La Naturaleza, la generación Z y el Comunismo

El conocimiento, el comunismo y las tecnologías «ancestrales»
¿Hasta qué punto el comunismo no puede suponer la recuperación del conocimiento heredado (verdadero patrimonio común de la Humanidad)—compilado documentalmente— y su desbloqueo para producir en direcciones no esperadas (para reajustar las escalas, para desarrollo real de las fuerzas productivas)?
En su formulación literal la respuesta de esta pregunta es evidente. Todas las tecnologías actuales ven deformado su desarrollo por la lógica de la acumulación. Una lógica que prima las grandes concentraciones de capital a costa de las necesidades humanas, entre ellas el sostenimiento del entorno natural. Además, el desarrollo del conocimiento científico y de la tecnología se ve frenado incluso en lo teórico por las limitaciones ideológicas que el propio sistema impone.
Es decir, la superación del capitalismo hacia el comunismo generará las condiciones materiales -fin de la lógica de la acumulación, paso al objetivo de satisfacción directa de las necesidades humanas universales, desarrollo de la productividad y de la socialización- e intelectuales -el desarrollo a partir de la consciencia de clase y conforme la sociedad se desmercantilice, de una consciencia de especie- que harán posible un nuevo salto adelante en el conocimiento de la realidad como un todo.
- ¿Quién hará los trabajos que nadie quiere hacer?
- ¿Cómo serán la ciudad y la vivienda?
- ¿Desaparecerá la división sexual del trabajo?
- ¿Existirá la familia? ¿Cómo será la crianza?
- Quién se encargará de la agricultura? ¿Tendremos piñas, naranjas o café?
- ¿Existirán restaurantes?
- ¿Habrá grandes plantas químicas y gigantescas industrias pesadas?
- ¿Desaparecerán el Arte, la artesanía y las producciones tradicionales?
Sin embargo la pregunta lleva un huevo de Pascua en el enlace que incluye. Parece que por conocimiento heredado no se refiere al conjunto del conocimiento y en especial al conocimiento científico, sino a las tecnologías artesanales de producción vigentes en el mundo agrario hasta su industrialización.
¿Pueden servir estas tecnologías para desbloquear en direcciones no esperadas el desarrollo tecnológico y científico? Tal vez como inspiración o tal vez por utilizar como materia prima en algunos lugares plantas o procesos químicos orgánicos con potencialidades que hoy desconocemos. Materias primas y procesos que, estudiados científicamente, pueden a su vez servir de base a desarrollos tecnológicos nuevos.
Pero no nos engañemos el Comunismo como modo de producción, por mucho que distribuya la estructura productiva -que lo hará- no deja de estar basado en el desarrollo de la productividad y la socialización de la producción. Es decir, por un lado en un centralismo a escala de especie cuyas formas se intuyen ya en las posibilidades que abre la IA, por deformadas que estén por el capital y la acumulación. Y por otro en un desarrollo de la automatización que multiplique la capacidad productiva del trabajo social y reduzca al mismo tiempo el consumo de resursos naturales necesario.
Dicho de otro modo: no se trata de volver a la artesanía en ningún caso.
En el comunismo la producción agraria será ecológica pero no artesana sino automatizada. En la sociedad comunista las capacidades de producción serán masivas, pero estarán distribuidas en el territorio según las necesidades humanas, las escalas óptimas para satisfacerlas -no para acumular capital- y las necesidades de ese metabolismo común con el medio en el que se transforma la producción social.
En el comunismo... ¿desaparecerán el arte, la artesanía, las producciones tradicionales?, 12/3/2021
¿Quiere ésto decir que desaparecerá la producción artesana en una sociedad de abundancia? No. Pero no jugará un papel en la producción de la satisfacción de las necesidades humanas universales que es el objetivo del nuevo sistema. De hecho la artesanía seguramente tenga una importancia renovada... pero no dependerá de ella la producción social de nada.
El objeto físico y su elaboración, cobran un nuevo sentido: son un fin en sí mismo. Quien quiere ir más allá de la satisfacción de su necesidad de leer, disfruta de editarlo, hacerlo bonito, encuadernarlo a mano...
Es un paso más allá de lo que señala la moral comunista. Si esta apunta hacia un mundo en el que las personas dejan de ser medios (para la acumulación) y se convierten en fines en sí mismos y para cada uno de los demás, las mínimas experiencias de abundancia que el capitalismo linda, nos permiten pensar que en la sociedad comunista toda la actividad humana se convierte en un fin en sí misma.
