¿Hacia un nuevo estatuto catalán?
Pablo Iglesias y Jaume Asens visitaban anoche la prisión de Lledoners donde se encuentra Oriol Junqueras, líder de ERC. Es evidente que es una reunión encaminada a presionar a la formación nacionalista a dar su apoyo a los Presupuestos Generales del Estado que Sánchez quiere aprobar. Sin el apoyo de la pequeña burguesía periférica y sus partidos, el gobierno español, no puede llevar adelante su programa de acción económica, herramienta fundamental del estado, y medio para presentarse ante la burguesía española y mundial como capaz y diligente guardián de sus intereses. Tras la salida de prisión, el dirigente de Podemos insistía en que la pelota estaba ahora en el tejado del gobierno, al que urgía a «moverse». Es decir, conminaba a Sánchez a aligerar, vía fiscalía, la presión sobre los presos independentistas, como primer paso para iniciar una conversación sobre el encaje en el estado de la pequeña burguesía catalana.
Ni que decir tiene que no depende exclusivamente de la voluntad del gobierno. El corazón del aparato del estado es autónomo y hace gala de su implacabilidad. Y, a día de hoy, teme la falta de disciplina de la pequeña burguesía catalana... Como el propio Sánchez que sabe que su misión histórica, por aquello que al final va a ser juzgado por la burguesía española es por su éxito o su fracaso a la hora de modificar el sistema para contener y ganar independencia respecto a las fuerzas centrífugas no solo de la pequeña burguesía catalana, sino en general, de todas las regiones. Dicho de otra manera, Pablo Iglesias conmina al gobierno a romper el nudo gordiano de su propia debilidad imponiéndose sobre un aparato del estado que no controla y venciendo unas resistencias que comparte, para abrir un proceso que no quiere.
En cualquier caso, si Sánchez se convence de que no hay otra opción y se «mueve», durante los próximos meses nos espera el espectáculo impúdico del compadreo y el chalaneo nacionalista: cambios en el Estatuto de autonomía, referéndums no vinculantes, o alguna vía de escape para liberar la presión y el descontento de esa pequeña burguesía en rebeldía, no ya contra España, sino incluso contra su propio gobierno independentista -como vimos el pasado 1 de octubre.