«Futuros abundantes» la mirada anti-humana de un sistema históricamente agotado
Cuánto más investigamos sobre cómo será una sociedad comunista más evidente resulta que el capitalismo, ahora en una fase histórica que lo hace ya reaccionario y antihumano, ha creado sin embargo los mimbres que hacen posible una sociedad de abundancia. La inauguración de la exposición «Futuros abundantes» de la colección «TBA21 Thyssen-Bornemisza Art Contemporary» sin embargo, muestra a las claras que ni el Arte de la burguesía ni sus miembros más «sensibles» pueden ya imaginar siquiera un futuro decente para la especie humana cuyo trabajo social organizan. Para ellos abundancia significa escasez del mismo modo que paz significa guerra.
¿Futuros abundantes o escasez con otro nombre?
En unas declaraciones a El País, la comisaria de la muestra y directora artística de la colección asegura, con razón, que «la escasez no es algo natural» y subraya que «de eso va esta muestra». Prometedor. Pero equívoco. Cualquier esperanza se desvanece inmediatamente. La abundancia para ella «pasa por la reducción del consumo, la redistribución de bienes y la reflexión en torno al porqué de la escasez».
¿Reducción del consumo? El consumo es la forma mercantil, característica del capitalismo, bajo la que se accede a la satisfacción de las necesidades humanas. Para cualquier trabajador del mundo, menos consumo significa más escasez. Cuando el día a día de buena parte de la Humanidad es el de una emergencia alimentaria permanente y en marcha, hablar de «reducción del consumo» como supuesta negación ecológica del malthusianismo es un ejercicio de cinismo desbordante. Es lo mismo que decir «Antimalthusianismo es malthusianismo». Tan claro y absurdo como el «paz es guerra» de la propaganda cotidiana.
Y es que en el lenguaje de la exposición -y en casi todas sus obras-, como en el «newspeak» con el que Orwell parodiaba el lenguaje stalinista, «abundancia es escasez». Queda claro en la documentación original de la muestra cuando la misma comisaria presenta como «programa» resultante de la investigación artística «renunciar a lo que sea necesario con tal de promover más vida, y decrecer nuestra productividad y generación de residuos por el bien común».
Al menos es coherente en su malthusianismo: reducir la productividad -renunciar a la tecnología- sólo puede producir más escasez. El camino hacia la abundancia requiere romper las relaciones sociales capitalistas y sustituirlas por el imperio de las necesidades humanas. La abundancia es el producto de lo que ocurre a partir de entonces: aumento de la productividad física del trabajo (producir más con menos horas), socialización del metabolismo económico y «reunificación» de éste con una Naturaleza de la que forma parte a pesar de la falsa oposición creada por la lógica del capital.
Bajo los falsos futuros abundantes: viejas confesiones...
La incapacidad para vislumbrar, siquiera artísticamente, una sociedad abundante, capaz de satisfacer las necesidades humanas universales es característica de todas las clases sociales dirigentes durante la decadencia de los modos de producción que gestionan.
Históricamente ha ido acompañada de discursos sobre la Naturaleza que la redescubren como terrible y vengativa, indomeñable y ajena.
Una cosa y otra expresan en realidad a unas clases dirigentes que se reconocen incapaces de transformar la Naturaleza de una manera no destructiva y satisfactoria para las necesidades colectivas. Se prodigan entonces los discursos que exacerban la separación Humanidad-Naturaleza, bien para «protegernos» de ella, bien, en su forma más patológica para «protegerla» de la Humanidad.
Estos fenómenos ideológicos, comunes a lo largo de los distintos modos de producción bajo los que se ha organizado el trabajo social, van parejos, por las mismas causas de fondo, a la incapacidad para crear verdadero Arte desde las clases en el poder. El Arte en estos periodos es cosa de la clase que está preparándose para tomar las riendas de la sociedad.
Pero el capitalismo no produce una nueva clase dominante como sucesora. La clase trabajadora no acumula en la sociedad existente el tipo de poder que permite crear un nuevo Arte de clase. Por eso hoy, con las viejas clases dirigentes agotadas, simplemente no es posible el Arte en su sentido pleno.
Esta exposición es grotescamente hermosa y reveladora a su manera precisamente porque traduce en un espacio decorado la confesión de un enfermo crónico y venenoso: no puede pensar ni la abundancia ni un futuro en el que no sea dañino para la Humanidad, y por lo mismo, no puede expresarse artísticamente, no puede revelar nada liberador ni enaltecedor para nuestra especie que pase a través suya.
...y nuevas trampas
Pero no nos equivoquemos. Hay novedad e innovación en el discurso de «Futuros abundantes». De hecho refleja las posiciones de vanguardia... del nuevo malthusianismo que los estados alientan y adoptan cada vez más como propios.
La guerra de Ucrania está dando pie por ejemplo a recomendaciones falsamente «técnicas» de consultoras neomalthusianas bien arropadas por los medios que nos venden los «sacrificios» asociados al cierre de importaciones de gas desde Rusia como «un cambio radical en nuestra relación con la Tierra». Apostillando significativamente que «debemos concentrar nuestra huella para dar espacio a la naturaleza abundante».
Encontramos aquí abiertamente el discurso que «Futuros abundantes» enuncia: la abundancia es lo que queda del lado de «la Naturaleza» como opuesto y víctima de lo social. Es el discurso propio de una clase dominante decadente: como el sistema es cada vez más antagónico del desarrollo humano y por tanto de la Naturaleza, pero son incapaces de pensar en otro sistema, de lo que se trata es de sacrificar el desarrollo humano para evitar más daños al medio natural.
Dicho de otro modo: como la forma en que organiza la producción social destruye todo a su paso, en vez de cambiar de sistema de organización, se le ruega que se refrene con tal de mantenerlo. Es el discurso que aparece también en campañas como «Half Earth» que sueñan con convertir la mitad del planeta en un parque natural como «solución» a la destrucción capitalista del medio.
Son utopías reaccionarias. No hay «contención» posible. Si las clases dirigentes se vuelcan en el «Pacto Verde» es precisamente porque ven en él el modo de reanimar una acumulación que lleva renqueante más de una década.
Pero volvamos a nuestra exposición. Es claro que buena parte de su discurso apunta en este sentido. Pero también aporta su vuelta propia, celebrada como aporte feminista. Las obras de Neto o de Miguel son bastante explícitas: lo femenino es la Naturaleza y lo abundante en lo humano, nos dicen. Es decir, el culto de la feminidad y la sexualidad femenina nos proveería de una «forma de abundancia» que nos resarciría de la escasez y la pobreza aceptadas para permitir una separación radical y «conservacionista» de la Naturaleza.
Es inevitable señalar el paralelismo con los cultos característicos de la decadencia del esclavismo (Isis, Apis) y la proliferación de cultos marianos milagreros durante la decadencia del feudalismo europeo. Una y otra vez, volvemos al punto de partida. Nuestras clases dirigentes no pueden ir más allá. Todas sus intuiciones artísticas, todos sus «futuros abundantes» devienen irremediablemete utopías antisociales y antihumanas.
No hay recodos de abundancia ni salidas en el laberinto capitalista. La única salida posible pasa por derribar los muros que mantienen a nuestra especie encerrada en él.