electoral y la derrota histórica de sus posiciones. Lo que no supo interpretar es cómo su propia resistencia aceleraría el proceso.

A finales de año el unionismo orquestó algunas demostraciones de violencia callejera para presionar a Londres... que respondió amenazando a la UE con invocar el artículo 16 y denunciar el Tratado sólo para, una vez más, encontrar un muro enfrente. En realidad tampoco hubiera bastado a los unionistas, su problema no iba a mejorar porque la UE retirara el 80% de los controles.

Así que el DUP, el principal partido unionista del Ulster, pasó a mayores forzando un pulso con el gobierno británico y con Bruselas al mismo tiempo. En febrero el primer ministro irlandés, Giban, dimitía forzando la paralización de las instituciones regionales y la convocatoria de elecciones.

La jugada era cuando menos peligrosa, pero los unionistas no tenían muchas alternativas. El líder del DUP, Jeffrey Donaldson, resumió la situación diciendo que tenía claro que el protocolo «representa una amenaza existencial para la unión [con Gran Bretaña] y para el futuro de Irlanda del Norte dentro del Reino Unido». Llevaba razón. Pero las elecciones, sin duda, aceleraron el proceso.

Cuando los votantes llegaron a las urnas el 7 de abril el resultado fue el triunfo, por primera vez en unas elecciones norirlandesas, del Sinn Féin, que colocará a Michelle O'Neill como primera ministra. En Bruselas, la anexión del Ulster por la República de Irlanda parecía un paso más cerca y se celebraba con cierta discreción.

¿Por qué ganó el Sinn Féin?

El tiempo transcurrido desde el Acuerdo de Viernes Santo no ha pasado en vano para la parte más dinámica de la pequeña burguesía norirlandesa. Beneficiada por el auge del comercio y el turismo, premiada con becas y financiada con subvenciones de Bruselas, la pequeña burguesía del Norte ha hecho de «ser europeo» su modo de vida.

El Brexit sólo podía galvanizar a este grupo en contra de las políticas de Londres. Muchos de ellos, tanto protestantes como católicos, se unieron a los seis millones de británicos que pidieron a la República de Irlanda la expedición de un pasaporte. Aunque en su mayoría venían de entornos «unionistas moderados», su proyección no es identitarista. De hecho, la posible anexión por Irlanda, en tanto que permanencia en la UE, les parece cada vez menos peligrosa en comparación con lo que creen que les deparará la Global Britain de Johnson y los brexiters.

La expresión política de este segmento a través de la Alliance, un partido «transcomunitario» y ciudadanista, muy centrado en la política local y la consecución de fondos, ha acabado con el «voto útil» protestante para el DUP, lo que ha sido determinante para que el Sinn Féin, con los mismos resultados de las últimas elecciones, se convirtiera en la fuerza política mayoritaria en la región.

Al provocar elecciones anticipadas, el DUP en realidad ha precipitado una «nueva normalidad» regional en la que el unionismo como tal, del «moderado» UUP a los «duros» del TUV, tan sólo cuenta con 36 escaños de 90. El nacionalismo irlandés, con 37, tiene claro que para alcanzar su objetivo último, ganar un referéndum de anexión a la República, tiene que gobernar seduciendo a esta pequeña burguesía tan poco «nacional» y tan atenta al balance económico de las políticas públicas.

A medio plazo, analistas y políticos, otean ya el resultado. Londres tarde o temprano recortará los más de 14.000 millones de euros anuales con los que subsidia la provincia. Y si entonces, entre Irlanda, el gobierno regional de mayoría nacionalista y la UE, consiguen presentarse como una alternativa sostenible en el tiempo, la suerte estará echada. Viene un largo pulso.

La reforma unilateral del protocolo que pretende ahora el gobierno británico es parte del primer acto.

¿Por qué el gobierno Johnson quiere reformar ahora el protocolo?

En primer lugar para contentar al DUP, que frente al mal resultado electoral parece enquistarse en su estrategia. Los dirigentes del partido han prometido no entrar en el gobierno si no se modifica el protocolo. Johnson no puede exponerse a aparecer como responsable de una nueva época de inestabilidad -y tal vez violencia- en Irlanda por pura inacción.

