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Golpe blando en Brasil, recesión inminente en México

06/04/2020 | Brasil

Conforme el covid deja en evidencia la fragilidad de la economía y las instituciones de EEUU, se prodigan las columnas y los mensajes en la prensa internacional anunciando el fin del «siglo estadounidense» en las Américas. Sin embargo, los gigantes regionales -México y Brasil- se ven si cabe más azorados por una crisis que funde el desastre sanitario en ciernes con la paralización de los mercados de exportación y el caos político.

La burguesía paulista supo desde principios de marzo que se estaba jugando algo más que los resultados inmediatos: el presidente de Petrobras advertía de la crisis inminente de los ingresos por exportaciones petroleras mientras el país entero se plagaba de huelgas de trabajadores que exigían medidas de seguridad o el cierre de la producción. El estado de Sao Paulo, que produce el 80% del PIB brasileño, declaraba el día 22 el confinamiento y el cierre de la actividad económica no esencial.

Bolsonaro en un primer momento entró en el juego. Pero a su manera. Mano a mano con el ministro de economía, Guedes, cabeza del ala pro-EEUU del gobierno y enlace con el pinochetismo chileno, presentó una ley que permitía cerrar actividad a las empresas cuatro meses sin pagar salarios. En menos de 24 horas tuvo que retractarse. A partir de ahí, su estrategia fue pura y simplemente negar el peligro de la epidemia.

La aparición en cadena nacional de Bolsonaro diciendo que el covid era un «resfriadinho» dio la vuelta al mundo. No se trataba de un error de apreciación. Cuando una semana después llamaba a romper el confinamiento decretado por algunos estados atacando a su propio ministro de sanidad, dejaba claro que de lo que se trataba era de ignorar la propagación para volver al trabajo cuanto antes.

Mientras tanto, la brecha con el el ala militar, partidaria de equilibrar las relaciones comerciales con EEUU con una relación fuerte con China, aumentaba. Los mensajes de Bolsonaro tomaban un cariz cada vez más racista y anti-chino suscitando protestas de Pekin. No han frenado. Hoy mismo era noticia un twit del ministro de educación -también del ala Guedes- haciendo suya la teoría de la conspiración según la que China es el beneficiario -e insinúa causante- de la epidemia.

En el «Palacio da Alvorada», residencia del presidente, empezaba a escucharse ruido de sables. Rápidamente, Bolsonaro suavizó el discurso sobre el covid y elegió al jefe del estado mayor, el general Braga Neto, como «Jefe de la Casa Civil», el equivalente brasileño de un primer ministro. El nombramiento era comunicado en un mensaje conjunto de los jefes militares de los ejércitos y el propio elegido. El fantasma de una junta militar de facto transitaba de nuevo por Brasilia.

Al parecer los propios militares filtraron un documento interno, inmediatamente reproducido en todo el continente, donde se podía leer que «mientras dure la situación de crisis (por el impacto del Coronavirus) el Presidente Operacional de Brasil será el general Braga Neto». El «golpe blando» parecía consumado este fin de semana.

Pero ayer Bolsonaro, aprovechando una reunión con dirigentes religiosos sin prensa, burló el acuerdo con los militares. Obviamente no podía atacarlos directamente, pero se lanzó a la carga de nuevo contra su ministro de sanidad, amenazando con cesarlo y apoyando en twitter los mensajes de otros ministros del ala Guedes sobre la supuesta inutilidad del confinamiento.

Hoy, Datafolha, la empresa democópica del diario la Folha de Sao Paulo mostraba que la batalla por la opinión no está ni mucho menos decidida. El ministro de sanidad gana en apoyo público pero Bolsonaro sigue contando un un 59% de partidarios que no quieren su cese.

En realidad, en esta historia que puede acabar con miles de muertos y enfermos, el covid es, para las facciones de la clase dominante brasileña más que un caballo de batalla. Las crecientes dificultades exportadoras a cuenta del impacto mundial de la pandemia y el ascenso de la lucha de clases en los centros de trabajo, no han hecho sino agravar y acelerar la fractura, presente desde los primeros meses de gobierno de Bolsonaro, entre los sectores pro-EEUU y los sectores partidarios de equilibrar la relación con Washington con una alianza con China. Y está lejos de moderarse.

México y AMLO

El paralelismo con México es relevante. Desde hacía meses era evidente que el equipamiento y el personal del sistema sanitario mexicano era insuficiente para enfrentar una epidemia. AMLO, como Bolsonaro, lo sabía y optó por minusvalorar el daño potencial de la epidemia. El objetivo era, también, reducir el daño de un potencial confinamiento sobre las ganancias de las empresas dejando la mayor parte de su población a su suerte.

Como en Brasil, la caída de precios del crudo estaba atacando duro a la balanza exportadora. Combinado con una explosión de contagios... la situación del capital mexicano se tornaba cada vez más precaria. Así que finalmente AMLO dio vía libre a algunas medidas «esporádicas» contra la propagación prometió 200 millones de dólares para hospitales.... y presentó ayer un plan económico que en realidad es un plan de austeridad en el que se compromete entre otras cosas a no recaudar el IVA y no aumentar la deuda pública.

En la práctica el llamamiento a convertir la crisis sanitaria en una transferencia masiva de rentas del trabajo al capital nacional se está materializando desde el primer día como una ola de despidos y bajadas del 20% del salario para los que siguen trabajando.

¿Y ahora?

No podíamos esperar otra cosa de una clase dirigente, que nunca ha dudado en sacrificar a los trabajadores para mantener las ganancias y cuya incompetencia para garantizar siquiera las condiciones de explotación de nuestro trabajo se multiplica por el caos que generan sus batallas internas y sus pleitos con la pequeña burguesía. La situación es sumamente peligrosa para los trabajadores en toda América. Solo la generalización de las luchas puede imponer la prioridad de salvar vidas en vez de inversiones, parando la propagación de manera efectiva y garantizado la satisfacción de las necesidades básicas para todos los trabajadores.