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¿Hacia dónde va Cuba?

18/04/2018 | Cuba

Cuba inicia hoy el proceso formal de sustitución en la jefatura del estado de Raul Castro. Originalmente planificado para febrero pasado, fue postpuesto hasta abril entre rumores de intrigas cortesanas, suicidios discutidos y el runrún continuista de los discursos oficiales. De fondo un [nuevo colapso del capitalismo de estado cubano](l castrismo es, en realidad, una versión extrema del modelo exportador sudamericano /) solo comparable al «periodo especial» que siguió al fin de la ayuda rusa en 1989 y a día de hoy apenas paliado por la remesas de emigrados y exiliados.

El «problema estructural» del capitalismo cubano es, como en todos lados, la ausencia de mercados exteriores suficientes. El castrismo es, en realidad, una versión extrema del modelo exportador sudamericano en la que el control estatal de los tipos de cambio asegura el ingreso estatal sobre las ventas exteriores.

Su producto tradicional de exportación fue, desde la independencia, el azucar pero la industria está hoy en mínimos de producción históricos y a penas genera 378 millones de dólares al año. Caída que no suplen el tabaco, el níquel ni el turismo pero que sí suplió la subvención de la Venezuela de Chávez a partir del 2000, produciendo una subida abrupta del PIB hasta que el capitalismo venezolano colapsó también. La dependencia del maná petrolero del vecino del Sur era un bocado pequeño para el volumen de ingresos del sector petrolero venezolano, pero tuvo gran impacto en un país de poco más de nueve millones de habitantes. Es obvio decir que las repercusiones en la isla del desastre de su aliado, tardaron nada en convertirse en colapso industrial, nuevos racionamientos, precariedad y pobreza.

Por eso a estas alturas no es causa de escándalo, sino práctica rutina que Raul Castro insista en «la necesidad de ahorrar hasta lo más mínimo» y reproche a los trabajadores cubanos que «aún persiste una mentalidad derrochadora, cuando la línea a seguir tiene que ser la del ahorro y la eficiencia». Por poner las cosas en referencia, el salario estatal cubano está en 30$ mensuales después de décadas cargando su crisis sobre los hombros de los trabajadores. Mientras trazaba «hojas de ruta» sobre su propia versión de la austeridad, la burguesía de estado cubana seguía acumulando «riñonera» con una estructura off-shore que en parte afloró con los famosos «papeles de Panamá».

Acabado el grueso de la ayuda venezolana vía «precios preferenciales» y negocios estatales, a la burguesía de estado cubana no le queda otra que intensificar el camino exportador. Esa es toda la cuestión bajo la nueva «apertura» al capital exterior desde 2016. La burguesía de estado cubana es consciente de que necesita recapitalizar sus empresas antes de salir a los mercados exteriores y está dispuesta a compartir el negocio tanto con los «emprendedores» internos como, sobre todo, con el gran capital externo. Aunque la escasa dimensión del mercado interno y las rigideces burocráticas le aporten poco atractivo a corto, son conscientes de que la auto-exclusión de EEUU tras la llegada de Trump hace que Francia y Alemania den cada vez más señales de querer seguir los pasos del capital español (mayor socio comercial de la isla tras China) e invertir en el sector exportador.

Mientras tanto, el capital nacional cubano sigue su penosa acumulación concentrándose en el ejército. Según Bloomberg el ejército controla hoy entre el 50% y el 80% de los ingresos empresariales en Cuba y un centenar de empresas en el exterior, punta de lanza de la consecución de divisas. Y esta es la otra clave de la Cuba que viene. Mientras la prensa internacional celebra en el día de hoy «el paso del poder a un civil», la realidad es que Castro y su grupo más cercano quedan al frente del ejército que es, además, el principal capitalista de la isla. Es decir, burguesía de estado cubana se ha atrincherado y colocado sus activos principales en empresas militarizadas o militarizables, asegurándose un control autoritario sobre los trabajadores aun más allá del propio del estado. Todo para cubrir una «apertura» al capital chino y europeo que solo demuestra la imposibilidad de un desarrollo independiente del capital nacional.