Pero el problema de fondo es que la actual orientación de la burguesía británica empuja el rápido desmontaje de las regulaciones europeas que siguen estando vigentes como leyes locales. Miran hacia EEUU y pretenden beneficiarse de un trato preferente como socio de Washington en terceros mercados que queden en el bloque estadounidense. Dicho mal y pronto: esperan entrar donde salga China. O mejor dicho, donde EEUU saque a China. Y para eso los estándares europeos son un lastre que aumenta los precios. Así que, quedan atrás.

Pero esa diferencia regulatoria alienaría definitivamente del mercado del Ulster a los productos británicos. Simplemente tendrían que pagar aranceles UE para entrar en puertos norirlandeses. No es que el Ulster sea un mercado masivo, pero la integración económica total entre las dos partes de Irlanda a la que abocaría que de repente todo lo británico fuera más caro, aceleraría el proceso hacia la anexión por Dublín.

¿Es lo que firmó Gran Bretaña como parte del Brexit? Sí. Pero ahora quiere resistir las consecuencias. Y la única forma que tiene de hacerlo es librar de aduanas al menos a aquellos productos que sólo abastezcan el mercado local.

Por eso Londres quiere crear un «nuevo régimen regulatorio dual» para que las empresas que cumplen sólo los nuevos estándares británicos, puedan entrar libremente, sin aduanas, en Irlanda del Norte bajo promesa de que sus mercancías no cruzarán a la República.

La respuesta de la UE es que no se fía de un modelo que depende de «proveedores de confianza» que determine Londres y que no va a permitir que los acuerdos se rompan sin más. Bruselas, que está convencida de que Londres teme una guerra comercial, ha amenazado con represalias sobre el conjunto de las importaciones que realiza desde Gran Bretaña si Johnson impone unilateralmente cualquier reforma del protocolo.

¿Hasta dónde puede llegar Johnson?

Violencia unionista en Ulster en abril de 2021. Primera señal seria de la precariedad de la paz en Irlanda del Norte tras el Brexit.

En Dublín los analistas y el gobierno piensan que Johnson está comprando tiempo. La legislación anunciada podría tardar un año en aprobarse. Mientras tanto, el DUP volvería «progresivamente» a las instituciones conforme el proceso legislativo diera sus pasos. Johnson podría mantener una apariencia de «normalidad en proceso» mientras intenta sacar algo más de los negociadores europeos. Algo que, quizá, contente más adelante a un DUP debilitado por la dura vida en la oposición.

Es un cuento de la lechera que se basa en una táctica que no le salió bien hasta ahora frente a la UE y en una evolución del DUP que no parece probable ni coherente con su trayectoria.

Y por si las probabilidades de éxito fueran demasiadas, Johnson pretende devolver a la justicia británica el control del IVA cobrado en los puertos norirlandeses, dejando de lado al Tribunal Europeo de Justicia. Una verdadera línea roja para la UE, que ya aceptó, en el último minuto de las negociaciones del Brexit, que los agentes y policía de aduanas fueran exclusivamente británicos; pero que no puede aceptar algo que implicaría modificar -por unanimidad de los estados miembro- sus propios tratados.

Así las cosas, es inevitable preguntarse si Johnson está comprando tiempo o armado una bomba de tiempo. Las contradicciones generadas por el Brexit no van a detener su curso. Al revés, cuanto más intente parar el tiempo a base de golpes de efecto y amenazas más cerca estará de que el resto de concurrentes opten por verle el órdago o jugar el suyo propio.

Esta misma mañana, O'Neill se mostraba dispuesta a hacerlo. Según la líder del Sinn Féinn en el Norte, las acciones de «mala fe» de Downing Street ponen sobre la mesa ya la necesidad de la «reunificación» de la isla. A lo largo del día de hoy se espera que el unionismo responda subiendo a su vez el tono.

El problema es que el único órdago que podría jugar el DUP para polarizar de nuevo a la pequeña burguesía norirlandesa en torno a la divisoria nacionalista abriría la puerta de la vuelta de los paramilitares y el terror difuso.

Y si en Bruselas ven el órdago del cambio unilateral del protocolo estaríamos en una guerra comercial. De hecho, si hacemos caso a la prensa irlandesa, que ha previsto bastante bien los movimientos del gobierno británico hasta ahora, estaríamos ya «en camino hacia una guerra comercial».

La respuesta al «¿Qué podría salir mal?» es... todo.