La guerra espacial no es ciencia ficción

Comenzamos 2019 en este blog alertando de que la aceleración de la carrera espacial no era más que una nueva expresión del militarismo en auge y de los preparativos para la generalización y globalización de la guerra. El espacio volvía a ser la próxima frontera... del imperialismo y la carrera nuclear.
La única «nueva frontera» hacia la que el capitalismo nos lleva es la de la guerra. La carrera espacial «privada» norteamericana, las «visiones» de Elon Musk, el mundo de los hackers del Mohave... al final tenían un único cliente: el ejército.
Hasta hace poco la militarización del espacio, especialmente de la órbita terrestre, estaba centrada en el control, la vigilancia y el despliegue del territorio, fundamentales en la guerra del siglo XXI. Esa es la fase a la que se suman ahora los países «pequeños», pero no menos imperialistas que los capitalismos centrales, como Marruecos o Colombia. Lo cual no quiere decir que los grandes no presionen y arriesguen para crear nuevas bases de lanzamiento ad-hoc de satélites en eventuales escenarios de conflicto. Es lo que China está haciendo en Portugal.
Otros países como India están superando esa fase y empezando a organizar misiones tripuladas cuyo objetivo último es construir y gestionar estructuras permanentes más complejas. ¿Para qué? Para «armar» el espacio de manera permanente, es decir colocar sus armas en órbita y más allá. 2018 fue un año clave en ese proceso. Irán anunció haber colocado lanzamisiles en órbita, China tiene un programa espacial-militar centrado en hacerlo y la propaganda alrededor suyo llena ya la ficción popular más leída en el país. Y EEUU anunció con toda pompa la creación de un nuevo ejército espacial en pugna con las nuevas tecnologías y nuevos misiles supersónicos rusos... y pronto chinos.
La carrera militar espacial acelera, 1/1/2019
Cuatro años después, la guerra en Ucrania ha refrendado que aquella tendencia tenía recorrido y que lejos de estancarse sigue acelerándose.
La guerra de Ucrania y la lucha imperialista por la órbita terrestre
En el aspecto puramente armamentístico el fin de año viene marcado por el despliegue ruso de misiles hipersónicos Iskander en Bielorrusia, su uso intensivo sobre Ucrania y el primer lanzamiento surcoreano de lo que parecen los previos de algo equivalente. Los arsenales hipersónicos son hoy ya el principal vector de la carrera de armamentos entre China, EEUU y Rusia.
Y en el balance del año, todos los analistas (y propagandistas) coinciden en destacar el papel fundamental jugado por el rápido despliegue de los satélites Starlink de Elon Musk para que el ejército ucraniano contuviera y derrotara la primera ofensiva rusa. China identificó pronto la amenaza y puso a sus mejores investigadores a trabajar en tecnologías que permitieran derribar a estas redes masivas mientras desarrollaba cohetes para lanzar las propias.
Mientras, EEUU incorporaba este tipo de redes a sus planes de colonización de la Luna... por el militarismo.
La constelación estaría compuesta por 24 satélites en 4 órbitas lunares diferentes. El objetivo final es proporcionar «capacidades similares a 5G» en toda la Luna (es decir, conexiones rápidas, latencias bajas y grandes anchos de banda), tal vez reforzadas por torres de telefonía celular en la superficie lunar, y un vínculo sólido con la Tierra .
¿El problema? A la espera de un reparto imperialista del satélite terrestre, el primero en llegar toma ventaja a la hora de capturar posiciones, espectro electromagnético y experimentar el enlace con los nuevos sistemas de encriptación y comunicación cuántica que empiezan a llegar a la órbita de nuestro planeta. La carrera hacia la Luna, está servida.
Hacia la militarización de la Luna
Diseño de base militar de EEUU en la Luna publicado por la NASA
La nueva carrera hacia la Luna ha sido una de las protagonistas de 2022. China envió con éxito la tercera fase de su estación orbital y rotó con éxito a su tripulación. No oculta que su objetivo para 2028 -el año en el que espera tener listo su ejército para una guerra contra EEUU- es contar con una base en la Luna con central nuclear lista y en funcionamiento. Tampoco que la mayor parte del crecimiento del arsenal atómico previsto por Pekín se situará en órbita.
