El ocaso de Facebook
Prácticamente toda la prensa estadounidense y europea abre hoy con Facebook en portada. La caída de servicio durante seis horas de Facebook, Instagram y Whatsapp que afectó a miles de empresas amplificó aun más la ofensiva mediática y política contra el monopolista. ¿Cómo es que el «unicornio» favorito del capital especulativo ha pasado a convertirse en «enemigo público»? ¿Qué hay tras el cambio discurso y la presión de los gobiernos?
¿Qué está pasando con Facebook?
El 13 de septiembre el Wall Street Journal comenzó la publicación de una serie de articulos sobre Facebook basada en las revelaciones de una ejecutiva de la compañía que en ese momento permanecía en el anonimato.
La primera andanada revelaba que los directivos de Facebook tenían acceso a información supuestamente protegida por la compañía: desde datos personales a perfilados para campañas. La segunda que los estudios encargados por los directivos habían descubierto que Instagram tenía un efecto psicológicamente tóxico en muchos adolescentes. La tercera entrega demostraba que los cambios en el algoritmo habían tenido el efecto contrario al declarado: en vez de promocionar más las relaciones personales y familiares de los usuarios, acababa catapultando «contenidos objetables» e incitaciones al odio, en varios casos por indicaciones directas de Mark Zuckerberg.
En la cuarta parte el contenido era aún más escandaloso: traficantes de personas, grupos terroristas, redes clandestinas de robo de órganos... todos denunciados por los trabajadores a sus mandos, que en la mayoría de los casos decidieron simplemente «dejar pasar». Nuevas entregas sobre la incapacidad de Facebook para vencer a los anti-vacunas en su propia plataforma y las técnicas de la compañía para captar adolescentes remataban el panorama.
Anteayer, 3 de octubre, la denunciante, Frances Haugen, salía a la luz en horario punta en la CBS. Hoy declarará en el Senado de EEUU en una comisión que lleva ya meses intentando cercar a la compañía y crear para ella un marco regulatorio similar al de las grandes tabaqueras en lo que se refiere a los jóvenes y un cerco legal a sus probados abusos sobre la privacidad de los datos personales.
A todo ésto, ayer, un supuesto «error de configuración» dejó durante horas «desconectados» a millones de usuarios personales, centenares de miles de teletrabajadores que usan en todo el mundo Whatsapp como herramienta diaria e incluso a unos cuantos miles de trabajadores de la compañía que usan la plataforma de trabajo remoto de Facebook. Mal momento.
La lectura inmediata de la prensa, tanto en EEUU como en Europa, ha sido presentar a Facebook hoy en sus portadas como un león moribundo. Wall Street reaccionó devaluando el valor accionarial de la empresa en 6.000 millones de dólares.
¿Por qué Facebook es tan importante?
Facebook nunca tuvo nada de innovación tecnológica, ni siquiera fue la primera «red social» masiva, técnicamente era más bien chapucera, y sin embargo, ha sido una empresa «histórica». Representa, junto a Google, Amazon y twitter, la forma en la que el capital ha dado forma a una tecnología -la Web y su entorno- que en principio le resultaron díficiles de capitalizar y rentabilizar.
Es cierto que el capital ha tenido dificultades para «digerir» Internet. Como otras tecnologías, que tienen la capacidad de satisfacer necesidades masivas con costes variables prácticamente constantes, su mercantilización requiere la continua imposición de nuevas barreras legales y coercitivas, como se ha visto con el desarrollo de las leyes de propiedad intelectual durante los últimos treinta años. Leyes que acaban convirtiéndose en sistemas estatales o paraestatales de vigilancia y represión generalizada.
Pero no es solo dando una vuelta de tuerca más al totalitarismo estatal como el sistema se defiende de las fuerzas productivas que él mismo ha creado y que ahora frena en lugar de desarrollar.
Las masas ingentes de capital ficticio que expresan las dificultades del capital para la acumulación solo apuestan por un sector o tecnología si pueden condicionar su desarrollo para que sirva a su colocación. Es para eso para lo que está «Silicon Valley» y sus mil imitadores y réplicas en cada capital nacional.
Su primer resultado -los Google, facebook, Amazon, twitter...- son respuestas innecesarias desde el punto de vista de las necesidades humanas -nada de lo que hacen necesitaba de ellos para poder proveerse gratuitamente a millones- pero vitales para dar sentido a miles de millones de dólares invertidos en «granjas de servidores», masas de capacidad de cómputo y desarrollo.
Internet y el comunismo, 12/3/2019
Facebook fue el primer «unicornio» de las redes sociales. Y cuando su capacidad para demandar y colocar capitales empezó a decaer, compró Instagram por 1.000 millones de dólares y Whatsapp por 19.000, usando su propia base de usuarios para hacerlos crecer y poder absorber más capitales.
