Golpe en Túnez preguntas y respuestas
Golpe en Túnez. Tras una jornada de manifestaciones contra el gobierno por todo el país, el presidente tunecino Kais ben Said, respaldado por la cúpula militar y los sindicatos, suspendió el Parlamento, revocó al primer ministro Mechichi y retiró la inmunidad al partido gobernante. Los islamistas desplazados del poder denuncian un golpe de estado y el cierre de la rama local de la cadena qatarí AlJazeera les sirve para denunciar represión. Qatar, Turquía y los medios europeos participados por capital qatarí, como El País en España, exigen a Said restaurar el Parlamento. Francia y su prensa, por contra, apoyan al Presidente y saludan la oportunidad. ¿Qué hay detrás del golpe en Túnez? ¿Qué significa para los trabajadores?
¿Es el golpe en Túnez una reacción a las huelgas y luchas de los trabajadores?
No. Aunque la oleada de luchas de julio de 2020, que superaba el terreno de lucha de las movilizaciones de 2018 fue un elemento clave a la hora de propiciar la crisis política de la burguesía tunecina.
Entonces las dificultades del gobierno y los sindicatos para controlar las luchas dieron la oportunidad a Ennahda -rama local de los Hermanos Musulmanes- de amenazar con una moción de censura en alianza con los salafistas de Karama.
La jugada, entendida universalmente como parte del cerco al estado por la organización islamista sostenida por Qatar y Turquía, fue entonces contenida por el presidente Said con la nominación de Mechichi, ministro del Interior desde hacía cinco meses. Mechichi tenía el encargo de formar un gobierno «tecnócrata» que consiguiera fondos para llegar a un acuerdo con los trabajadores petroleros.
¿Se trata de un golpe legitimado por la «ira popular» contra... un partido de oposición?
Es difícil calificar a Ennahda de partido de oposición. Controla el Parlamento y para horror del Presidente Said y la burguesía tunecina «de toda la vida», ha condicionado el gobierno de Mechichi hasta cooptarlo.
Pero si el golpe ha podido coordinarse a partir de manifestaciones masivas ha sido porque Ennahda, como todas las ramas de los Hermanos Musulmanes, con su clericalismo, su conservadurismo extremo y su francofobia, tiene fuerza en los sectores más conservadores, airados y atrasados de la pequeña burguesía: pequeños propietarios agrarios, caciques de pueblo, tenderos capitalinos... Pero enerva a la pequeña burguesía universitaria, corporativa y funcionarial, por lo general imbuida de valores republicanos franceses y restos de la retórica nacionalista del FLN de la independencia.
Estos sectores no se han sentido concernidos por el papel de Ennahda en la represión de los trabajadores, pero sí amenazados por el poder del partido. Por eso aplauden hoy el golpe en Túnez. Y es que el usufructo del poder por Ennahda ha sido un ejemplo típico del funcionamiento de los Hermanos Musulmanes en las instituciones del estado allá donde las alcanzan. Además de ponerse a cabeza de la represión contra los trabajadores e impulsar a distintos niveles medidas discriminatorias contra las mujeres, no han escatimado causas de escándalo para la pequeña burguesía laica y urbana.
Este mismo mes defendieron y cubrieron a sus aliados de Karama (una escisión salafista, es decir derechista) cuando pegaron una paliza a la líder de la oposición. Pero lo que más duele a la pequeña burguesía es siempre la corrupción y el saqueo de fondos públicos. Ennahda no ha sido un modelo de probidad desde luego y solo se ha escabullido de los tribunales usando con descaro la inmunidad parlamentaria que ahora se le retira. Pero la gota que colmó el vaso fue la exigencia por la dirección de Ennahda de una cifra astronómica al estado en compensación por la represión sufrida durante los años de dictadura de Ben Ali.
¿Qué tiene que ver el Covid en todo ésto?
