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¿Tiene algo que ver la guerra de Ucrania con la «defensa de la democracia y nuestros valores»?

07/03/2022 | Ucrania

La exaltación celeste-amarilla permanente y la propaganda de guerra más descarada dan el tono mediático en todos los estados europeos y EEUU. No tiene nada que ver con la «democracia» y «nuestros valores» como dicen Biden, Macron o Sánchez, sino con la necesidad política de hacer aceptar los «sacrificios» que exige el militarismo en auge. El resultado es el primer adelanto de una nueva ideología de encuadramiento para la guerra que cierra los ojos ante los desmanes del nacionalismo que hasta ayer condenaban como el gran peligro del siglo.

Los «valores» de Zelenski y su ejército no son mejores que los de Putin y el suyo

Foto de cadáveres de tanquistas rusos ¿ajusticiados? abandonados en el campo. Foto distribuida por unidades del ejército ucraniano.

En todas sus entrevistas desde el comienzo de la guerra entre Rusia y Ucrania los líderes europeos han insistido en que la ayuda militar, las sanciones a Rusia y los «sacrificios» consiguientes producto de la toma de partido europea se justifican por la «defensa de nuestros valores», supuestamente representados por el gobierno de Ucrania. «Putin ha atacado Ucrania porque es demasiado democrática a sus ojos», llegó a decir ayer Sánchez.

Es difícil entender a qué se refieren. Según los índices habituales, Ucrania es el segundo país más corrupto de Europa, por encima incluso de Bielorrusia. En todo el continente sólo se ve superada por Rusia. Y si algo ayudó a las ambiciones expansionistas de la clase dirigente rusa fueron las violentas políticas etnicistas impuestas tras el Maidán, a medida del nacionalismo racista y radical que ha hecho de Leópolis la capital de la extrema derecha europea.

Mientras los medios españoles y europeos nos muestran a «guerreras feministas» los canales Telegram del ejército ucraniano y sus unidades paramilitares ultra se complacen en mostrar imágenes de vejaciones, ajusticiamientos y posibles torturas de soldados hechos prisioneros; los asesores de Zelensky jalean los asesinatos de opositores rusófonos, los grupos aliados del gobierno reivindican ejecuciones extrajudiciales de figuras públicas tibias ante la guerra, incluso de negociadores oficiales ucranianos y la red se llena de imágenes terribles de «desertores», «saqueadores» y rusófonos brutalmente humillados cuando no asesinados directamente en las calles de Kiev por «los patriotas».

No es por nada que incluso el ministro del interior alemán alerte que los aliados internacionales de los grupos paramilitares estrella -como el regimiento Azov- están reclutando a lo más violento del entorno ultraderechista del continente y que por este camino Ucrania se convertirá para los neonazis e «identitaristas» en lo que Afganistán fue para el jihadismo.

¿Rusia emplea en la guerra a la canalla terrorista de Kadirov? Sí. Y es un verdadero peligro, como toda la mugre mafiosa ultra con la que ha dominado y reprimido las huelgas de los trabajadores del Donbass durante estos años, pero nadie pretendió que los matones del putinismo representaran «nuestros valores».

Tampoco se supone que «nuestros valores» incluyan rechazar los corredores humanitarios para evitar la evacuación de civiles de las ciudades bajo asalto, como ha hecho hoy mismo Zelenski, quien parece atrapado en el sueño nacionalista de un apocalipsis ucraniano y europeo al que le gustaría arrastrar a la OTAN.

¿Por qué la UE ha armado y creado un mito alrededor del gobierno de Ucrania?

Bajo la invasión rusa de Ucrania no hay otra cosa que el choque de intereses imperialistas que hemos visto crecer durante los últimos cinco años. Un choque que condensa ahora en la delimitación violenta de zonas de influencia entre EEUU-UE y Rusia-China.

Con el centro del conflicto puesto en el despliegue de misiles atómicos en suelo europeo -y el violento rechazo ruso a perder su «profundidad estratégica», es decir, la posibilidad de tener una retaguardia segura en caso de ataque OTAN- la UE quedaba no sólo fuera de juego en la delimitación de fronteras de bloque en el continente, sino condenada a un papel subalterno frente a EEUU.

Francia y Alemania, se resistieron desde el principio a aceptar unos términos de negociación que restaban toda posibilidad de autonomía militar a la UE. Por eso intentaron denodadamente hasta el final abrir una negociación por su cuenta con una Rusia que repetía una y otra vez que quien tenía capacidad decisoria sobre sus reivindicaciones era la OTAN y que en la OTAN mandaba EEUU. Y es que, a la hora de erosionar a Francia y Alemania, los intereses de Putin y Biden coincidían.

La entrada del ejército ruso en el Donbass el día 22 evidenció la impotencia franco-alemana definitivamente. A Francia y Alemania, para sacar adelante sus intereses, solo les quedaba ponerse a la cabeza de las sanciones y mostrar capacidad de liderar una UE que amenazaba disgregación.

El paso final del Donbass a una ofensiva general rusa sobre Ucrania precipitó aún más las cosas. Quedaba claro que las reglas de juego habían cambiado. Los equilibrios imperialistas no podían mantenerse ya exclusivamente a base de sanciones y mecanismos de acceso a mercados. Era el momento de dar un salto, primero de las sanciones «entre pares» a «sanciones arrasadoras» y un primer apunte de militarismo. Inmediatamente después a una reconfiguración completa de la economía (=acumulación de capital) europea para dar un salto adelante hacia el militarismo.

Esta supeditación de la economía a la preparación de la guerra (=militarismo) no solo pasa por un rearme inédito, sino por una reorganización de la división internacional del trabajo que si bien estaba ya en marcha por el agravamiento de la guerra comercial entre China y EEUU y el Pacto Verde europeo, ahora pasa a ser verdaderamente drástica. Militarismo el rearme brutal de Alemania (100.000 millones de euros) pero también las prisas por alcanzar la «independencia energética» cortando la dependencia del gas ruso.

Los costes de este giro drástico en los posicionamientos de los imperialismos europeos son, no hay que decirlo, gigantescos. Como veremos en próximos artículos, sus consecuencias sobre salarios y capacidad de compra han empezado a verse ya. Es posible que lleguemos a desabastecimientos alimentarios y energéticos básicos incluso en territorio UE.

Hacer tragar semejante destrozo de las condiciones de vida de la gran mayoría no va a ser fácil. El «esfuerzo de guerra» europeo tenía que vestirse de «causa noble». Y para eso está la industria de la opinión, lista para convertir a Zelensky en un «héroe» y al corrupto y racista estado ucraniano en una «democracia ejemplar». Lista también para demonizar a «los rusos» como un todo monolítico invisibilizando la oposición masiva a la guerra y la mismísima represión del régimen de Putin.

La exaltación celeste-amarilla permanente y la propaganda de guerra más descarada se han convertido en prioridad de todos los estados europeos y EEUU. No por amor e identidad entre el régimen y «nuestros valores», sino por pura necesidad política de los intereses de las clases dirigentes. El resultado es, lo estamos viendo, el primer adelanto de una nueva ideología bélica basada en cerrar los ojos a los desmanes del nacionalismo que hasta ayer condenaban como el peligro del siglo.

No lo olvidemos: el discurso oficial presenta la guerra como una defensa de «nuestros valores». No hay nada de valores en ésto: sólo intereses imperialistas y crímenes horrendos por ambos lados, reflejo de la miseria moral de ambas clases dirigentes y sus objetivos.