Es otra forma de abordar y entender la radical transformación de la naturaleza humana que producirán la socialización y la abolición del trabajo asalariado y con ellas el fin de la división del trabajo en la sociedad comunista. Porque el fin de la división del trabajo no es un mero hecho organizativo, transforma toda la experiencia vital de las personas en el comunismo, liberando sus capacidades y socializándolas.[...]
Arte y artesanía se liberan de ser medio de vida, desaparecen como actividad especializada monopolio de unos pocos y se funden en el conocimiento social y la consciencia de la especie. Dicho de otra forma: en el comunismo toda la actividad humana tiende a convertirse en Arte.
En el comunismo... ¿desaparecerán el arte, la artesanía, las producciones tradicionales?, 12/3/2021
La Naturaleza, el marxismo y el mito
¿No es la relación con la Naturaleza el «marco determinante» del materialismo histórico y por lo tanto, las interpretaciones del materialismo historico pasan por los mitos contrapuestos que sobre la Idea de Naturaleza se han formulado históricamente?
No. El materialismo histórico, en realidad un conjunto de premisas para la crítica de la ideología, no ha tenido distintas interpretaciones, a menos que por interpretaciones nos refiramos a las barbaridades reaccionarias creadas ad-hoc por el stalinismo en su lucha por aplastar y masacrar lo que quedaba en pie de la Revolución, incluida su política medioambiental.
O a sus hijas, las escolásticas universitarias que pretenden ser marxismo académico, una contradicción en los términos, ahora centradas en desarrollar por la izquierda el Pacto Verde y justificar la pauperización masiva de los trabajadores en nombre de un falso anticapitalismo.
Por supuesto que muchos de estos esfuerzos ideológicos, si no todos, tendrán una concepción mitologizada de la Naturaleza opuesta al concepto de metabolismo común con la especie humana de los marxistas. Pero esos mitos no pueden sino expresar el carácter brutalmente antihumano de esas ideologías, que necesitan oponer Humanidad y Naturaleza -véase el rewilding- para hacer pasar el capitalismo por expresión de los intereses generales de la especie. Al final, como en el famoso decrecimiento, volverán una y otra vez a Malthus, es decir, a los orígenes mismos de la moral burguesa y a la defensa del hambre y la escasez como necesidad social.
La generación Z y la reapropiación tecnológica
¿No se estaría moviendo esta praxis de la «generacion zeta» en un inconsciente objetivo según el cuál la apropiación del conocimiento [por los grandes capitales tecnológicos] ha «obligado» a regresar a tecnologías previas para que puedan ser apropiadas e institucionalizadas comunitariamente?
Vayamos por partes: esta pregunta responde en realidad a nuestra crítica de la invención de la generación Z por los medios en un artículo reciente.
Con la nueva industria IA en marcha dando destino a masas enormes de capital y las redes sociales abiertamente asociadas a la crisis política estadounidense, el discurso que se abre paso en los medios anglosajones sobre la Generación Z, la que está ahora alrededor de la mayoría de edad, pone el acento en su distancia de los medios digitales.
Nos los presentan como supuestos neo-ludditas que leen las versiones actualizadas del individualismo naturalista de un Thoreaux como si fuera un manifiesto y cambian el smartphone por un teléfono móvil sin capacidad para correr apps. Nos cuentan que compran cámaras digitales de segunda mano para no usar el teléfono del móvil bajo el paradójico argumento de que nos estamos volviendo demasiado tecnológicos. Y que quieren volver a los viejos oficios artesanales para recuperar relación con la materialidad.
Antes de nada hagamos dos salvedades:
- Las generaciones no existen como sujetos sociales autónomos. Como el conjunto de la sociedad de la que son parte, los grupos etarios están fracturados en clases con intereses contrapuestos.
- Cuando un grupo de edad muestra una cierta homogeneidad de valores o tendencias no podemos sino sospechar que esa tendencia dominante refleja los intereses y expectativas de la clase dominante para ese grupo etario.
Pero aquí no estamos en ese caso. Y esto es realmente lo interesante del discurso mediático sobre la Generación Z.
Estamos lidiando aquí con la industria de la opinión y rigen sus reglas. En este caso la del hype. Cuando, grupos poco significativos incluso en su entorno geográfico y de edad, como los que describen todos estos artículos, se nos presentan como modelo generacional de ámbito general, está clara la voluntad performativa, es decir, la voluntad de crear a partir de un ejemplo aislado, socialmente poco representativo, un modelo que se recomienda seguir en espera de que el relato se haga profecía autocumplida.