Rusia y EEUU tienen objetivos similares. Moscú presentó este año su proyecto de estación orbital como primer paso hacia su propia base militar en la Luna. Washington, que fantasea con una base militar lunar casi totalmente robotizada, vendió este año el alunizaje del módulo no tripulado Artemis como un paso decisivo hacia la colonización lunar. Los experimentos y los nanosatélites que portaba la nave lo corroboran.
Esto no va, como han vendido los medios de preparar la colonización de Marte, sino de preparar la guerra en la Tierra... asegurando el control del espacio circunlunar y lo que los distintos mandos militares llaman el «espacio cercano».
Por eso hasta el estallido de la guerra en Ucrania en febrero, China afinaba sistemas de interferencia mientras Rusia testaba misiles antisatélite... para disgusto de alemanes y chinos que veían sus propios aparatos en peligro por las olas de basura espacial que producen tras el impacto. Un aviso del caos que produciría de modo casi inmediato una respuesta armada al despliegue militar de Starlink por parte de Moscú que afortunadamente, no cumplió su amenaza implícita.
Una carrera por el acceso a mercados y destinos de inversión que refleja el conflicto imperialista sobre la superficie
EEUU, China y Rusia no están solas en su carrera espacial. Irán está intentando afirmarse también en la guerra espacial... en su propia carrera armamentista frente a Emiratos, pionero regional en el esfuerzo militar-espacial que también planifica una base lunar propia.
Mientras, Alemania, Italia y Francia intentan no quedar fuera... del mercado de capitales que las inversiones miltares masivas representan. Por eso, parece que quieren especializarse como proveedores de servicios de aprovisionamiento energético en órbita al ejército de EEUU y han sentado las bases de una estructura propia de comunicación satelital cuántica. Un mercado al que podrían incorporarse otros aliados de EEUU como Corea que comenzó 2022 metiéndose de lleno en la carrera militar espacial y que este año lanzó su primera misión lunar dentro de un programa específico de militarismo espacial.
También el lado de la demanda de servicios espaciales expresa la lucha imperialista por mercados bien terrestres: Rusia vende Glonass -su alternativa al GPS- a países como México o Brasil que tienen serias razones para no depender de EEUU en el control de su territorio. China parece estar encontrando su propio mercado en África.
Ni esta es nuestra Luna ni el Marte de la NASA será nuestro planeta rojo
Ilustración de la NASA fantaseando sobre las formas de una primera colonización de Marte
Esta segunda carrera hacia la Luna no es esencialmente distinta de la primera. Lo único que ha cambiado es que si en los sesenta la carrera presentaba tan sólo dos rivales -EEUU y Rusia- ahora los dos rivales principales -EEUU y China- no están solos.
No podía ser de otra forma. En las manos del capitalismo actual, el desarrollo técnico y científico se resuelve en militarismo antihumano y no en liberación de las capacidades de la Humanidad. Ésta sigue sin ser nuestra Luna.
En sus manos, los más prometedores adelantos científicos se resuelven contra el hombre de hoy y son una agresión al porvenir de la cultura. No tocan la luna sino para esclavizar mejor a los pueblos.
Junto a estos últimos, los revolucionarios seguimos pidiendo la luna. De vida en muerte y de muerte en vida no cejaremos hasta obtenerla. Los reaccionarios rusos o americanos no la alcanzarán jamás, porque esa luna, la del Hombre, presupone la supresión de los ejércitos y de las policías, de las naciones y de las clases, y ha de empezar por la sublevación de los pueblos contra sus respectivos gobiernos hacedores de cohetes y bombas. Nuestra luna es la revolución y el socialismo mundiales. Una vez puesta la ciencia y todas las actividades culturales al servicio de las necesidades y al alcance de todos los humanos, el hombre se descubrirá a sí mismo y fuera de sí podrá explorar las más lejanas galaxias. Entretanto, es preciso denunciar sin cansancio el tremendo peligro que representa la ciencia en manos de Moscú y Washington.
G. Munis. «Esa no es nuestra luna», 1960