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Generales 2023 (análisis de resultados)

24/07/2023 | España
Generales 2023 (análisis de resultados)

Una vez más, unas elecciones acaban en el día de la marmota. El principal avance que la clase dirigente española esperaba obtener de este nuevo Parlamento se ha visto truncado. Para poder formar gobierno sin romper el espectáculo izquierda-derecha, los partidos de estado dependen de la quintaesencia de la revuelta pequeñoburguesa, el partido del exiliado Presidente catalán Carles Puigdemont.

La burguesía española avanza pero no culmina la renovación de su aparato político

No puede decirse que el PSOE no haya hecho con éxito su trabajo por la normalización: Podemos ha desaparecido deglutido en un Sumar preparado para hacer de muleta de los gobiernos socialistas y la España Vaciada salió del Parlamento. Lo que no es menos importante: en la bancada independentista catalana, ERC ha perdido 6 de 14 escaños y la CUP ha quedado fuera, mientras la rama catalana del PSOE ganaba en todas las provincias logrando un resultado conjunto con Sumar de 25 de 49 diputados. Sólo Junts, la lista del hoy exiliado ex-Presidente Puigdemont, queda casi intacta, perdió un sólo escaño de ocho que tenía.

El PP tampoco tuvo poco éxito: Vox fue el partido que más diputados perdió, pasando de 53 a 32; absorbió la masa electoral del Partido Regionalista Cántabro y con la promesa del voto útil de derecha, congeló la expectativa de la España Vaciada en Castilla y de otras expresiones de la pequeña burguesía agraria.

Pero no fue suficiente. Aún con Bildu y PNV juntos apoyando a Sánchez -algo que sigue atragantándose incluso a buena parte de los dirigentes del PSOE- el llamado bloque progresista no suma mayoría absoluta. Y el bloque PP ni suma ni tiene dónde mirar más allá del último diputado de Unión del Pueblo Navarro. Tiene que pasar por las horcas caudinas de Vox, que no puede sustituir por el magro grupo nacionalista vasco ni con una coalición Frankenstein al estilo Sánchez.

Resultado: El PP sólo puede formar gobierno con la ayuda del PSOE; y el PSOE sólo puede formar gobierno si en la segunda convocatoria de votación de su candidatura en el Parlamento, Puigdemont da la consigna de abstención. Es decir, al final de tanto viaje, las elecciones han acabado mostrando la versión más pura de aquello que se pretendía desmontar con ellas: la misma posibilidad de formar gobierno depende de la expresión electoral de la revuelta de la pequeña burguesía. Esta vez, en concreto, de un partido cuyo líder vive exiliado en Waterloo y no tiene ningún interés en poner las cosas fáciles al estado.

¿Y ahora?

Parece difícil que no haya una nueva repetición electoral. Y no son buenas noticias para el capital español tener un gobierno con funciones limitadas al menos hasta enero.

Por un lado, porque a corto necesita un gobierno con una mínima estabilidad y perspectiva temporal para asegurar y organizar los grandes programas financiados con los fondos de recuperación de la UE.

Por otro, más importante aún, porque la situación económica global no le permite esperar una bonanza por delante, más cuando la guerra de Ucrania no sólo ha atado a la UE a la cola de unos EEUU en su rumbo de colisión con China, reduciendo aún más su famosa autonomía estratégica, sino que se está traduciendo en una continuada e inexorable transferencia de rentas y capitales de Europa a EEUU en la que Washington no está por ceder ni un ápice.

Si los capitales europeos quieren resistir la embestida norteamericana y la crisis al mismo tiempo, tendrán que sostener en el tiempo la transferencia de rentas del trabajo al capital que yace bajo la inflación actual. Como parte de eso, las políticas de austeridad no sólo van a volver, sino que van a ser más duras que en en la década pasada, aunque se desplieguen, quizá, más lentamente. Comenzó Gran Bretaña pero las potencias continentales siguieron sus pasos. Ya lo anunciaron Francia y Alemania, y Bruselas para para toda la eurozona. El gobierno Sánchez no lo dijo abiertamente, pero se comprometió con Bruselas a reducir el déficit público al 3% en 2024... que es lo mismo.

La «receta» de la burguesía española para los próximos años

En ese marco, la impotencia del PP para articular una alternativa de gobierno sólo puede ser preocupante para la clase dirigente española. Si el PSOE se mantiene en el gobierno y lidera la ejecución de una nueva ola de austeridad, puede erosionar todo el cuento sobre la izquierda y sus supuestas bondades para los trabajadores, reduciendo la capacidad de maniobra del aparato político en caso de un desarrollo de la lucha de clases y la conflictividad laboral.

Además, para rematar y como demuestra el bloqueo del Parlamento, la fuerza parlamentaria de las expresiones electorales de la pequeña burguesía más airada sigue siendo suficiente a día de hoy como para poner palos en las ruedas legislativas de la clase dirigente. Para los partidos de estado eso significa, gobierne quien gobierne, que su capacidad para dar giros de timón y sobre todo, para imponer medidas de austeridad de amplio alcance, va a verse necesariamente entorpecida.

¿Y los trabajadores?

La clase trabajadora es la única clase social capaz de romper el ciclo aparentemente eterno de empobrecimiento económico e impotencia política en el que nos matienen las clases dirigentes y la pequeña burguesía. Para eso, tenemos que hacer algo más que movilizarnos reactivamente tras las primeras banderas que nos planten delante los sindicatos y la izquierda. Ya sabemos en qué acaba. Tenemos que desarrollar nuestras dos únicas herramientas: consciencia y organización. Para aportar cuanto podamos a ambas cosas... aquí estamos.