Falsas treguas, falsas huelgas
Llegamos al fin de semana con un acuerdo de Brexit en espera de ser aprobado por el parlamento británico, una tregua turca en espera de ser correspondida por el PKK-YPG y una convocatoria de huelga general en Cataluña que a falta de intereses comunes entre el nacionalismo y los trabajadores, se convierte en cierre patronal.
Tregua en Siria
EEUU y Turquía acordaron ayer una tregua de 5 días para que las tropas kurdas, acompañadas por las norteamericanas, dejen libre el corredor de 30 km de ancho en torno a la frontera de Siria y Turquía. Si a los 5 días culminó la evacuación, el alto el fuego se hará permanente.
Es decir, Turquía conseguiría sacar adelante los objetivos de su campaña sin pegar un tiro. Parece increíble porque después de colocarse el PKK bajo el mando militar de la Siria de El Assad y por tanto bajo hegemonía rusa, todo parecía dado para un enfrentamiento.
La clave está en Rusia... e Irán. Muy al contrario de lo que afirma la oposición en EEUU, la salida de las tropas de EEUU coloca a Putin en una situación difícil. Si Rusia toma las bases de EEUU a toda velocidad no es solo por disciplinar al poco fiable PKK-YPG o plantar cara a los turcos, sino sobre todo porque el vacío de poder da una oportunidad única a Irán que quiere acotar cuanto antes. Irán, ha jugado sus cartas presentándose como el mediador y aliado que necesitaba Erdogan para sacar adelante sus planes.
Por eso, lejos de intentar una muestra de fuerza apoyándose en la cínica campaña publicitaria pro-PKK en Europa y EEUU, Rusia, Putin y El Assad han presionado para retrasar la ofensiva turca con éxito, convirtiendo a EEUU en un aliado de ocasión y apoyando con entusiasmo una tregua y posible paz que no es sino el listado de objetivos últimos de Turquía.
La cuestión ahora es doble. En primer lugar si El Assad y Putin conseguirán disciplinar al PKK de modo efectivo y sacar la tregua adelante. En segundo lugar cuánto tardará en emerger con claridad el nuevo eje de conflicto en Siria entre Irán y sus antiguos aliados.
Tregua en Europa
En Europa mientras tanto, todos se felicitan y están encantados de ver a Johnson intentar agrupar votos al borde de la desesperación para un acuerdo que representa en realidad el primer paso sólido desde los acuerdos de Viernes Santo hacia la unificación irlandesa.
Así que, de momento tendremos una tregua UE-Gran Bretaña. El proceso ha producido y reabierto demasiadas heridas en la clase dirigente británica y le llevará algo de tiempo recomponerse y recomponer su aparato político, seguramente pasando por unas elecciones y rehaciendo los partidos. La reordenación del mapa comercial no ha esperado siquiera a la aprobación del acuerdo de salida. No tienen opción entre otras cosas porque no es la única burguesía fracturada. En EEUU Pelosi no oculta sus deseos de obstaculizar el acuerdo comercial prometido por Trump... y la crisis no parece estar por esperar a que el capital británico consiga el acceso a nuevos mercados. Al revés, los datos del comercio minorista británico hablan de un mercado interno empobrecido y una clase trabajadora precarizada que no pueden mantener el consumo en crecimiento.
Nueva huelga-fake en Cataluña
En España, la semana ha venido marcada por el nuevo despertar de la movilización independentista. La pequeña burguesía nacionalista y los estudiantes se han echado a la calle y convertido las noches en una gran falla. ¿Para qué? ¿No resulta contraproducente que el independentismo choque contra la policía de su propio gobierno? ¿No obligaron los excesos de fuego y violencia al propio presidente Torra a condenar a los jóvenes y mandarles parar?
La clave la hemos visto hoy, supuesto momento álgido de la respuesta independentista con un nuevo «paro nacional». La nueva huelga fake tenía tan pocas posibilidades de éxito como las anteriores. Pero los shows nocturnos sirvieron para que la dirección de las grandes empresas -cuyos «country managers» son parte de esa pequeña burguesía nacionalista- pudieran aducir inseguridad y hacer hoy paro técnico (Seat), vacaciones extra retribuidas (Bon Preu) o sin extra, obligando a los trabajadores a tomar un día de vacaciones (Inditex, Zara, Bershka, etc.).
Básicamente, el «paro nacional» es la pequeña burguesía corporativa haciendo pagar a sus patrones la apariencia de una huelga «de verdad». Las manifestaciones se llenan de pequeña burguesía agraria haciendo gala de sus carísimos tractores de última generación, de funcionariado afín (llevan seleccionándolo décadas) y de estudiantes. Es, en la calle, la expresión de la debilidad de un movimiento al que le cuesta demasiado ocultar su carácter anti-obrero y su clasismo racista como para poder liderar la sociedad como un todo. Porque lo que estamos viendo estos días es una clase trabajadora que se queda sólida y mayoritariamente al margen de la batalla entre la pequeña burguesía independentista y el estado, consciente de que ambos bandos solo le ofrecen ser carne de cañón.
Así las cosas, el bloque de partidos independentistas y el presidente Torra se divide no por los límites de la protesta, sino por los tiempos. Torra y Puigdemont quieren poner ya rumbo a otro referendum unilateral para aprovechar el impulso. El resto prefiere hacer caso a sus aliados internacionales y apostar por una «guerra de desgaste» que acabe generando la imagen de España como estado fallido para dar oportunidad a una intervención imperialista. Junqueras, columnista invitado en el Washington Post no pudo ser más claro. El mismo se auto-citó después en twitter:
https://twitter.com/junqueras/status/1184548097558536193
¿Dónde estamos hacia dónde vamos?
Estamos empezando un nuevo embate grave de la crisis sistémica. Los más preclaros en la propia burguesía, aunque incapaces de imaginar una alternativa real, ven con claridad que el capitalismo está ahogando y descomponiendo a la sociedad que parasita. Pero la burguesía como clase, en todo el mundo, cuanto más se ve involucrada directamente en la crisis más dificultades tiene para distinguir el corto y el largo plazo. Dicho de otro modo, su estrategia se diluye en su táctica y el dominio del capital se afirma sin rumbo poniendo parches, reprimiendo o lanzándose por la primera salida que aparece para asegurar, a toda costa, un poco de oxígeno a la reproducción del capital.
En ese contexto, la pequeña burguesía va a tener expresiones cada vez más reaccionarias y desesperadas que además nos intentarán vender como alternativas novedosas. Desde el independentismo catalán a «Extinction Rebellion», desde el jingoismo pro-imperialista a la xenofobia anti-inmigrante. Los trabajadores vamos a ser negados con violencia redoblada y negarnos, encuadrándonos bajo unos u otros, solo puede alargar y multiplicar los sufrimientos de una sociedad en caída histórica. Afirmar nuestros intereses, los únicos que llevan consigo un futuro para todos, es cada vez más urgente y necesario para la humanidad entera.