Gracias a eso, este mismo año fue una de las cuatro únicas empresas tecnológicas, con Amazon, Apple y Google, en sobrepasar el billón de dólares de capitalización. Esta mañana el valor de la compañía, a pesar de todo, era de 919.700.000.000 dólares.
Facebook ha sido hasta ahora el campeón mundial de la colocación rentable de capitales. Por eso, durante años, Mark Zuckerberg ha sido el héroe y el visionario favorito -junto a Steve Jobs- de la prensa económica.
¿Por qué cayó en desgracia?
Hoy nos cuentan la supuesta genialidad emprendedora de Mark Zuckerberg como agresividad machista y la «libertad» traída por Facebook y su supuesta importancia para movimientos como la «Primavera Árabe» ha trocado en acusaciones de que la plataforma es «la mayor autocracia del mundo» y la base operativa del «golpismo trumpista». El mismo Presidente Biden acusó agriamente a la red social de ser el origen de la desinformación sobre las vacunas e incluso de «matar gente».
Este giro sería incomprensible sin al menos dos factores:
1 La principal ventaja de Facebook en el mercado publicitario no es solo la extensión de su base de usuarios, sino sobre todo, la posibilidad del «micro-targeting», es decir de perfilar grupos muy concretos a los que enviar publicidad e información especializada.
Esta ventaja, convenientemente usada -es decir, usada por una empresa como Cambridge Analytica- se puede convertir en decisiva en algunos procesos electorales, poniendo en jaque la previsibilidad de la bien aceitada industria de creación de opinión sobre la que reposan los sistemas democráticos.
La oposición demócrata en EEUU y los «remainers» en Gran Bretaña, acabaron culpando del triunfo del «leave» en el referendum del Brexit y de la victoria electoral de Trump a este tipo de campañas de microtargeting, asociándolas incluso a una injerencia rusa. Se trataba de un argumento hipócrita más en la pelea del momento dentro de las clases dirigentes anglosajonas.
Pero precisamente por eso era importante: una plataforma que monopoliza una tecnología que puede ser decisiva en los equilibrios de fuerzas entre sectores de la clase dominante no puede estar fuera del control del estado, de ahí las presiones constantes hacia su regulación.
Si eso aplica a EEUU, tanto más a las potencias europeas, que necesitan afirmar una cierta autonomía en el proceso actual hacia la formación de bloques. No sólo se trata de que los grandes productos de Internet formen parte de la batalla por colocar capitales, para la UE regular las grandes plataformas es una manera de asegurar una cierta autonomía ideológica.
Toda la batería legal que la UE está desarrollando, de la DSA a la «Cyber-resiliece Act» prometida por von der Leyen el mes pasado, está pensada para compaginar el flujo de capitales con EEUU y Gran Bretaña con la limitación de la capacidad de desestabilización asociada a las plataformas. La experiencia del bannonismo y los movimientos anti-vacunas, del auge islamista en los barrios franceses y las sospechas permanentes de injerencia china y rusa está muy presente en todo el discurso legislativo UE.
2 Las redes sociales ya no son la punta de lanza de las nuevas aplicaciones de capital en tecnología.
La Inteligencia Artificial dio el salto definitivo a la primera línea de las expectativas del capital en 2018, convirtiéndose inmediatamente en un acelerador de las tensiones imperialistas entre EEUU, China y Europa. Su ligazón inmediata con la carrera de armamentos, con viejas industrias de capital muy concentrado como la de la automoción y la promesa de aumentar la productividad en términos de ganancia de prácticamente todos los procesos industriales, han concentrado el interés del capital en la IA y dejado en un segundo plano a los servicios online y las redes sociales.
Google, Amazon y Facebook han sido pioneros en el desarrollo de IAs. Pero mientras los dos primeros se han volcado desde el primer momento en tender el puente hacia su comercialización en otros sectores y explorado usos industriales, Facebook ha limitado su experiencia IA a sus propias necesidades. No es, ni mucho menos, imprescindible para las nuevas industrias de la digitalización como sí lo es Google.
¿Va a desaparecer Facebook?
Los grandes capitales especulativos ven su futuro en el Pacto Verde y la Inteligencia Artificial. Los más interesados en dar forma a Internet, ponderan las posibilidades de la computación cuántica para su privatización. Y los estados están en un juego muy diferente al de hace una década, en el que controlar la influencia de grandes plataformas como Facebook resulta perentorio.
No es que Facebook, twitter o Google sean completamente prescindibles para el capital y vayan a cerrar o ponerse en cuestión. Pero ya no son intocables. El futuro del capital no se juega en ellos y la crisis de los aparatos políticos se juega, muchas veces, contra ellos.