Por eso en el artículo apuntábamos que:
Lo que resulta cada vez más claro en cualquier caso es que empieza toda una campaña de propaganda, inevitablemente contradictoria, para definir a la famosa Generación Zeta en torno a prácticas y valores funcionales a una época en la que las inversiones tecnológicas giran desde las redes sociales e Internet a la IA y el Pacto Verde.
En EEUU, como vemos, apuntarán hacia los viejos mitos individualistas burgueses sobre la Naturaleza y la soledad. En Alemania, como en la última portada de Spiegel, puede que hasta se permitan intentar remozar a Marx para hacérnoslo pasar por un ecologista alemán precursor de las nuevas medidas de economía de guerra y de la protección de los vulnerables. En cada lugar tendrá, su aterrizaje concreto. Pero por lo que vemos en todos lugares tendrá un elemento en común: menos socialización virtual y más cantos a la Naturaleza en nombre de un Pacto Verde que parece ser, junto a la guerra, el único faro a medio y largo plazo del capital global.
Pero vayamos al núcleo principal de la pregunta. ¿Existe un movimiento general entre los jóvenes de reapropiación tanto de la producción artesana y la vida en el entorno rural como de las tecnologías digitales de hace 20 años (cámaras de fotos, blogs autoalojados, fablabs, etc.)?
No lo parece. Lo poco que tuvo cierta dimensión -el boom del pan hecho en casa durante la pandemia- se dio en una franja de edad superior y fue segado rápidamente por la subida de precios de la electricidad. Los talleres artesanos que quedaban en las ciudades y los pueblos -desde zapaterías a encuadernadores- han cerrado en su mayoría durante los últimos tres años y, por lo que se ve tampoco han sido sustituidos por la entrada masiva de una generación en el bricolage. Y si hablamos de tecnologías digitales, nada parece indicar que el movimiento social del software libre esté creciendo de nuevo o acercándose adónde estaba hace veinte años cuando florecían grupos locales en pueblos y ciudades, ni que aumenten las webs autoalojadas, ni que los talleres de makers tengan más -y no menos- participantes ni que se estén vendiendo menos smart phones y más móviles clásicos.
Lo único que percibimos en los barrios trabajadores como una tendencia entre los más jóvenes es la «revuelta» de las criptomonedas y la especulación digital, verdadera prolongación ultraideologizada y ultraalienada del boom de las casas de juego.
Si la economía (=acumulación) no les da oportunidades de trabajo, las criptomonedas les permiten especular con herramientas que parecen las mismas que las del capital financiero y el criptolibertarismo les permite retratarse como «creadores de riqueza» que luchan por la «libertad».
Hay que remontarse a los movimientos religiosos campesinos del XIX para encontrar una «revuelta» tan alienada como ésta: buscando una forma de convertirse en aporte, rechazando el papel de mascota familiar que les otorga su improductividad, abrazan una ideología en la que el trabajo social no aparece por ningún lado.
Pero no es sólo un efecto del delirio cripto-libertario. Está sostenido cotidianamente por la ideología ambiente que los medios propagan: el supuesto fin de la centralidad del trabajo y por tanto la sustitución de los intereses de clase por «identidades» interclasistas y ciudadanas de todo tipo, desde el sexo al género, desde la lengua al particularismo geográfico y desde la raza a la edad.
La «revuelta cripto» y los jóvenes de la clase trabajadora, 18/4/2022
Y finalmente, vayamos más allá, al fondo que la pregunta insinúa: ¿cabría plantearse políticamente la oportunidad de incidir y eventualmente alimentar -si existiera- una tendencia cultural que apuntara a que ciertas tecnologías fueran apropiadas e institucionalizadas comunitariamente? En principio la respuesta es sí, por supuesto. Movimientos como el software libre son lo opuesto a la revuelta cripto: permiten plantear y discutir algunas cuestiones centrales de nuestra época como la necesidad y la posibilidad de la superación del capitalismo por un sistema centrado en la satisfacción directa de las necesidades humanas universales.
La cuestión es desde dónde y en que marco material se interviene. En otras palabras: desde qué perspectiva de organización de clase... lo que implica partir de un análisis de clase del momento histórico concreto en el que estamos y de un programa de acción. ¿Discutimos sobre eso?