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Grecia «país normal»

08/07/2019 | Grecia

Grecia «vuelve a ser un país normal» dice «Le Monde» celebrando la vuelta al bipartidismo y la «desaparición de los extremos». La prensa conservadora alemana se felicita del triunfo de un Mitzotakis que reconoce la «dependencia» de Alemania y el New York Times recuerda que aunque no parezca muy dotado intelectualmente es tenaz y no deja de tener un graduado en Harvard y un master en Stanford. ¿Cómo es que este fruto de una dinastía de políticos retrógrados causa tanta emoción entre burguesías habitualmente enfrentadas? ¿Cómo es que ganó las elecciones?

La «foto» de las elecciones griegas gusta tanto porque parece de la pre-crisis: «Nueva Democracia», el partido tradicional de la derecha griega, ha obtenido el 39,8% de los votos; el neonazi «Amanener Dorado» han quedado fuera; y Syriza, a pesar de haber dirigido el mayor ataque a las condiciones de vida de la población griega desde la guerra mundial, se consolida con más del 31% de los votos, entre los aplausos de un Pablo Iglesias que cambiaría con gusto los papeles con Tsipras.

¿Qué es lo que celebran?

Celebran en Grecia en realidad lo que aun no pueden celebrar en España, Francia, Italia ni Gran Bretaña: haber culminado con éxito la renovación del aparato político de la burguesía griega. Que el nuevo primer ministro hubiera sido parte del «gobierno del desastre», hijo de un primer ministro de la vieja hornada y que su mensaje sea una mezcla a partes iguales de ultranacionalismo y neoliberalismo, no hace sino realzar el éxito. El acuerdo «Prespa» impulsado por Tsipras por el que Grecia reconocía a Macedonia si tomaba el nombre de «Macedonia del Norte» -un movimiento fundamental para poder expandir el capital griego en los Balcanes y frenar a Rusia- sirvió a la derecha para llevar el descontento y la rabia hacia una competencia nacionalista entre los dos grandes partidos. Jugada perfecta. Adoctrinados en el nacionalismo durante años por el partido stalinista, que obtuvo ayer 15 diputados, centenares de miles de trabajadores entraron en el juego perverso del patriotismo pro y anti prespa. La elección de ayer se daba en realidad entre dos «frentes patrióticos», como lo definió Varufakis (9 diputados).

¿Para qué tanto patriotismo?

El patriotismo, es decir, la defensa del capital nacional griego, ha servido entre otras muchas cosas para reducir las pensiones un 18% más, forzar la migración de medio millón de jóvenes y consolidar la pérdida de casi el 20% del poder adquisitivo... que fue más para la clase trabajadora.

El patriotismo de Tsipras y Mitzotakis, de los stalinistas y de Varoufakis, ha servido y servirá, para cargar más y más sacrificios en las espaldas de los trabajadores... pero también para hacer de la guerra algo cada vez más cercano e inmediato. Tanto en el Egeo como -hoy mismo- en las aguas de Chipre, el capital griego y el turco se enseñan los dientes a cuenta del gas chipriota, involucrando cada vez más a israelíes, egipcios, estadounidenses, británicos y europeos. Creando una situación de emergencia bélica cotidiana desde Macedonia a las fronteras marítimas de Líbano e Israel.

Ni Syriza fue ningún triunfo de los trabajadores, ni Mitzotakis trae ninguna «regresión» que no haya emprendido ya Tsipras. De hecho, de Mitzotakis solo cabe esperar más Tsipras, es decir continuidad del patriotismo que destruye las condiciones de vida de los trabajadores... y da nuevos pasos hacia la guerra. En eso, efectivamente, Grecia es un «país normal», nunca dejó de serlo.