En un país con poco más de 11 millones y medio de habitantes, el Covid está causando más de 200 muertes al día. El sistema de salud lleva meses colapsado como han denunciado los trabajadores sanitarios y sus luchas. Pero el estado dice no tener fondos para aumentar capacidades de atención. Así que Túnez depende ahora casi exclusivamente de la ayuda humanitaria internacional para enfrentar la pandemia.
Peor aun es la actitud del gobierno y Ennahda frente a la vacunas. Solo un 8% de la población está vacunada y no existe siquiera una política real de compras fuera de la diplomacia presidencial. El estado aduce incapacidad financiera y desde Ennahda miran con suspicacia que las pocas vacunas que han llegado o se han prometido a corto plazo desde Emiratos (medio millón de dosis) y sobre todo Francia (1 millón), generen dependencia de estados en conflicto directo con los Hermanos Musulmanes y sus aliados turcos y qataríes... que ahora apoyan el golpe en Túnez.
¿Qué tiene que ver el imperialismo en todo ésto?
Algunos medios europeos financiados desde Qatar, como El País, repiten ahora el hipócrita mensaje del líder de Ennahda: Túnez estaría viendo en peligro «la transición democrática iniciada tras el triunfo en el país de la Primavera Árabe en 2011, una evolución política hasta ahora considerada un faro inspirador para el mundo árabe».
Tal consideración invisibiliza que la llamada Primavera Árabe -antesala de las guerras de Siria y Libia- fue en realidad un levantamiento de la pequeña burguesía airada bajo dirección de los Hermanos Musulmanes apadrinados por Turquía y Qatar, quien además de dinero y armamento puso a disposición AlJazeera.
Pero la situación imperialista ahora es muy diferente de entonces. La intervención egipcia paró la ofensiva turca en Libia, y las luchas a ambos lados del frente empujaron a la burguesía local a poner fin a la guerra. Como no podía ser de otro modo, los acuerdos de paz en Libia que han reconstituido la unidad de la clase dirigente bajo patrocinio egipcio han dejado fuera del ejército y el gobierno a los Hermanos Musulmanes. Turquía no aspira ya a más que a negociar la salida de sus mercenarios y soldados a cambio de mantener el reconocimiento de sus ambiciones territoriales en el Mediterráneo.
Qatar, el otro derrotado, anda en plena «reconciliación» con sus rivales del Golfo y Egipto y ha tenido incluso que dejar pasar la ilegalización de los Hermanos Musulmanes (y por tanto de su rama palestina, Hamas) en Jordania.
Con sus padrinos internacionales en repliegue y con las otras ramas de los Hermanos Musulmanes en el Norte de África sufriendo ostracismo y purgas, era desde luego el momento de Macron y Said para dar un golpe en Túnez. No hay que olvidar que Francia lleva una batalla de largo aliento contra los Hermanos Musulmanes y sus padrinos dentro y fuera de las fronteras francesas.
¿Degenerará el golpe en Túnez en una dictadura militar como Egipto o en una guerra civil como en Siria o Libia?
De momento Ennahda ha respondido mansamente, haciendo gala de compromiso democrático. En realidad, teme la detención de sus líderes -desprovistos ya de inmunidad parlamentaria- y la ilegalización del partido ante la menor respuesta violenta. Es la apuesta del ejército y los sindicatos.
Pero las fuerzas de seguridad tienen otra visión. Según una fuente represiva citada por la prensa francesa: «Los islamistas no aceptarán la derrota: tienen depósitos de armas en el sur y aliados en Libia».
¿Qué pueden esperar los trabajadores del golpe en Túnez?
Nada. La batalla entre el corazón militar y burocrático del estado por un lado y los Hermanos Musulmanes y los salafistas por otro es Alien vs Predator: dos monstruos con larga trayectoria de represión sangrienta de los trabajadores sin nada que ofrecer salvo más muerte y explotación. Los trabajadores en Túnez sólo tienen un camino: extender las luchas ya en marcha, aplicar las lecciones de las huelgas masivas del año pasado e imponer la primacía de la satisfacción de las necesidades humanas.